Capítulo IX: Nuestro Reencuentro

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Orihime fielmente miraba cada noche el cielo nocturno para saber cuando iba a reencar su amante. Mantenía el desarrollo de su bebé lento, prácticamente no crecía. Para evitar los rumores acerca de su falta de envejecimiento, cada cierto tiempo viajaba de un sitio a otro colocando un nuevo negocio. Aunque esto también le complicaba mucho asentarse en el lugar donde iba a nacer Ciffer. Entonces llego el motín del té, esa gente se había revelado contra los conquistadores, lo que ponía en peligro a su bebé. Así que se aisló nuevamente en lo profundo del bosque. Debía esperar a un período de paz, o al menos al regreso de Ulquiorra, sin embargo solo siguieron más y más conflictos, tenía miedo por su bebé, pero no quedaba mucho dinero.

Así que se vio forzada a dejar su refugio para encontrar un pueblo lejano dónde poder empezar su nuevo local. Al igual que en el principio en Francia pondría una casa, con su local y podría cuidar a su hijo. Pero aún en aquel pequeño y olvidado lugar pudo ver en la distancia como se levantaba un enorme hongo más allá del mar. Tal vez no era bueno quedarse en ese lugar, había escuchado que los países de Europa estaban en guerra desde principios de 1900, estaba cerca de la mitad de ese siglo y seguían en conflicto. Así que miró las estrellas, pero la onda de energía producida por aquel monstruo atómico había empujado las almas en ondas, en todas direcciones haciendo descender el alma de su amado. Impulsada por su anhelo de ver a su querido esposo sin importar los obstáculos el tiempo o la distancia tomó a su hijo en brazos, puso todos los objetos de valor en una maleta, entonces se transformó en su verdadera forma. Apenas con el velo de la noche como camuflaje fue entre las nubes hacia donde iba la chispa a toda velocidad. Evadió aviones, barcos y disparos mientras recitaba un hechizo.

Más allá del tiempo y la distancia
yo te encontraré, viajaré hacía
tu luz, por esa promesa que hicimos
ese último día donde nos amamos.

Por ese amor que nos tenemos
iré a buscarte incluso si estremecemos
a los mismos cielos,
tú y yo nos encontraremos
nuevamente en un brillante día.

Por favor solo espérame,
tan solo un poco más,
no dejes de mirar las estrellas
qué nos guiarán, dejaré mis lágrimas
como un sendero, hablame
con tu mirada, a ti llegaré.

No importa la distancia,
ni siquiera las décadas, ni las épocas,
yo te encontraré y ese día
a ti me entregaré,
una vez más te amaré,
nos volveremos a reunir,
una vez más junto a ti viviré.

Entre los vientos y la lluvia al fin pudo llegar a un bosque en un lugar que ya conocía, por desgracia no le gustaba, pero esa onda expansiva la había mandado a ese sitio. Desgraciadamente no llego a tiempo para conocer el lugar exacto donde había renacido su amante. No estaba deprimida por eso, era cerca, no más de unos kilómetros de distancia, así que solo debía rezar porque se mantuviera sano, qué pudiera crecer y en unos años podría ir en su búsqueda. Con un Kazui cerca de los 6 años debía asentarse para poder darle un hogar mientras esperaba.

Gracias a la guerra había mucha confusión, así como gran cantidad de viudas y huérfanos. Por lo que podría pasar desapercibida como una mujer afectada por las bombas. Así que salió de la arboleda para unirse los lugareños de un pequeño y tranquilo poblado qué no tenía graves secuelas de las batallas. Ahí empezó a levantar su nueva casa, cantaba todo el tiempo bellas melodías de amor y esperanza. Eso les daba mucha alegría a los habitantes de aquel rincón del mundo, en especial una canción.

He vuelto a despertar,
para disfrutar del amanecer,
es una nueva oportunidad
de brillar con la luz
que ilumina ese eterno anochecer.

No es igual que ayer,
pero no puedo saber lo que el futuro
traerá con él, aún así alegre estoy
porque puedo respirar,
y volver a amar.

No sé que día vendrá,
aunque tampoco puedo esperar
la nueva aventura que viviré.
Emocionada, se desborda
mi corazón, no importará
si es de día o noche, gritaré
al viento mi felicidad.

Es aquí donde esperaré
por tu luz, pronto te encontré,
es la única verdad
qué hay en mi alma hoy.
Todos el dolor valdrá
solo por estar contigo,
eres más que mi amigo,
eres el ritmo de mi corazón,
qué cada día me llena de emoción.

El niño no crecía mucho, así que debían mudarse constantemente, algo que no entendía. Orihime le pidió que no le dijera a los demás, le iban a tener miedo, se lo llevarían e incluso lo usarían en experimentos. No tuvo que hacer mucho para demostrar el punto, lo pudo constatar el menor en sus crueles clases de disección de ranas. Así que se aisló en su hogar, se negaba a salir, ni siquiera le interesaba volver a la escuela. Por varios días su madre tuvo que consolarlo, quedándose con el menor toda la noche.

Así pasaron unos años más, en los que el niño siguió encerrado en su domicilio. Eso le evitaba qué se expusiera, por lo que no era tan malo. Su pequeña cafetería estaba en una parte lejana de la ciudad, en una bella campiña, qué empezaba a trabajar desde temprano. A lado de su local tenía una gran bodega, arriba de ambos estaba su casa; desde el balcón miraba las almas qué subían al cielo. Pronto iría a buscar a su amado, no lo había visto volver a convertirse en luz, así que estaba con vida en algún lugar no lejos de ahí.

Esa mañana estaba feliz por que habían pasado 17 años desde el día en había llegado a ese país, podía sentir cerca a su amado, saldría por la tarde para preguntar por Ciffer. Entonces un pequeño grupo de motociclistas llegaron a la puerta del lugar, entraron mientras la pelirroja limpiaba las mesas. Se asustó bastante la chica al verlos entrar con sus chamarras de cuero con esto peroles, pantalones vaqueros y botas.

- ¡Bien... Bienvenidos...! - exclamó nerviosa la dama quien levantó las manos

Los hombres no contestaron. Usaban pañuelos negros en el rostro.

- Por favor no me hagan daño. Tengo un hijo... no tengo mucho dinero... - comentó la nerviosa perfumista

El último motociclista en entrar se quitó la pañoleta. Su mirada y la de Inoue se encontraron, en ese momento su corazón se detuvo.

- Tranquila mujer. No somos ladrones... - dijo el más alto

- ¡He! Ella es tu tipo, ¿verdad Ulquiorra? - dijo un muchacho de ojos azules

- ¿¡Ulquiorra...!? - le brincó el corazón a la doncella

- Estamos en una carrera... ¿tienes una rockola? Debemos llegar antes de que termine la canción... - dijo otro de cabello rosa

- Déjenla en paz... sino tienes rockola nos conformamos con un café... - dijo el más pequeño de los hombres, de piel blanca, ojos verdes y negro cabello

-------------- Capítulo completo --------------

La peculiar dueña de la tienda de perfumesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora