Capítulo XIII: Corazón embrujado

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Orihime no podía dormir. Hacia más de un mes que tenía a su amado como inquilino. La tormenta afuera de su tienda solo le causaba ansiedad, entre el sonido del agua al caer y los relámpagos no le ayudaba, así que bajó para comer un pastelillo. Así que caminó a hurtadillas por el piso de la tienda, entonces la descubrió el ojiverde.

- ¿No puedes dormir mujer? - dijo el caballero

La pelirroja se sonrojó al notar que la había atrapado el motociclista, vistiendo solo un delgado bluson de holanes con agujetas en el pecho.

- ¡He! No... bueno... Tengo insomnio... - dijo la ruborizada dama

Algo nerviosa se acercó hasta el sillón a solo unos pasos. Tal vez una conversación casual le ayudaría a consolar el sueño.

- Yo también. Desde hace tiempo que me cuenta trabajo conciliar el sueño por culpa de dormir a la intemperie... - dijo el pelinegro

- ¡Ho! Pues tengo unos bocadillos... para dormir... O un perfume relajante... - dijo Inoue jugando con los dedos de sus manos

Entonces cuando la chica disponía a ir a la cocina, el joven le tomó de la muñeca. Eso sorprendió mucho a la dama.

- Y, ¿por qué no te quedás conmigo? - dijo el hombre

- No es correcto. Mi hijo está arriba... - dijo la ansiosa chica

- Realmente eres de la vieja escuela. Es subjetivo... ya no eres una niña inocente... tienes a Kazui... y estuviste casada... solo no alces mucho la voz... - dijo el coqueto hombre

Aquello sonrojo mucho a Inoue. Era claramente una propuesta indecorosa. Ese joven Ulquiorra no tenía nada que perder, aunque ella en realidad sólo podía ganar decepción. Había tenido una infancia complicada y era un rebelde aunque al mismo tiempo había trabajado duro estos días, arreglando cada cosa que ella le pedía, incluso darle una nueva mano de pintura al local sin una sola queja. Eso le recordaba a su primer esposo, en el fondo era probable que fuera el mismo dulce y gentil poeta, solo que no había tenido la suerte de tener una familia amable como en su vida anterior. Además debía admitir que tenía décadas sin hacer el amor desde que su amado murió, por lo que se sentía igual a su primera vez.

- No lo sé... bueno si soy viuda... pero hace tanto que no hago el amor... - dijo apenada ante la mirada de Ciffer qué parecía devorarla

Entonces jaló de su mano hacia él, provocándole qué cayera en el sillón.

- Esta bien... yo puedo volverte a enseñar... - dijo el caballero besando a Orihime

La tomó suave por el cuello mientras sus labios se unían. No era ese beso tierno e inmaduro de la primera noche, no se sentía más como ese toque sensual de los últimos encuentros. Podía rozar su lengua en un juego más apasionado. El ojiverde no perdió el tiempo, abrió las agujetas dejando ver su suave pecho de la pelirroja. Se desconoció la dama cuando su lujuria la hizo ir por la camisa del muchacho, sintiendo su tibia piel. Hábil Ulquiorra subió despacio sus manos desde sus muslos para ir deslizando el bluson, dejando a la chica solo en ropa interior.

El deseo de Inoue se desbordó, salvaje fue bajando sus manos por el torso del motociclista hasta su cintura, desabrochando su pantalón. Sus manos acariciaban el cuerpo el uno del otro. Pronto siguieron con su juego de prendas, mientras afuera la lluvia se hacía más intensa y arrullaba a Kazui, a el par los alimentaba de lujuria. Era casi una adicción sentir la piel desnuda el uno del otro. Por la posición en la que se encontraba, Inoue aprovechó para montar a su joven amado. Había perdido la práctica, pero aún había algo en sus recuerdos de cama qué guiaba sus movimientos.

No podían dejar que sus gemidos los delataran, pero al sentir esa unión de sus cuerpos un shock eléctrico. Para Ciffer fue un sentimiento nostálgico, sentía mucho dolor, tristeza, a su vez de calidez y felicidad. Tal vez su mente había olvidado, pero no alma. Por eso tenía esa necesidad de buscar mujeres que le recordarán, qué le llenarán ese vacío. Siempre pelirrojas de prodigiosa figura, con grandes ojos claros al igual que su piel, pero no sentía ese apegó, ese amor. Sus lágrimas cayeron por sus ojos esmeralda, al fin había encontrado eso que tanto su corazón le pedía.

Entonces la chica se detuvo, se abrazó al cuello del caballero, éste la tomó por la cintura y la espalda, recostandola sobre el sillón para seguir besando a su amante. Como suave lluvia qué seductora qué recorre las montañas, cual nieve qué se derrite por la primavera, era el tacto cálido de las manos tersas del caballero qué dejaba a sus dedos sintiera las texturas de su presa femenina. Para Inoue era revivir esas noches de dulce placer con su amable esposo, lo que le dio mucha nostalgia. Su clímax llego en medio de una de emociones que les daban tanto anhelo como tristeza.

Respiraron un poco para bajar su ritmo cardíaco, se sentaron sobre sus pantorrillas en el sofá. Mientras se abrazaban, acariciando sus espaldas, la pelirroja se recargó entre el cuello y el hombre lo hizo sobre los senos de la dama.

- No soy mujer de una noche joven Ulquiorra... - dijo la chica

- Lo supuse. No me interesa ser solo una aventura... quiero ser algo más para ti... - dijo el pelinegro

- Ya no soy tan joven... para esas cosas de citas y cartas... pero aún me gusta tener una relación seria... - dijo apenada la mujer

- De acuerdo, entonces somos... pareja desde ahora... - dijo el de pálida piel

- ¿Y qué pasa si... quedó embarazada? No soy de las que va abandonar un bebé o va a abortar... y bueno... - dijo nerviosa la de ojos grises

- Hmp. Me hago cargo... nos casamos si eso pasa... mientras si quieres tomó tu oferta de rentar el local de a lado para poder empezar un negocio de mecánica. Así tienes a alguien confiable como tu pareja... aunque no pienso dejar mis rutas de vez en cuando ni a mis amigos... - dijo Ciffer

- No te pido que cambies. Te conocí así y así te aceptó... - dijo más tranquila la doncella

El motociclista sonrió suavemente.

- Te amo por eso... - dijo el hombre

Eso hizo feliz a la mujer, quien abrazó a su amante.

- Entonces vamos a dormir allá arriba... - dijo la perfumista

Eso sorprendió al muchacho, pero le dio cierto gusto, así que los dos tomados de la mano, sujetando la cobija para cubrir subieron a la alcoba de Orihime. Allí siguieron entregándose a su pasión. Al amanecer el feliz pelinegro le dio un beso a la chica y desayuno con los dos pelirrojos, después agarró su motocicleta para buscar sus cosas. Se había decidido, no volvería jamás a esa casa dónde tanto lo odiaban. Aún entre reclamos y algunos jalones el ojiverde agarró sus últimos artículos personales para dejar atrás esa casa. Le recordaron qué era menor de edad, pero el rebelde poco le importó. Se fue a casa de Jean para dar las gracias y darle los pormenores de su nueva dirección a sus amigos.

- ¡Vaya! ¿Quién diría que el más chico sería el primero en sentar cabeza? - se burló el ojiceleste

- No iba a ser un nómada toda la vida, además no es que haya abandonado el motociclismo. Se lo dije a Inoue... - aclaró el ojiverde

- Al menos vamos a tener lugar para dejar las motos y vas a tener trabajo seguro... - dijo el alto pelinegro

- Y te vamos a recomendaciones entre los compañeros pandilleros... - dijo Granz

- Gracias chicos... los veo para la carrera del sábado... me llevo mi herramienta... - dijo el de pálida piel

Amarró la pesada caja al asiento trasero de su motocicleta, ya cargada de equipaje en sus alforjas. Entonces se despidió y siguió su camino a la cafetería.

-------------- Capítulo completo --------------

La peculiar dueña de la tienda de perfumesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora