4. Viaje al pasado

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―¿Has estado evitándolo? O más bien ¿huyendo de él? ― Rossi espera mi contestación y yo solo asiento― ¿Por qué no solo hablan y ya?

Buena pregunta.

―¿Y que tendríamos que hablar exactamente?

―Eliana, cuanto antes arreglen ese conflicto será más fácil para ti adaptarte a su aparición. ¿Qué seguirá después cuando él, empiece a venir más seguido a la empresa? ¿Te vas a encerrar en tu casa? ¿Renunciaras a la empresa? ¿Te iras del país? ¿Te esconderas de bajo de una piedra?

—No es muy ingenioso lo de la piedra, preferiría otro lugar...

—Estoy hablando en serio, Eliana.—me interrumpe.

Yo ruedo los ojos y me cruzo de brazos. Ambas estábamos en la empresa a mitad del pasillo de la puerta de entrada. No había llegado ni a mi oficina cuando Rossi, ya me estaba interceptando con preguntas; aunque me molestara, ella tenía razón, si simplemente le diera la cara y le preguntara que quería y porque estaba aquí―sin entrar en una discusión― todo sería menos complicado.

Pero no quería hablar con él, sencillamente no podía... porque el hablar implicaba sacar cosas del pasado. Pasado que no quería sacar a la superficie.

La frustración de estos días había sido en exceso. Si antes no quería verlo, después del ataque de pánico, menos. Ese viernes, después de irme a dormir intente no taladrarme la cabeza con preguntas que no tendría respuestas por sí sola, a menos que hablara con él.

Al día siguiente, como cada fin de semana, me desperté más temprano de lo habitual y me fui a una de las fundaciones. Desde muy pequeña me gustaron los animales, casi de toda clase, pero en especial los perros. Lo cual me llevaba a ser secretamente dueña de una fundación y voluntaria en centros de acogida y otras fundaciones.

Aparte, colaboraba monetariamente y también buscaba personas que pudieran ayudar y aportar a dichos centros.

Amaba pasar tiempo con los perritos de allí, era suficiente ver sus rostros de alegría a penas llegas y sabes que estás haciendo lo correcto y no solo eso, una sensación indescriptible me embargaba cuando ayudaba algún animal.

También alargue mi tiempo allí, aunque en parte me demore porque no quería llegar tan temprano a casa y posiblemente tener que enfrentar a Derek.

Todo el fin de semana estuve en la fundación y duraba hasta altas horas de la noche, no quería llegar a la casa y como llevaba a Doki conmigo, no tenía que preocuparme. Suelo llevarlo siempre, aunque ya no mostrara interés en jugar y estar con los demás perros, pero aun así me acompañaba a mí y evitaba dejarlo solo en casa.

Lo otro que también me había tenido hecha un mar de preocupación, era la salud y el estado de Doki. Había estado más decaído y débil de lo acostumbrado, aprovechando que estaba en la fundación, lo lleve con unos de los veterinarios de allí y lo que me dijo fue: "Tienes que estar prepara para su partida Eliana" a lo cual me negué y solo dije que mi perro aún tenía más tiempo.

Claro que sí.

Evitaba pensar en eso también, ese perro era mi vida, mi amigo fiel, mi hijo perruno. Perderlo era como perder esa otra parte fundamental que le da sentido vida.

―Solo no debo dejar que su aparición me afecte. ―respondo después de un rato.

―Su aparición ya te tiene hecha un desastre, Eliana. ―refuta Rossi y su frente se arruga.

―Yo... de verdad puedo manejarlo. Me comportare lo más que pueda y seré muy profesional. No me dejare llevar por las emociones, estaré actuando con la cabeza fría. ― levanto el mentón intentando parecer segura.

El pasado que nos uneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora