5. Mi piel lo recuerda

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―Te pido una disculpa por cómo te hable hace rato. ― La voz de Derek me saca de mis cavilaciones.

Yo parpadeo varias veces, miro a mi alrededor y me asesoro que estemos en tiempo actual y que solo me había sumergido por un momento en ese triste pasado.

Siento mi estómago revuelto por dicho recuerdo tan vergonzoso y malvado.

No me gustaba recordar eso, porque sentía que me absorbía y en algunas ocasiones el recuerdo se sentía tan real que sentía que lo volvía a revivir en ese momento en que lo recordaba.

Me obligue a calmarme y a mostrarme serena. Por un momento pensé que incluso Derek, escucharía el latir desembocado de mi corazón. Mi rostro debía ser todo un poema en ese momento, fuerzo una sonrisa y lo miro.

―No pasa nada. Siempre has sido alguien terco. ―comente aún desorientada, intentando despejar mi mente de esos recuerdos.

―Mira quien lo dice―replica, mientras repiquetea los dedos en el volante del auto― la chica que estaba a punto de hacer una tormenta en un vaso de agua porque le puse mi saco encima para abrigarla.

Y ya estamos de nuevo.

El carro deja de moverse y yo miro por la ventana. Me sorprendo al darme de cuenta que ya hemos llegado y estamos al frente de la casa duplex.

¿Ya había dicho que el tiempo, cuando se trata de estar cerca de Derek, pasaba muy rápido?

Eso era algo que pasaba siempre que estaba cerca de él. Cuando era una niña y compartíamos esas horas de juego, o pasábamos tiempo juntos haciendo nada en concreto, a veces solo hablando, simplemente no era suficiente, todo pasaba muy rápido; el tiempo se hacía muy corto y las horas pasaban hacer minutos. Y cuando él no estaba, cambiaba todo a una dolorosa espera.

Entendí en ese entonces que estar con él, hacia el tiempo más valioso y preciado. Y con que él, cada segundo, cada minuto, cada hora, era interesante y hermoso.

Muy valioso para el corazón de aquella niña.

Miro los alrededores de la casa y las largas calles, aun no entendía porque Derek vivía aquí. La casa no concordaba para nada con él. Solo si mirabas su auto, su manera de vestir, ya era ridículo. Demasiado ostentoso y caro para un vecindario como este.

No había nada de malo con este lugar, solo que era… ¿Cómo decirlo? Un condominio humilde, de clase media, esa clase de lugar tranquilo, con gente amable y trabajadora, era el típico lugar que cuando te mudas, el vecino más cercano toca tu puerta y te da la bienvenida con un pastel o alguna comida preparada por el mismo.

A los dos días de haberme mudado una de las vecinas lo hizo. 

Bajo rápido del coche y él hace lo mismo, sierro de nuevo como al inicio y Derek cierra los ojos, imagino que ruega por paciencia.

―Podría ser más sutil―dice él por lo bajo para sí mismo, pero alcance a oírlo.― Eliana… ¿puedes escucharme por un momento?

Yo detengo el paso rígida, pero no me giro.

Él prosigue.

―Se siente jodido que una de las personas que más le gustaba pasar tiempo conmigo, ahora hulla de mí como si fuera a lastimarla, o como si yo fuera la maldita peste. Lo único que quiero es que hablemos.

¿Él pensaba que yo huía porque temía que me lastimara?

Eso es… ridículo. 

Era consciente de que si, huía, todo el tiempo desde que él llego; Pero no por lo que él creía. Quería protegerlo a él y a mí, de mi misma.

El pasado que nos uneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora