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Nabi

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Nabi.

Las frías calles de Seúl me daban la bienvenida a otro nuevo día en el que caminaba con pasos apresurados por las concurridas calles que ya se encontraban repletas de gente caminando a sus trabajos, tal como lo hacía yo.

Volví a verificar la hora en mi celular a la vez que seguía dando pasos y me sentí más tranquila al verificar que aún me quedaban diez minutos para llegar a mi destino. Si llegaba tarde nuevamente, probablemente el señor Byun no dudaría en despedirme tras ser mi séptimo retraso en lo que iba del mes.

Sé que la impuntualidad es una debilidad en mi persona, pero es algo que estoy trabajando a diario para erradicar. De verdad. Sólo que la mayoría de las veces, a pesar de que me despertara tres horas antes de la hora de inicio de la jornada laboral, seguía llegando tarde.

En cuanto crucé la puerta de cristal, las campanas tintinearon sobre mí, llamando la atención de Bora, mi mejor amiga y quien trabajaba conmigo en aquella pequeña, pero acogedora, cafetería ubicada en uno de los lugares más concurridos de la ciudad.

Me acerqué a saludarla con un fugaz abrazo y me metí en el baño del personal, para cambiarme mi camiseta por la del local y ponerme el delantal atado en mi cintura.

Cuando salí, Bora me esperaba apoyada en el mostrador.

—¿Has logrado hablar con alguien durante estos días? —preguntó con curiosidad.

—No —susurré ya cansada, conociendo el rumbo de aquella conversación casi de memoria.

—¿No te ha resultado ningún número o no lo has intentado? —sugirió y llevó una de sus manos a su cadera, logrando verse sutilmente intimidante.

—No lo he intentado —confesé mientras tomaba un paño del mueble cercano y lo llevaba rápidamente a la cocina del local para pasarlo por agua. En cuanto estuvo húmedo, salí a limpiar las mesas del lugar para comenzar pronto la jornada. El reloj colgado en la pared marcaba las 09:45 de la mañana y debíamos abrir a las diez en punto—. Y ya sabes que me da miedo, no sabes quién es el número al que le hablas, puede ser un psicópata o un traficante de órganos.

—O puede ser el amor de tu vida —se aventuró la pelirrubia—. No seas tan dramática Nabi, necesitamos algo divertido para hacer más entretenidas nuestras monótonas vidas de adultas.

—Vamos al karaoke cada sábado, eso ya es divertido.

—¡Pero hablo de chicos! —dijo exasperada, llevándose las manos a su cabeza desesperada.

—¿Y qué te asegura que hablándole a números al azar justo sea el de algún chico? —puntualicé y Bora se encogió de hombros.

—Exacto, nunca sabrás si no lo intentas —contratacó y me di por vencida.

Luego de terminar de limpiar, me acerqué a la puerta por donde había entrado y giré el pequeño cartel para que ahora notificara que la cafetería se encontraba abierta.

Suspiré resignada. Quizá debía hacer la loca y disparatada idea que se le había ocurrido a mi mejor amiga antes de que terminara molestándome con ella por su constante insistencia.

cool with you ; j. yunhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora