Capítulo 4

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💐MARION 💐

Capítulo 4

Luego de la inesperada muerte de su pequeña hija, la Reina había caído en un profundo estado de depresión que la arrastró, incluso, a escapar de la realidad.

Lejos de la rutina de los vestidos elegantes y las ocupaciones de una noble, aquella mujer sólo se limitaba a vestir un camisón y apenas salir de su propia habitación. Se negaba a ser arreglada por las criadas y, en busca de tener, entre sus manos, algo que se asemejase a su hija, mandó a pedir muñecas, decenas de hermosas muñecas de porcelana con la apariencia de Elisa. Las sirvientas incluso debían confeccionarles pequeños vestidos idénticos a los del guardarropa de la princesa, de lo contrario, la reina comenzaba a llorar y gritar de forma furiosa, sólo ver su pedido cumplido lograba mantenerla tranquila. Y de esa manera, el Rey vio como la habitación matrimonial acabó siendo invadida por muñecas y objetos de Elisa.

Pero nada parecía suficiente, Ofelia exigía más y más muñecas, más y más vestidos para Elisa y para sus muñecas, zapatos y adornos para el cabello. De seguir así, Dante sentía que terminaría llenando el palacio con aquellos objetos, así que, con la intención de controlar el estado de su esposa, tuvo una idea que sólo un ser irracional y egoísta podría planear: conseguir una niña de verdad, que se pareciese a Elisa, para que fuese la muñeca definitiva de su esposa.

Las acciones del Rey lejos estaban de ser por amor a la Reina, aquel hombre sólo
quería conservar las apariencias, que ni un sólo rumor corriese sobre lo que sucedía en su familia, deseaba mantener una imagen de perfección ante el Reino. Por ello, mandó a acondicionar una habitación del palacio especialmente para ella, una donde nadie de afuera pudiese ver lo que hacía: un cuarto de juegos para mantener ocultas todas sus "muñecas".

Él no planeaba que las cosas fuesen de ese modo para siempre, sólo buscaba ganar tiempo hasta descubrir la causa de muerte de la princesa y finalmente anunciar su funeral a la sociedad, pero no contaba con que Ofelia pondría todo su plan de cabeza...

Sí, desde la llegada de Marion, la Reina había mejorado considerablemente. Ya no lloraba ni tampoco circulaba por el palacio con la apariencia de un fantasma. Pero, a medida que la imagen de la mujer mejoraba, la de la niña empeoraba, pues el encierro, la falta de aire fresco y las horas de sueño alteradas provocaron en ella palidez y ojeras, también debilidad. Aquello era algo notable, incluso para la propia reina, y eso la llevó a tomar una decisión a espaldas de todos los demás...

Esa tarde, Marion dormía su siesta cuando los susurros en la voz de una mujer la despertaron.

- Elisa... Elisa... Despierta, mi hermosa Elisa... - escuchó.

La pequeña se sentó en la cama y se frotó los ojos para ver mejor, pero al hacerlo, se encontró con la imagen de una hermosa y elegante dama que lucía un vestido rojo y peinado recogido.
De no ser por el detalle de sus ojos verdes tristes, Marion casi no la hubiese reconocido: se trataba de la Reina.

- Al fin despiertas, mi Elisa...

La niña salió de su impresión y, rápidamente, regresó a su papel:

- ¿Mamá?... - murmuró.

- Sí. Ven, vamos a vestirte, el clima es ideal para beber el té en el jardín.

Marion no podía evitar sentirse confundida, aun así decidió seguir su juego. Sólo hasta que la mujer la tomó de la mano, y cruzaron la puerta de la habitación, supo que Ofelia hablaba muy en serio.
Luciendo un encantador vestido amarillo, y un lazo en su cabello, la pequeña avanzó, nerviosa, por los pasillos, junto con la Reina.
Inevitablemente, algunos sirvientes quedaban petrificados al verla, la admiraban casi con horror, pero Ofelia no detenía su paso.

MarionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora