Decisiones

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Vivimos rodeados de personas que día a día toman decisiones, no todas correctas pero sí elegidas de forma voluntaria. Sin embargo, hay muchas cosas de las que no nos damos cuenta porque hemos decidido no hacerlo. Hemos decidido centrarnos en llevar a cabo nuestras elecciones y hemos perdido lo único que nos distingue del resto de animales, la humanidad. Estamos tan centrados en lo que debemos hacer que ya no nos fijamos en la anciana que necesita ayuda para cruzar la calle o llevar las bolsas hasta su casa, no nos fijamos en el niño que corre tras la pelota en dirección a la carretera y no nos fijamos en que la basura que cae al suelo luego la debe recoger otra persona con nuestras mismas características.

Desde este punto llegamos a lo principal, las decisiones que tomamos a todas horas y que tarde o temprano nos traerán unas consecuencias buenas o malas. Pero, ¿qué es una decisión? ¿cuál es la importancia de las decisiones? ¿quién elige la importancia de esas decisiones? No puedo responder a todas las preguntas pero puedo darte una serie de ejemplos de una decisión:

-En el momento en el que suena tú despertador tienes la oportunidad de elegir entre levantarte y llegar a tiempo al trabajo o seguir durmiendo y que probablemente te despidan.

-Cuando saltas de un paracaídas debes elegir el momento exacto en el que abrirlo, si lo haces más tarde probablemente luego la consecuencia sea estar muerto.

-En el caso de la guerra tienes que elegir entre matar al enemigo o dejarlo vivir y que probablemente luego seas tú el que esté muerto.

Ahora sí que puedo responder a todas las preguntas anteriores, por una razón muy simple. Porque cada uno de nosotros tiene la respuesta a esas preguntas. La importancia de las decisiones la elegimos nosotros y somos los que decidimos lo que es una decisión.

El protagonista de nuestra historia es una persona que toma todas las decisiones posibles al día. Es una persona que quiere ser el que elija lo que ocurrirá en su futuro sin importar lo que pase. Desde pequeño siempre estuvo cuestionando todo lo que ocurría a su alrededor, en su clase muchos de sus compañeros respondían a las preguntas de los exámenes con las mismas palabras que había en el libro pero el iba más allá... Él buscaba el porqué de todo lo que le ocurría, incluso hubo un día en el que sacó de sus casillas a uno de sus profesores de secundaria por el hecho de hacerle preguntas que a simple vista parecían inocentes.

-Profesor, ¿podría usted dar una explicación lógica de por qué debo estudiar física y química?

-Raúl, porque los que elegimos lo que los alumnos deben hacer somos los profesores y no ustedes. ¿Cuántas veces debo repetirlo?

-Pero, ¿eso me ayudará en un futuro?

-Siempre y cuando seas buen estudiante, sí que lo hará.

-¿No puedo destacar por otra clase de cosas?

-Sí, pero la mayoría de ellas las habrás aprendido en el colegio.

-Entonces...¿los músicos, actores, escritores, bailarines y pintores aprendieron en el colegio?

-No, esa gente nace siendo artista pero no todos lo somos y por eso debes aprender lo que se enseña en el colegio.

-Y, ¿no es posible que sea el colegio el que acabe con la creatividad e inteligencia de los niños?

-En absoluto, es todo lo contrario.

-En ese caso...¿por qué perdemos capacidad intelectual a medida que vamos creciendo?

-¡Fuera de clase ahora mismo!

Desde el momento en el que esta conversación ocurrió han pasado muchos años y nuestro protagonista se ha convertido en un hombre muy inteligente. Lo mejor de todo es que su inteligencia no se reduce a la cantidad de información que se almacena en su cerebro sino que se extiende a la capacidad de utilizarla a diario para cualquier toma de decisión. Exacto, el joven que buscaba más allá de lo que sus ojos veían había conseguido convertirse en alguien importante. Porque como él pensaba, no depende de la cantidad de gente para la que seas importante sino de la cantidad importancia que tú te des a ti mismo.

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