Capítulo 11

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-Hemos registrado dos nuevos asesinatos en nuestra ciudad. Rogamos a todos los ciudadanos que se mantengan atentos a las noticias y que tomen precauciones. En unos minutos seguiremos informando.

La misma imagen de unos días atrás se repetía, la única diferencia eran las víctimas. Los ciudadanos estaban aterrorizados y conmovidos, conmovidos por el pobre niño que acababa de quedarse huérfano. En las noticias habían dicho que tendrían que tener mucho cuidado porque el asesino podría ser cualquiera.

La gente cada vez era más y más desconfiada. El asesino era cada vez más y más cuidadoso. La ciudad estaba siendo todo lo contrario a lo que era anteriormente. Cuando Raúl llegó los niños jugaban en las calles, los padres esperaban en las terrazas, había gente paseando... Sin embargo, después de los asesinatos no había nadie en las calles. Sólo se veía pasar algún coche muy de vez en cuando.

Raúl y Nirvana por fin habían quedado. Ninguno de los dos sabía qué iba a salir de aquella conversación pero ambos tenían ya algunas expectativas. Habían quedado en el banco del muelle al que iban siempre, allí nadie les molestaría. Raúl llegó antes de lo previsto al muelle y eligió quedarse allí mirando al mar. Algo le llamó la atención, había alguien sentado justo donde las olas rompían y no se movía cuando éstas lo hacían sobre él.

No podía fijarse aún más y en esos momentos deseó tener unos prismáticos pero no los tuvo. Sacó el teléfono móvil y abrió la aplicación de la cámara. Apuntó con el objetivo hacia aquel cuerpo y luego hizo zoom. Era una mujer, pero estaba de espaldas y no podía ver su cara. Decidió dejarlo estar, no quería comerse más la cabeza.

Nirvana llegó al poco tiempo y se sentó a su lado, se saludaron y comenzaron a hablar. Nirvana explicó porqué no había respondido a sus llamadas y qué era lo que había estado haciendo. Sin embargo, Raúl evadió la pregunta y siguieron mirando hacia el mar sin sacar ningún tema de conversación. Nirvana le miró y de pronto comenzó a llorar, Raúl no entendía por qué pero la acercó hacia su cuerpo y la abrazó suavemente.

Ella no respondió a ninguna de sus insistentes preguntas sobre por qué lloraba. Raúl miró hacia la orilla mientras Nirvana lloraba en su pecho, no le gustaba verla llorar. Volvió a divisar un cuerpo de mujer en la orilla pero esta vez más hacia la parte de la arena. Parecía estar saliendo, la mujer miró hacia el banco en el que se encontraban. Era la chica que había conocido en la playa, cada vez era todo más raro. Nirvana ya había dejado de llorar y miraba hacia el mismo lugar que Raúl.

-¿De dónde crees que vendrá? -Preguntó él mirando hacia Nirvana.

-¿Quién? Yo no veo a nadie -Tras la respuesta Raúl miró hacia el lugar donde estaba la chica pero ya no había rastro de ella.

-Nada, mejor olvidarlo.

(...)

Raúl llegaba a su casa, la puerta estaba abierta y eso no era costumbre. Entró lentamente y miró la planta baja, no había nadie. Subió las escaleras y miró la parte de arriba de la casa, habitación por habitación. Por último entró en la suya y oyó algo caer al suelo en la planta baja. Cerró la puerta e intentó bajar silenciosamente, si había alguien debía llamar a la policía. Llegó abajo y miró hacia el salón.

-¡Sorpresa! -Gritaron todos.

Raúl se sorprendió, había olvidado completamente que era su cumpleaños. Estaban todos sus amigos y familiares en casa, seguramente estuvieran escondidos en el jardín cuando él entró. Todos corrieron a abrazarle y felicitarle. Patricia se acercó hasta él con un papel en la mano, la niña abrazó sus piernas y le dio el papel. Raúl se agachó y lo recogió sonriente mientras le daba un sonoro beso en el cachete a su hermana. Era un dibujo de ellos dos dándose la mano, estaban en la feria y caminaban hacia la salida.

-¿Qué pasa? ¿No me invitan porque soy policía? -Gritó Caleb desde la entrada para luego acercarse a saludar a su amigo.

La ciudad había cambiado pero las personas que habitaban en ella seguían siendo las mismas, incluso el asesino seguía siendo el mismo.

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