Nathaniel
—Disculpe, con esto no le alcanza –dice, incomoda, la cajera del minisuper, mientras sostiene los billetes que le di–. ¿Le gustaría devolver un par de cosas?
¡Maldición! ¿Ahora que hago? Eso es todo lo que tengo por culpa de ese estúpido anciano. Quito algunas de las cosas que hay en el mostrador, pero parece no ser suficiente, porque ella vuelve a hacer esa expresión. Odio ver esa expresión. No es solo incomodidad, más bien es...lastima.
Sin que me diga, aparto otras cosas, dejando solo una bolsa pequeña de arroz, frijoles y pan. Es tan humillante, solo quiero largarme de aquí ya.
—¡Muchas gracias por su compra!— me entrega una bolsa y dos monedas de cambio, con las que no podría comprar ni un chicle.
Mi casa no está lejos, pero intento durar todo lo que pueda en llegar. De verdad esta vez preferiría ir a cualquier otra parte, pero sé que no va a servir de nada, al final voy a tener que llegar tarde o temprano. Y en menos de 10min estoy frente a la puerta.
Respiro hondo y saco mis llaves.
—¡Nathaniel! ¡Ya llegaste!
Mi hermano pequeño, Ethan, llega corriendo a la puerta tan rápido que se tropieza y cae de cara al suelo.
—¿Nathaniel, eres tú? —esa es la voz de mi hermana—, creí que estabas en el trabajo.
Y es por esto que no quería llegar, evitaré el tema del despido tanto como pueda.
—Salí temprano —miento—, y traje comida.
—¡Comida, que rico! —grita Ethan, mientras salta a mi alrededor.
Quisiera saber que tan feliz se pondría si le trajera más que solo arroz y frijoles. Si tan solo ese anciano no me hubiera despedido habría podido pagar las demás cosas en la tienda.
Sabrina, mi hermana, intenta disimular su tristeza al ver la poca comida que llevo en la bolsa, pero su cara lo dice todo.
—¿Quieres ayudarme a cocinar, Ethan? —pregunta mientras toma la bolsa y se dirige a la cocina.
—¡Sí, sí, yo cocino! —canta alegre, volviendo a dar saltos.
La puerta principal se abre y veo que ahora es cuando viene la parte más difícil: mi padre. Como siempre se ve cansado, pero ni así pierde esa sonrisa suya.
—Nathaniel, creí que llegarías más tarde, me alegra que estés aquí.
Se tira en el sillón y casi de inmediato se queda dormido. Creo que sería imposible no hacerlo en su lugar; tener 3 trabajos prácticamente lo está matando, pero solo entre nosotros dos lograbamos mantener "bien" a la familia. Ahora que me despidieron no sé qué vamos a hacer, necesito conseguir otro empleo lo más antes posible. ¡Cómo si fuera tan fácil!
Solo agradezco que no haya hecho preguntas sobre el trabajo, a él no podría mentirle.
Voy a mi cuarto esperando poder acostarme en la cama sin tener que pensar ni recordar nada, pero al entrar me encuentro con mis otros dos hermanos menores, con los que comparto cuarto. Para este punto respondo casi en automático los saludos y preguntas sobre cómo estuvo mi día. Verlos solo me recuerda lo poco que podrán comer por culpa de ese estúpido anci...no, por mi culpa.
Me acuesto e intento quedarme dormido, pero mis hermanos empiezan a contarme cosas de su escuela, me enseñan sus notas de exámenes y me piden ayuda en sus tareas.
—Vengan a comer —llama Sabrina—, rápido o se va a enfriar.
Nos reunimos en la sala y nos sentamos en la única mesa de toda la casa. Seis personas y solo un pequeño plato de arroz con apenas algo de frijoles. Se que tal vez debería estar agradecido de tener algo que comer, pero saber que esto es todo lo que pude conseguirles me enoja.
—Voy a salir un rato —aviso.
—¿No vas a comer? —pregunta Sabrina.
—No tengo hambre —miento por segunda vez y salgo de la casa.
Huir no va a arreglar nada, eso ya lo sé, pero al menos me servirá para distraerme. Se hace de noche y no sé cuánto tiempo llevo caminando. Llego a un parque por el que he pasado de lejos un par de veces, pero que jamás me tomé el tiempo de ver de cerca. Me siento en una banca, no hay nadie alrededor así que el ambiente es todavía más tranquilo. Ya había olvidado lo bien que se sentía estar a solas en un lugar así.
Ahora el cielo está completamente oscuro y siento que me empiezan a caer gotas en la cara, al principio me gusta, pero luego se convierte en demasiada lluvia. Estoy lejos de casa, así que buscaré un techo y esperaré a que deje de llover. Encuentro una parada de buses con techo y me siento allí.
"Chap, chap"
Alguien viene corriendo sobre la lluvia, pero no alcanzo a ver quien es hasta que está bajo el mismo techo que yo: es el tipo rompe cosas. ¿Por qué siempre que estoy teniendo un momento de paz algo tiene que pasar? El mundo en serio debe odiarme.
Parece que él también se acaba de dar cuenta de que estoy aquí y ahora parece incómodo, sería mejor que se buscara otro techo y ya, en vez de estorbar en el mio.
—Yo...—comienza a decir.
—No —lo interrumpo, lo último que quiero ahora es iniciar una conversación y mucho menos con él—. Solo cállate.
Abre la boca para decir algo, pero termina por cerrarla y sentarse al otro extremo del asiento.
Quizá antes fuí muy grosero con él, sé que no fue su culpa romper las cosas, bueno, en parte sí, pero al menos no fue su intención. Aún si él no hubiera hecho eso, el anciano hubiera encontrado otra cosa para echarme de ahí.
Veo al chico, está jugando con sus manos, parece tan incómodo que casi da pena. ¿Debería intentar disculparme?
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Café y Cartas
Novela Juvenil¿Un triangulo amoroso o solo una cadena de sentimientos no correspondidos? Una historia llena de drama y desde las tres perspectivas del triangulo, con sentimientos confusos que cada vez serán más complicados de llevar.