Era un día como cualquiera. Esos en los que la vida adulta abruma mental y físicamente. El trabajo, la casa, los hijos y un sinfín de tareas por continuar. Esa noche caí abatida en una silla, deseando desconectarme de la realidad.En alguna etapa de mi vida solía leer historias románticas, fantaseando con lo increíble que serían mis días si fuese yo la protagonista en ellas. Eso si, siempre lo tuve presente, incluso en mis sueños. Lo amaba demasiado como para pensar en alguien más. Él, era mi sueño hecho realidad.
Pero no todo es tan perfecto como en la ficción y nuevamente me encontraba rendida ante el aroma del humo de un cigarrillo y mi café. Abstraida en un juego matemático mi mente solo deseaba una cosa: dejar de pensar. O mejor aún, dejar de existir.
¿Ustedes pueden imaginarlo? una mujer de treinta años, quien en apariencia tiene la vida resuelta, tumbada en una silla y obsesionada por completar una cuadrícula. Patético ¿no?Lo que menos necesitaba en estos momentos de agotamiento, eran las infinitas publicidades que vienen en combo con cada app de juegos y simplemente no dejaban de aparecer llevando mi paciencia al límite. Pese a ello, no dejaba de mirarlas una y otra vez con tal de no usar mis neuronas.
Respecto a él, es todo lo que siempre soñé. "El sueño americano", dijimos una vez. Pero las cosas no marchaban lo suficientemente bien. La comunicación venía mejorando ampliamente en el último tiempo, pero el sexo era fatal. Le dije infinitas veces que me sentía frígida, que mi mente me impedía relajarme y en consecuencia, los encuentros eran cada vez más distantes.
Los días parecían transcurrir sin encontrar la solución a una encrucijada entre pasión y salud mental. Se había vuelto un hábito chocar espalda con espalda cada noche o dormirnos boca abajo. Siempre en contacto, pero uno muy distante.
Una vez más el día me aniquilaba y nuevamente me encontraba rendida a mis vicios y a las malditas publicidades. O al menos eso pensaba hasta este momento.Me encontraba intentando completar las cuadrículas de un sudoku. Mi mente hiperenfocada y mi cerebro procesando números, tareas, actividades, el empleo, los hijos. Repentinamente una publicidad me saca de mis pensamientos y capta mi atención. Un juego del tipo "elige tu historia" se colaba con fulgor en mi pantalla. Y recordé aquellas épocas en las que leer me trasladaba a mi mundo perfecto de amor y romance. Toque mi teléfono y accedí al link de descarga.
Luego de todo el ceremonial de la aplicación, el juego comenzó.
"Elige tu nombre"
Mi mente respondía sola: ¿Cuál podrá ser? Usar mi propio nombre implica atarme a mi realidad. Es mejor cambiarlo.
Pensé unos segundos y escribí:
Melody
"Ese sera mi nuevo nombre"
Luego siguieron las configuraciones de aspectos y otros detalles absurdamente banales, por lo que comencé a saltarme cada paso lo más rápido posible.
Mierda, me perdí el título, pensé.
La historia comenzó y comprendí que esto no se encontraba ni cerca de mis mayores sueños. Estaba lejos, muy por encima de mis expectativas.
La historia iniciaba en un club fetichista. Mis ojos se abrieron tanto por lo leído que temí que él lo notara. Si, compartíamos este momento de abstracción mental. Éramos dos adultos conectados a la pantalla del celular sin decir una palabra. Y pese a todo aún así, nos sentíamos acompañados.
Continué leyendo y comenzaron a aparecer conceptos como BDSM, Dom, Sum, Brat...
¿Que carajo es todo esto?
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Educando a Gina
RomanceDesperté un día anhelando cumplir mis fantasías. Un simple relato leido la noche anterior encendió una chispa que estuvo apagada durante unos 6 años de desconexión. La magia de internet. Su presencia y su compañía jamás dejaron de ser una necesidad...