Todo indicaba que mis palabras las excitaban tanto o más que mis manos.
Gimió de placer y relajó su espalda sobre mi pecho. Aún continuaba sentada sobre mí, desnuda, húmeda y agitada de deseo.
La tomé con fuerza de la mandíbula y le dije:
-Éste te lo perdono, el próximo gemido va con castigo.- ella simplemente asintió.
Exigirle que no hiciera ruido fue en vano. Tan pronto mis dedos se deslizaron dentro de ella comenzó a aumentar su velocidad al respirar. Disfrutaba ver sus pezones erectos. No podía dejar de pensar en todo lo que podría hacer con ellos.
Mis dedos buscaban llegar a su punto G para darle el máximo placer posible. Aumenté el ritmo y con ello sus gemidos comenzaron a salir de su boca accidentalmente. Fingía no escucharlos porque en mis oídos sonaban como la mismísima gloria. Comencé a frotarla con fuerza y sentí su vagina apretarse en mis dedos, su orgasmo estaba cerca.-Tocate, pero shhh. Calladita la boca-
Negó con la cabeza. Necesitaba saber qué la inquietaba tanto. No podía permitirme hacer algo sin su consentimiento. Le quité la mordaza, tomó una bocanada de aire y expresó:
-Es que voy a llegar y no puedo no hacer ruido- respondió tan agitada de placer, que me costó volver a concentrarme y no penetrarla en ese mismo instante.
Comencé a tocarla aún más ferozmente.
-En serio es que voy a acabar y yoooo.... Ahhh...-
Me hizo sonreír perversamente. Sentir que ella no ponía resistencia y disfrutaba de mis manos violentas, pero aún así deseaba obedecerme era devastador. Me sentía poderoso.
La levanté y le quité las esposas.
-Las manos a la pared.- le dije con frialdad.
El desconcierto en su cara era enorme, pero obedecía sin cuestionarme.
Separé sus piernas con mi pie, como si se tratara de un cacheo policial. La incliné y dejé sus glúteos expuestos.
Nunca había "castigado" a nadie. Me sentía preocupado, no quería lastimarla pero sentía que ella lo deseaba tanto como yo. Continuaba húmeda y agitada por la excitación. Tome el látigo y lo deslicé suavemente por la piel de sus glúteos, casi acariciándola. Sin mediar palabra la azoté suavemente. Ella no emitió sonido.- Contá. Son 10 por hacer ruido cuando no debías. -
Comencé a darle azotes intentando inicialmente ser sutil.
- Uno, dos, tres, ahhhhh! Cuaaaa...tro -
El cuarto azote fue más fuerte y la escuché gemir entre palabras. Me dejé llevar y no pude disminuir la fuerza de los impactos. Pese a ello, en lugar de sufrir, parecía disfrutarlo. Sin pudor aumenté levemente la intensidad.
- Ciiiin..co... ahhh sii seis - siguió contando extasiada.
- Nnn...nueve, dieeez - su respiración parecía la de alguien que corre una maratón de 10 kilómetros. Tomé mi miembro sobre mis pantalones, estaba resbaladizo, listo para entrar en ella.
- Qué putita buena que sos. Vení, sentate arriba mío de nuevo. Terminemos lo que empezamos, esta vez en silencio. - Asintió agitada y se ubicó de espaldas sobre mí.
Volví a meter mis dedos en ella y la toqué con violencia. Está vez, llevó su mano a su boca para evitar hacer ruido. Me excitaba su obediencia, su cuerpo brillando por el sudor y sobre todo su entrega.
-Tócate para mí putita. Dame todo lo que tenés guardado. Acabá para tu señor.-
Asintió evitando gemir con ruido y llevó su mano hábil a sus genitales. Esta vez no tuvo piedad de sí misma. Se masturbaba con tanta rapidez que el orgasmo no tardó en llegar. Con la mano que me quedaba libre, pellizqué sus pezones con una fuerza puramente pasional y fue el detonante de placer que necesitaba para alcanzar su climax. Sentí tanta presión dentro suyo que retiré mis dedos y su eyaculación impactó sobre mi palma. Deseaba estar saboreando aquel violento caudal de fluídos. Corrí su mano de su cara y metí mis dedos húmedos de ella en su boca. Mientras contenía un gemido ahogado en su garganta, su espalda se arqueaba y su pelvis no dejaba de moverse como si mi pene estuviera dentro suyo. Cuando logró relajarse le dije:
-Muy bien mi putita, muy bien. Te ganaste tu premio-
Me moví y la ayudé a levantarse. Las piernas le temblaban y mi mente no paraba de pensar que había sido yo el que generó semejante acto de lujuria.
La di vuelta y le pedí que se arrodille en su silla.Su culo con marcas rojas quedó completamente expuesto. Separó sus piernas mostrándome aún más su vagina húmeda y latente. Estaba roja, brillante, hirviente.
Me saqué los pantalones ya desabrochados y la ropa interior. Mi miembro erecto no podía esperar a estar dentro de ella. Asique sin mediar palabra la penetré.
Mis embestidas no fueron nada tímidas. Estaba tan excitado que no podía dejar de cogerla violentamente. La tomé por el pelo con fuerza obligándola a arquear la espalda una vez más.- ¿Te gusta que te coja fuerte putita? -
- Ay si señor, s... si... más duro señor... -
Sus palabras eran punzadas de placer en mi pene y mis testículos.
- Tocate de nuevo - ordené y obedeció.
La fricción de sus dedos en su clítoris, mi miembro entrando y saliendo de ella con violencia, su culo abierto y expuesto a mi mirada, sus gemidos de satisfacción. Todo era perfecto.
Tiré con fuerza de su pelo y se elevó contra mi. Metí dos dedos en su boca, jugó con su lengua y los llenó de saliva como si supiera exactamente cuáles eran mis deseos. La solté con rapidez obligándola a retomar la posición anterior y metí un dedo en su ano. Nada me gustaba más que ese culo entregado.
Mientras mi dedo se deslizaba dentro de ella, sus gemidos aumentaron y mis embestidas también. Me sentía un animal salvaje y no pensaba detenerme hasta saciar mi hambre voraz.Otro dedo acompañó al primero y mi mente no soportó más. Eyaculé con tanta fuerza que no lo creía posible. Ella tembló, gimió y se retorció uniendo su climax con el mío.
Me detuve lentamente y la abracé.- Gracias señor, gracias, gracias, gracias - dijo con la voz quebrada.
Salí de ella acariciando las marcas que el látigo dejó en su piel. La besé en la frente y luego en los labios. Nos vestimos y me desplome en mi silla pensando que todo esto era irreal.
Ni en mis mejores sueños cogía tan sabroso con mi mujer. Gina era perfecta y con esta nueva versión de ella, solo podía enamorarme más y más. Le encendí un cigarrillo y se lo pasé. Me agradeció y pregunté:- ¿Cómo te sentís? ¿Te gustó? -
- Eso fué más que increíble. Cómo si leyeras mi mente. - dijo sonrojándose.
- ¿Estás de acuerdo con todo lo que hicimos? Porque si te sentís incómoda podemos hablarlo. -
Me sorprendí de mis palabras. Realmente no había notado lo mucho que mejoré mi comunicación con ella hasta este momento. Se estaba entregando a mí con plena confianza en mis acciones y lo mínimo que podía hacer era cuidarla y respetar sus límites.
- Creo que deberíamos hablar de acuerdos, de límites y algunas cosas más - le dije dudoso.
- Si, estuve leyendo algo sobre estas prácticas y me gustaría que conversemos algunas cosas. No sé si estoy lista o dispuesta a probar todo lo que ví en internet. Solo puedo decirte que lo de recién fue excepcional. - su sonrisa expresaba su gratitud más que sus palabras. No pude evitar sentirme un semental.
La cogí como deseaba hace años, pero lo que ella me daba valía muchísimo más.
Me estaba regalando su confianza, su entrega y su cuerpo. Poco a poco se estaba convirtiendo en mi sumisa, mi putita y yo en su señor.
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Educando a Gina
RomanceDesperté un día anhelando cumplir mis fantasías. Un simple relato leido la noche anterior encendió una chispa que estuvo apagada durante unos 6 años de desconexión. La magia de internet. Su presencia y su compañía jamás dejaron de ser una necesidad...