Male reader x Carl Grimes
Carl Grimes, tu Carl Grimes, con el tiempo el cariño se había convertido en un amor mutuo, en un amor incondicional.
¿Pero que se hace cuando tenés todo el amor en las manos, y el amor de tu vida siquiera tienen corazón fu...
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TE DESPERTASTE en el sillón, con el cuerpo aún pesado por el sueño pero la mente ya alerta por la rutina. Te apresuraste a sentarte, frotándote los ojos. Al lado del sillón, en el suelo, estaba tu mochila. La abriste con movimientos rápidos y precisos, sacando el frasco de pastillas y una botella de agua medio llena que habias robado deliberadamente.
Desenroscaste la tapa con un chasquido seco, sacaste una pastilla blanca y te la llevaste a la boca. El sabor amargo se expandió en tu lengua por un segundo antes de que un trago largo de agua lo arrastrara. Respiraste hondo, un suspiro de alivio silencioso. Habías cumplido. Volviste a guardar todo en su lugar exacto dentro de la mochila y saliste al exterior.
El campamento de la granja ya estaba en movimiento bajo un cielo despejado. El aire olía a humo de leña y café. Algunos miembros del grupo removían las brasas de una fogata, otros cargaban agua desde el pozo. Glenn revisaba el motor de un auto junto a T-Dog. Era una mañana como cualquier otra, frágil en su normalidad.
Andrea apareció desde el costado de la caravana, con una sonrisa cansada pero genuina.
-Buenos días -dijo, acercándose- Maggie pasó temprano. Nos regaló huevos. Voy a prepararte unos revueltos. Y queda un poco de leche.
No esperó una respuesta. Se dirigió a una pequeña cocina de campaña que habían armado cerca y, en unos minutos, el chisporroteo de la sartén y el olor de la mantequilla derretida y los huevos llenaron el aire. Regresó con un plato de metal humeante y un vaso de leche tibia.
-Toma -indicó, colocándotelo en las manos- Come.
Mientras tú empezabas a comer, sentado en un tronco que hacía de banco, Andrea te acarició el pelo con un gesto rápido, casi maternal.
-Shane y yo estaremos en el techo de la caravana -dijo, señalando arriba- Vigilando. Come tranquilo.
Subió la escalera metálica y pronto se oyeron sus voces bajas mezclándose con las de Shane, que ya estaba arriba.
Te quedaste allí, con el plato en el regazo, mirando fijamente los huevos amarillos sin realmente verlos.
De repente, unas manos se posaron sobre tus ojos desde atrás.
-¿Adivina quién? -dijo una voz juvenil, llena de energía.
Te quedaste tieso, el tenedor a medio camino de tu boca. Las manos se retiraron y Carl apareció frente a ti, sonriendo de oreja a oreja. Ya no estaba decrepito en cama y se veía más fuerte, aunque aún un poco pálido.
-¡Funcionó! -dijo, riendo- Te asusté. -Se sentó a tu lado en el tronco sin pedir permiso- ¿Huevos? ¡Justo lo que quería! -Sin ceremonia, cogió un trozo de huevo revuelto de tu plato con los dedos y se lo comió- Mmh, no están mal.
Hablaba rápido, como si llevara semanas acumulando palabras.
-Oye, ¿sabías que tengo comics? Los he guardado todo este tiempo. Son de antes. De superhéroes. -Sus ojos brillaban con entusiasmo- Espera, te los voy a enseñar. ¡No te muevas!
Se levantó y corrió hacia su carpa, desapareciendo dentro por un momento.
Fue entonces cuando Lori se acercó. Caminaba con calma, con una taza de café en las manos. Se detuvo frente a ti, observándote con una expresión serena.
-Se está portando bien, ¿Verdad? -dijo, en un tono bajo y pacífico, como si comentara el clima- Se emociona mucho. Necesita... Conectar con alguien. -Bebió un sorbo de café. Su mirada era amable, comprensiva-
Carl regresó antes de que ella pudiera decir algo más, con un cómic arrugado pero cuidado en las manos.
-¡Mira! -dijo, mostrándote la portada colorida donde un hombre con capa luchaba contra unos monstruos- Este es el mejor. El Hombre Relámpago. Puede correr más rápido que los caminantes, seguro. -Se sentó de nuevo a tu lado y empezó a pasar las páginas, explicándote cada viñeta con un detalle exhaustivo
Carl seguía pasando las páginas del cómic con dedos entusiastas, señalando cada detalle.
-Y en esta parte, mira, él usa los relámpagos para crear un escudo. ¿No es genial? -preguntó, aunque no esperaba una respuesta. Su energía era contagiosa en medio de la quietud matutina del campamento.
Tú asentiste lentamente, casi sin darte cuenta. Tu mirada se fijó en los dibujos, en los colores brillantes.
Lori observó la escena con una sonrisa pequeña y triste. Bebió el último sorbo de su café.
-Carl -dijo, su voz suave pero firme- Deja que termine de desayunar en paz. Luego le muestras los demás.
Carl miró el plato a medio comer en tu regazo y frunció el ceño, como si solo entonces se diera cuenta.
-Ah, claro. Lo siento -dijo, cerrando el cómic con cuidado- Pero después te muestro el número donde lucha contra el Ejército de Esqueletos.
Se levantó y se fue saltando hacia donde Glenn estaba, probablemente a contarle sobre su nuevo público para las historias del Hombre Relámpago.
Lori te miró una última vez.
-Come -repitió, con esa calma inquebrantable que parecía ser su escudo- Te veré luego.
Se alejó, dejándote solo con el resto de tus huevos revueltos ya tibios y el vaso de leche.
Arriba, en el techo de la caravana, las voces de Andrea y Shane bajaban en fragmentos.
─ No vimos nada anoche. Demasiado quieto -decía Shane, su tono siempre cargado de una tensión contenida.
-Demasiado quieto me pone nerviosa -respondió Andrea- Prefiero el ruido. Sabes a qué te enfrentas.
Terminaste de comer el último bocado de huevo. El sabor a mantequilla y sal era simple, reconfortante. Bebiste el resto de la leche, que ya estaba casi a temperatura ambiente.
Te quedaste sentado un rato más, con el cómic que Carl había dejado a tu lado. Pasaste la mano por la portada, sintiendo el papel gastado. Luego, te levantaste, lavaste el plato y el vaso en un balde de agua que tenían para eso y los dejaste secar sobre una piedra lisa.
Miraste hacia la caravana. Andrea te estaba observando desde arriba. Te hizo un pequeño gesto con la cabeza, una señal de que todo estaba bien, de que podías moverte libremente.
Caminaste hacia el borde del campamento, cerca de donde empezaba el campo abierto. Te sentaste en la hierba, con las rodillas pegadas al pecho, y observaste el horizonte. Los árboles del bosque ondeaban suavemente con la brisa. A lo lejos, un pájaro volaba en círculos.