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Peter no podía pedirle a Miles que se enfrentara a Kingpin, tampoco que se pusiera en peligro para regresarlos a sus respectivas dimensiones. Cuando lo probó, lo supo. No estaba listo.


Él por su parte, lo estaba desde hace mucho tiempo; desde la perdida de la tía May. Desde su divorcio y de todas las malas decisiones que había tomado durante su vida. Ya era un hombre con 38 primaveras en su ser. Había vivido como había querido, incluso con los inconvenientes que la vida parecía empeñada en ponerle. Por eso, se ofreció a ser el que se quedara. Los demás aún tenían mucho porque vivir. Él ya había tenido suficiente, así que no dudó al momento de regresarlos a su dimensión. No se lamentó cuando el colisionador explotó, y con él la única manera de regresar a su universo para no desintegrarse.


Sufría cada día de los glitches, que distorsionaban su cuerpo de manera dolorosa. Podía notar como con el paso de los días estos eran más prolongados y dolorosos. La manera en que, por momentos, algunas partes de su cuerpo tardaban un poco más en regresar a la normalidad. Aún si no podía controlarlos, aprendió a predecirlos. Preparándose para soportarlo.


No perdió el tiempo como siempre lo había hecho, enseñó cuanto pudo a Miles: le ayudó a controlar mejor sus poderes, a entenderlos y lidiar con ellos. Le inculcó a ser estratega durante sus peleas, la manera en que no debía dejarse cegar por sus sentimientos. Como ignorar el dolor concentrándose en que tenía que volver a levantarse, para ayudar a los que no podían protegerse. Intentó ser el mejor mentor que alguien como él podría ser, y cuando sintió el final cerca, se despidió de Miles con una excusa tonta sobre desear pasear, yéndose cuando el otro estaba en la escuela para que no pudiera seguirlo o intentar detenerlo.


Se alejó lo más que pudo de la ciudad. Casi comprendía a los animales que hacían eso mismo; separarse de la manada antes de perecer. Apretó la mandíbula con fuerza al sentir que venía otro glitcheo, y no pudo evitar gritar por lo doloroso de aquella distorsión en su cuerpo. Cayó boca arriba en el suelo mientras jadeaba, intentando superar las vibraciones que aún replicaban en lo más hondo de su ser. La doctora Octopus de esa dimensión tenía razón, era jodidamente doloroso como cada una de sus células iban muriendo. Cada distorsión era más prolongada y dolorosa que la anterior, en señal de que estaba a nada de desaparecer para siempre.


De lo único que se lamentaba, era de no poder ver que tan lejos llegaría Miles como Spiderman.


Observó el cielo por última vez, antes de cerrar los ojos con fuerza cuando el tormento comenzó de nuevo. Estaba seguro de que no podría salir de esa situación. El dolor era tal, que no podía pensar en nada más que no fuera desear desaparecer de una vez. Que su tortura al fin terminara, pero el inmenso dolor se detuvo a medio camino. Creyó por un instante que había muerto, por la manera en que dejó de sufrir. Como de golpe el glicheo se detuvo.



Abrió con dificultad los ojos, e intentó enfocar a un lado suyo al notar su brazo alzado, siendo sujetado firmemente por una mano enguantada de color azul con detalles en rojo. No tuvo la fuerza para mirar más arriba, todo se volvió negro y perdió el conocimiento.


El tenue sonido de las maquinas, que monitoreaban su ser apenas llegaba a los oídos de Peter que comenzaba a despertar. Se removió suavemente, quejándose bajo por lo tensos que se sentían sus músculos, lo doloroso que estaba resultando el simple hecho de respirar conscientemente. Parpadeó repetidas veces intentando acostumbrarse a la luz; el techo era blanco, altas cortinas del mismo color no le permitían ver nada más de ese lugar. Bajó su vista a su cuerpo, notando que no traía su traje de Spiderman, en su lugar estaba usando una ropa color azul cielo, suave al tacto. Movió su mano dándose cuenta de la intravenosa sobre su muñeca, siguió la vía hasta una bolsa colgada de cabeza con un líquido transparente. Frunció levemente el ceño, aquel lugar parecía un hospital, pero eso no podría ayudarle a sobrevivir. Lo sabía. Estaba a un glitcheo de desaparecer.

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