La baronesa se secó las lágrimas y se presentó con una voz suave y amable: —Soy Ester Lución. ¿Les gustaría venir conmigo?
Mi corazón dio un vuelco de emoción, sabía que todo estaba saliendo según lo planeado. —Señorita, pero ¿no será una molestia para usted? —pregunté, tratando de parecer aún más vulnerable.
La baronesa Ester negó con la cabeza, con una sonrisa sincera en sus labios. —No, Darling, no serán una molestia para mí. Tú y la pequeña Liz jamás serán una carga. En realidad, serán una bendición.
Liz no pudo contener su emoción y exclamó: —¡En serio, señorita Lución?
Ester asintió con dulzura. —Sí, en serio, niñas. Ustedes serán mis hijas, ambas.Siguiendo el guion cuidadosamente preparado, subimos al carruaje con la baronesa. Sus ojos brillaban con genuina alegría mientras nos acomodábamos en el interior.
El carruaje comenzó a moverse, alejándonos de los oscuros callejones y acercándonos a un futuro que apenas podíamos imaginar.El primer paso de mi plan estaba completo. Ahora, con la baronesa Ester como mi protectora, estaba a un paso más cerca de la venganza que tanto ansiaba.
El viaje en carruaje duró dos largas horas, y durante ese tiempo, Liz y yo observamos el paisaje que se extendía ante nosotros. Al llegar a nuestro destino, nos bajamos y entramos en la casa de la baronesa Ester.
La mansión, a diferencia de las ostentosas residencias de la alta sociedad en la capital, era sencilla y acogedora. Estaba rodeada de exuberantes árboles y coloridas flores en el jardín, un contraste refrescante con la ajetreada vida de la ciudad.
La baronesa nos dio la bienvenida y nos invitó a entrar. A pesar de su modestia, la casa emanaba calidez y comodidad. Era un lugar al que rápidamente nos estábamos acostumbrando.
—Vamos, Darling, Liz. Deben de estar cansadas después del viaje y seguro tienen hambre —dijo la baronesa Ester.
—Está bien, señorita Lución —respondió Liz, mostrando respeto.
La baronesa Ester nos miró con ternura y nos hizo una proposición que nos tomó por sorpresa. —Oh, Liz... si no te sientes incómoda, puedes llamarme mamá. Me gustaría mucho. Lo mismo va para ti, Darling.
Liz no pudo ocultar su emoción y, con lágrimas en los ojos, respondió: —En serio, señorita Lución... digo, mamá. —Su voz estaba llena de alegría y gratitud.
—Por supuesto, Liz. Ahora, entremos —dijo la baronesa, guiándonos hacia la casa.
Mientras cruzábamos el umbral, noté las miradas de los sirvientes que nos observaban. Algunos nos miraban con extrañeza, mientras que otros parecían mostrarnos desprecio debido a nuestra apariencia desaliñada.
Era comprensible que nuestra presencia generara reacciones diversas, pero no pude evitar sentir un creciente resentimiento hacia aquellos que nos juzgaban.
Liz, a mi lado, parecía haber perdido parte de la emoción inicial y ahora se sentía incómoda bajo las miradas escrutadoras. Era una niña que había sufrido lo indecible y no merecía el juicio de nadie, mucho menos el desprecio.
Continuamos avanzando por la mansión hasta que la baronesa nos llevó a una habitación. Al entrar, me di cuenta de que era una habitación encantadora, pero al mismo tiempo, la nostalgia se apoderó de la voz de la baronesa.
—Esta era la habitación de mi hija... ella falleció hace dos años. Si estuviera viva, tendría la misma edad que ustedes —dijo con tristeza en sus ojos—. De todos modos, ahora será suya. No les importará compartir la habitación mientras se acostumbran, ¿verdad?
No quería que la baronesa se sintiera incómoda, así que respondí con una sonrisa y gratitud sincera: —No para nada, sería perfecto que Liz y yo compartiéramos la habitación mientras nos aclimatamos a nuestro nuevo hogar.
La baronesa asintió con satisfacción. —Perfecto, Darling, Liz. Voy a llamar a alguien para que les ayude a darse una ducha y luego podrán venir a comer.
La sensación del agua caliente en la bañera fue un alivio para mí. Me permitió relajarme un poco después de días de suciedad y privaciones. Era difícil acostumbrarse a una vida sin lujos después de haber sido parte de la mafia, donde se valoraba la protección de la familia por encima de todo.
Mientras disfrutaba de la comodidad de la bañera, no podía evitar pensar en mi venganza. El primer paso de mi plan estaba completo; ahora estaba bajo la protección de la baronesa y oculta del mundo exterior.
Necesitaba ganar poder y aliados antes de enfrentarme a la ahora gran duquesa de Greyrat, la despreciable Marta, esa maldita, junto que su querida hija, Cristal. Y no podía olvidar al conde Carlos Bay, cuya muerte se convertiría en mi mayor satisfacción, al matarlo con mis propias manos . Ninguno de ellos escaparía de mi venganza.
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Tu Muerte será mi Felicidad
FantasyDespués de sumergirme en una novela romántica, mis recuerdos de una vida pasada resurgieron, revelando las cicatrices y los responsables del infierno que viví. Ahora, en esta nueva y exitosa vida, me encuentro en mis momentos de éxito, pero no dura...