Familia

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El sonido de las llaves al abrir la puerta retumbó en el pasillo silencioso del edificio, mientras que del otro lado de la puerta que intentaba abrir los maullidos se volvían cada vez más insistentes desde que había escuchado que alguien había llegado.

– Sh Barry, calmate – susurró Spreen abriendo levemente la puerta para asegurarse de que el gato no saliera cuando abriera del todo para entrar.

Decirlo no hizo que el gato dejara se detuviera, ahora mientras se refregaba contra las piernas del pelinegro después de haber reconocido de quien se trataba, sin dejarlo avanzar tranquilamente para adentrarse en el departamento. Spreen ya sabía que le tenía mucho cariño, siempre se lo demostraba cuando lo veía, pero al estar solo el recibimiento era aún más exagerado que en cualquier otra ocasión.

– ¿Qué pasa Barry? Te vine a dar de comer yo porque tu papá te abandonó – dijo jodiendo entre risas mientras las pequeñas orejitas se movían escuchando el sonido de su voz desde su nuevo lugar sentado en la mesada de la cocina. – Mentira amigo, tu papá ya va a volver pero mientras te voy a cuidar yo – siguió hablando al darse vuelta y verlo mirarlo con la cabecita torcida, como si estuviera tratando de entender lo que le decía.

Bajo su atenta mirada, Spreen le puso la comida en su plato y se fue a sentar al sillón, esperando que comiera algo y poder hacerle un rato de compañía al pequeño animal que pasaría solo toda esa semana mientras su dueño estaba de vacaciones salvo en los ratos en los que él fuera de visita. Quería asegurarse de que estuviera lo mejor posible.

No tardó mucho tiempo en acercarse a donde se había ubicado, después de comer un poco primero por supuesto, con la intención de hacer que el humano jugara con él. Aunque normalmente prefiriera estar tranquilo, estar tanto tiempo solo hacía que buscara la compañía de quien sea en cuanto la tuviera. Sin embargo, una vez que estuvo a su lado comenzó a olfatearlo atentamente sin parar, antes de mirarlo mal y alejarse, primero de apoco y después rápidamente.

Spreen no le dio mucha importancia al principio, ni siquiera lo notó, pensó que simplemente estaba distante porque extrañaba a Carre y quería que fuera él quien estuviera ahí en su lugar. Comenzó a parecerle raro recién el día siguiente, cuando entró sin que Barry siquiera se le acercara, mirándolo entrar desde el final del pasillo, teniendo su atención un rato después cuando comenzó a olfatearle la mano insistentemente igual que el día anterior antes de alejarse, esta vez bruscamente, y pegarle con una de sus patas mientras lo miraba con mala cara.

– ¿Qué te pasa loco? – preguntó riéndose a la vez que extrañado ya que no era de ese tipo de gatos, al menos con él nunca se había comportado así. Automáticamente, Barry comenzó a acariciar con su cabeza la mano que acababa de golpear. – Ah no vos estás enloqueciendo posta acá solo – siguió riéndose mientras el gato se le refregaba cada vez más exageradamente, intentando dejarle su olor para reemplazar el que había sentido sin que el humano lo supiera.

Cuando llegó la hora de que se fuera, después de quedarse un rato jugando con él y devolviéndole los mimos, Barry lo miraba con cara de pobrecito desde el sillón, mientras lo veía agarrar sus cosas para dejar el departamento y volver un rato al día siguiente.

– No me mires así Barry, no te puedo llevar conmigo a mi casa como hice otras veces – le devolvió un maullido, como si estuviera contestándole a lo que había dicho. – Carre tampoco me deja así que no insistas.

Un maullido más como respuesta con esa carita fue suficiente para que cayera.

– Bueno no me mires así hijo de puta te llevo, pero tu papá me va a matar.

Sin detenerse a pensar ni un segundo en las consecuencias, Spreen al gato y a todo lo que necesitaba para quedarse en su casa durante el resto de los días que quedaban de esa semana de vacaciones de Carre y se lo llevó finalmente a su departamento, le daba demasiada pena dejarlo solo. Esperaba que el castaño lo entendiera.

IRL - Spreen x CarreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora