Capítulo 21 - Problemas y enemistades (Parte 1)

14 0 0
                                    

A pesar de todas las inquietudes que tenía, haber visitado las instalaciones de la academia y tener mi primera práctica habían logrado mantener mi mente ocupada y lograr una pequeña resolución entre mis inseguridades.

Este momento era decisivo y necesitaba actuar del modo más acertado para que todos los malentendidos que existieran se resolvieran de la mejor manera. Tomé un largo y profundo respiro antes de ingresar en mi salón. Había resuelto en apresurarme lo más posible para ser la primera en llegar, necesitaba la tranquilidad del espacio para poder hablar con mi amiga sin que nadie interfiriera.

Amelia, como siempre, era de las primeras en llegar al instituto, por lo que no me sorprendí al advertir su presencia; la única diferencia perceptible a primera vista era la ausencia de Lidia, puesto que ellas siempre se encontraban juntas antes de que yo siquiera arribara, y por un instante el ambiente en el aula se sintió extraño, distante, como si incluso el semblante de Amelia se hubiera tornado sombrío.

—Hola, Rosalie, eres la primera en llegar. —Su voz fue suave como un susurro, pero lo bastante inteligible para oír su mensaje, aunque su mirada se limitaba a mantenerse baja, como si fuera un acto mecánico.

—Amelia, necesito hablar contigo —solté rápidamente porque quería aclarar todo de manera franca y amable.

—¿Sobre qué quieres hablar, Rosalie? —mencionó mecánicamente con mayor notoriedad.

—Sobre el problema que hay entre Lidia y tú —declaré suavemente, pero con total seguridad, manteniendo el semblante sereno que la situación requería.

—¿De qué hablas, Rosalie? —Por un instante noté una ligera confusión en las palabras de Amelia.

—Necesito saber por qué —sopesé por un momento, un tanto dubitativa, al final desistiendo y continué—, necesito conocer tu parte de la historia.

—Ah, así que ya te lo contó, que soy la peor amiga y que los traicioné. —En unos segundos la expresión de Amelia cambió, sus ojos ya no estaban vacíos y su voz denotaba animadversión.

—Amelia, cálmate un poco. —Intenté sosegarla, retomando una postura serena para darle a entender que no tenía por qué sobresaltarse—. Por eso es que vine a hablar contigo directamente.

—Bueno, quieres saberlo o, ¿no?, quieres saber si utilicé a Nathan, a tu querido amigo. —Nunca en todo el tiempo que había conocido a Amelia llegué a observar una mirada tan fría y afilada como la que ella me dirigía en ese mismo instante—. Lidia, tu amiga, dice la verdad —soltó con el mismo resquemor en sus palabras, haciendo énfasis en la palabra «amiga».

—Amelia, ¿por qué...

—¿Por qué?, tú me hiciste lo mismo. Juegas a ser la niña buena cuando en realidad es una frazada, te aprovechas de los demás.

—No, Amelia, yo nunca te haría daño. Lo que sucedió con Lisandro, yo nunca lo acepté. —Intenté acercarme a ella para tranquilizarla un poco.

—No me toques, ¡te odio!

—Amelia...

—Es cierto y ahora puedo decirlo, siempre te odié; yo nunca quise que te acercaras a mí, que te acercaras a nosotras.

—No... yo...

—Tú, te robaste a mi mejor amiga, me robaste aLisandro y me robaste todo. ¿A quién quieres engañar?, tú ya viste a laverdadera yo, a la verdadera Amelia. Nunca soporté tu actitud de niña perfecta,sabelotodo y siempre amable con una sonrisa; ambas sabemos que no es así, pordentro te estás burlando y regodeando de ti misma.

—Yo... lo siento, creí que eras... que éramos amigas.

—No montes lágrimas falsas. Si lo sientes tanto al menos debes aprender algo. —Amelia alzó su mano con la intención de abofetearme, pero la detuve justo en el momento preciso.

—Entiendo tus verdaderos sentimientos, que en realidad me hayas odiado, pero eso no te da el derecho de utilizar a terceras personas, al menos debiste ser sincera conmigo. Lidia era tu amiga y Nathan no tiene nada que ver con esto.

—Ja, hablas de Nathan como si fuera una blanca palomita y en realidad es igual a ti. Suéltame, me haces daño.

—Lo siento Amelia, realmente lo siento. —Había abusado de mi fuerza de forma inconsciente debido a que no pude controlar bien mis emociones.

—Amelia, es suficiente. —Nathan apareció ante nosotras tan solo abrir la puerta del salón. Aún era temprano como para que mis otros compañeros comenzaran a ingresar, así que su llegada me tomó por completa sorpresa, dejándome absolutamente paralizada.

Miles de pensamientos comenzaron a arremolinarse intentando hacer sentido frente a la súbita situación en la que me encontraba. ¿Por qué había llegado a esta hora? ¿Había escuchado todo? ¿Qué haría si se había enterado? ¿qué le diría?

—Nath... —Intenté ordenar mis palabras para ser interrumpida por Amelia.

—Oh, Nath.

—Ya deja de fingir, fuiste demasiado lejos, no voy a permitir que lastimes a Rosalie. Deja esta farsa, yo nunca quise ser parte de tus mentiras, es más que claro que nunca nos consideraste tus amigos.

—Ay, ya veo, como siempre vas a tomar el lado de Rosalie. Ja, son tal para cual, como sea, no los necesito, par de ñoños.

Presenciar la reacción de Amelia e irse generó múltiples emociones en mí, mas no logré contener las lágrimas que sumergían mi rostro y más al ver a Nathan frente mío que se había enterado de la verdad de la peor manera.

—Nathan, yo no... quería que esto sucediera, lo siento, lo siento mucho.

—Rosalie, tranquila, está bien, —emitió una pausa— estoy bien —enunció tomándome por los hombros para finalmente rodearme y sostenerme suavemente en un acto para amainarme—. Yo soy quien lo siente —sostuvo con pesar, cerrando más su abrazo, haciendo que agachara su rostro a punto de descansar sobre mi hombro.

—¿Por qué?, tú no hiciste nada malo —respondí. No entendía el porqué tenía la necesidad de disculparse cuando él debía ser la persona que recibiera consuelo, no de la manera contraria.

—Yo... lo siento porque al parecer a causa mía te hice daño y eres muy importante para mi, eres una amiga muy preciada.

—No tienes por qué sentirte así Nathan, no tienes por qué culparte, nada ha sido tu culpa. Eres el único que tiene el derecho de sentirse lastimado. Discúlpame por no haberte dicho nada, realmente esperaba que todo fuera un malentendido —mencioné sollozando, limpiando el desastre de mi rostro que parecía haberse hinchado por frotarlo constantemente.

Después del enfrentamiento con Amelia no sabía que más sentir, me sentía herida por quien pensaba que sinceramente era mi amiga y nuevamente mis inseguridades hacían que me volviera indefensa e inconscientemente mis recuerdos me llevaban a rememorar todas las veces en que mis intentos por ser amigable con los niños de mi edad terminaban en el disgusto de los demás. 

GuardianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora