Capítulo 15 - Cambios (Parte 1)

36 1 3
                                    

¿Yo?, ¿ser un hada? Aún no me adaptaba a la gran revelación que se presentaba ante mí, y pensar en sí el descubrimiento de Nathan fuera erróneo; no había cavidad para más dudas sobre lo que yo era realmente, aunque sí quizás al origen de mi naturaleza. Tal como lo había mencionado Nathan, yo era parecida a él, por lo que también era una dividida; las dos partes de mi esencia son las que me mantenían en conflicto, pero a pesar de ello, era capaz de sentir como si todo mi ser al fin hubiera sido liberado de una prisión, de un encierro en el cual lograba ver mi yo verdadera.

¿Realmente siempre habré sido así y todo lo que se encontraba a mi alrededor no había sido más que una ilusión? No, no me podía permitir pensar eso; mi familia, mis amigos y todo lo que había construido era real, debía ser real. Si recurría nuevamente en ese pensamiento, las dudas comenzaban a surgir, inquietudes y temores de los cueles yo no quería formar parte; como la posibilidad de que mis padres no fueran mis padres o que algo malo haya sucedido en el trascurso de mi existencia, desde las ideas más irracionales hasta las que resultaban más lógicas con miedo a aceptarlas.

Si me detenía a pensar con más detalle, mi aparente ligereza cobraba mayor sentido; no tenía idea de cómo no lo había notado antes, probablemente se debería a que desde el día de ayer mi mente era un desastre completo. Mis sentidos en conjunto se encontraban más agudizados. Mi olfato que antes había supuesto un gran problema y pensé que era un inconveniente para mi salud, ya no me resultaba una gran molestia.

Logré percibir los aromas que se escondían en mi habitación y a los que antes no les tomaba importancia. Perfume, productos de limpieza, las paredes, los muebles, e incluso la tela de las cortinas tenían un olor; que no me hacían sentir nauseabunda ni inestable. Todas las percepciones que llegaron a mi mente eran fuertes pero fui capaz de soportarlas, tal vez ahora que me encontraba consciente de mis habilidades, mis sentidos se estaban acostumbrando y se estabilizaban, ya no como una ola de conmoción.

Si todo era de esta manera, quizá también debería probar mi fuerza, aquella ante la que me encontraba tan aterrada; ¿todo esto influía en ser un hada? Primeramente decidí evaluar la magnitud de mi fuerza para saber que tan bien podía controlarla, debía hacerlo, si quería sobrevivir sin hacerle daño a nadie en el proceso.

Con pasos dubitativos, intenté ejecutar mi rutina de ejercicio, probando mis hipótesis de resistencia. Inicialmente, ejecuté ejercicios de acrobacia; algo que en un primer momento me sorprendió es que ya no requería de usar demasiada fuerza al realizar una pirueta, e inclusive los saltos mortales no me suponían un desafío. Actualmente, me sentía por mucho demasiado ágil, como si fuera capaz de volar en el cielo; en ese momento una imagen acudió a mi mente. La vez en que descubrí que Nathan era un hada, él me había mostrado sus alas, ¿él también las usaría para volar?; es por ello que me pregunté si yo también poseía alas o era una simple ilusión de la energía.

Mi velocidad al igual que mi fuerza era mayor; con esta nueva destreza, todo parecía más sencillo y a la vez complicado, porque no poseía el control absoluto de mis movimientos, y si bien parecía que mis movimientos eran livianos, todo se debía al incremento en mi fuerza, y un toque o un impacto sin cuidado podría resultar letal para cualquiera; algo demasiado peligroso que aún me atemorizaba, pero no, debía confiar en mi capacidad de control para no volver a lastimar a alguien inocente. Nathan era la viva prueba de alguien que podía vivir normalmente, y él se había ofrecido a ayudarme; no sé qué habría sucedido conmigo si no tuviera un amigo en el que pudiera confiar plenamente y me brindará todo el apoyo necesario para pasar a través de todo este tipo de situaciones.

Cada vez que pensaba en Nathan era como si dependiera de él, como si yo todavía fuera demasiado frágil para valerme por mi misma, al igual que un bebé dando sus primeros pasos. No quería ser una carga para nadie, ni siquiera por mis padres, quienes habían sacrificado mucho por mí. El miedo aún persistía, el miedo a lo desconocido, y el miedo a destrozar la imagen de mi realidad.

GuardianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora