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Aparte de sexy, Jimin estaba forrado. Kook medio había supuesto eso al saber sobre sus padres siendo los dueños de la discoteque, pero no había aventurado tanto como la casa de granito blanco que tenía frente a sus ojos. Como nota mental, iba a tener que hablar seriamente con Tae y Yoongi en algún momento.

Taehyung y las chicas se bajaron del carro tan pronto como este se detuvo. Ellos se sorteaban entre los tres con besos y toqueteos, Kook no estaba seguro sobre cómo sentirse al respecto. Tae era un buen tipo y estaba bajo un pase libre de su novia pero, de todas maneras, Kook era un tipo que juagaba a la monogamia así que...

Jimin llamó su atención poniendo su mano gentilmente en su brazo.

—¿Está bien si entramos? —preguntó en aquella voz suave que había usado antes para preguntarle si quería besarlo.

—¿Por qué me lo preguntas? Hemos llegado hasta aquí.

—Lo sé y sé también que recién nos conocemos, fue un gran gesto el arrancar con nosotros como lo hicieron.

—No le des importancia... aunque es importante, nosotros nos besamos, no beso a cualquiera.

El rostro de Jimin se dividió en una gran sonrisa, batiendo sus pestañas en su dirección.

—¿Ni aunque sea tan guapo como yo?

—Ni aunque sea tan hermoso como tú. Soy de piel, tiene que haber algo más.

Hermoso, ya era la segunda vez que se lo decía. Jimin estaba acostumbrado a ser apreciado. Él se parecía a su madre, tenía rasgos llamativos, el porte de su padre, una boca inteligente, un genio rápido, un desentendimiento de los asuntos para no hacerlos sentir graves. Él le agradaba a la gente, lo sabía. A primera vista y cuando le conocían. O más bien, cuando creían conocerlo. Era bueno fingiendo, pocas personas le calaban hondo; quizás solo Da Eun y Ha Eun lo habían logrado. Mientras Kook le miraba, sintió que él podría ser otro a quien le permitiera conocer al verdadero Jimin, pero tenía el augurio de que si lo hacía, sería demoledor.

Tan pronto dejaron el carro, sus manos se buscaron, casi como si llevaran tiempo haciendo lo mismo y no como si se hubiesen conocido hacía menos de dos horas. Se separaron lo justo para abrir la puerta e ingresar al lugar. La casa por dentro era aún más impresionante que por fuera, si es que eso era posible. Ellos pasaron a la sala pintada de un blanco cremoso.

—Chicas, conocen el lugar —Jimin dijo dando libertad a sus amigas. Ellas se dirigieron a los gabinetes de licor abasteciéndose. La música se encendió desde el equipo en un rincón y el trío volvió a formarse, las chicas rodeando a Tae, bailando.

Jimin se despojó de la chaqueta lanzándola a ningún lugar en especial, Kook lo imitó dejando la suya doblada en un brazo del sofá, luego se le unió en el salón. Se dejaron caer en un Berger de doble tamaño que los dejó apretados cara a cara y se bebieron un vodka en silencio, a ratos riéndose de los movimientos de los amigos de ambos.

Sin darse cuenta, se lo bebieron todo. No había roces entre ellos, solo miradas. Intensas miradas. Calientes. Llenas de promesas. Como si cada uno pudiera ver las intenciones del otro en sus pupilas dilatadas. Cuando quedaba solo el concho de la botella, Jimin se lo ofreció, Kook se negó. Con una expresión extraña en los ojos, el más joven se bebió el resto de un trago. Luego bajó la botella y la tiró al piso.

Kook escuchó el ruido amortiguado de la botella caer sobre la alfombra, pero no le prestó atención. Jimin lucía una sonrisa sexy de medio lado, muy parecida a la que le dio cuando cruzó la cortina hacía unas horas atrás. Destinada a ser coqueta y sugerente, a la vez que lamía su labio inferior una y otra vez. Este estaba hinchado y de un fuerte rojo, Kook quería morderlo.

Flores en el cabello Donde viven las historias. Descúbrelo ahora