XIV

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El padre de Jungkook no podía creer a sus ojos. Pestañeó un par de veces, solo por si acaso, pero la imagen frente a él no parecía cambiar. Había un chico con falda en el medio de su sala de estar. Llevaba maquillaje, las piernas afeitadas y zapatos con tacones. Su esposa, quien estaba escondiendo su risa detrás de sus manos, lo miraba a él y solo a él, esperando por su reacción.

—Yo... ejem... soy el padre de Kook —dijo encontrando su voz. Extendió su mano hacia el chico de cabello rosado. —Encantado de conocerte.

Jimin, como se había presentado hacía unos segundos, sacudió la mano con un apretón sorprendentemente fuerte.

—Puedo ver que está contrariado, —ofreció. —no es necesario que se contenga por mí. Si yo estoy molestando aquí... —Él cambió el peso de un pie a otro.

Kook le dio una dura mirada desde donde estaba de pie con los brazos cruzados sobre su ancho pecho.

—Tu no molestas. Eres mi invitado —Miró a ambos de sus padres casi desafiándolos a que dijeran lo contrario. Su padre tomó nota de ello. —Jimin se quedará unos días, ¿está bien? Mientras resolvemos qué haremos.

Su madre, Dios bendiga a esa mujer, abrazó a Jimin efusivamente cortando con la tensión en el aire.

—Kook ya me dijo lo de tus padres —dijo al chico entre sus brazos. —Aquí tienes un lugar sin presiones, puedes quedarte cuanto desees.

Jimin se sintió conmovido, dando a la baja señora unas palmadas torpes en la espalda. Porque él no estaba acostumbrado a las muestras de afecto de ese tipo.

—Muchas gracias, —Se las arregló para decir. —ya veo de dónde sacó Kook la ternura.

Jungkook sonrió. Pero su sonrisa murió cuando vio la mirada en ojos de su padre.

Él les había hecho una corta llamada antes de llegar para dejarles saber que no iba solo y que la compañía iba a pasar la noche. Su madre había atendido el teléfono y aunque no cuestionó nada, él había querido dar una pequeña introducción de quien era Jimin. Y el solo saber que era por ese chico que su hijo había ido a parar a la comisaría noches atrás, su progenitora se mostró feliz y dispuesta a cooperar con todo. Kook no la entendería jamás, pero no se estaba quejando.

Su padre, por otro lado.

Haciéndole una seña, lo llevó a un rincón, aprovechando que Jimin estaba charlando con su madre.

—Papá... —comenzó.

Pero su viejo le puso una mano en el hombro.

—Creí que te gustaban los chicos —dijo con el entrecejo fruncido. —No lo digo como algo malo, lo estoy digiriendo ¿sí? Solo no entiendo, si te gustan los hombres, ¿por qué llegas aquí con alguien que luce como una mujer?

Kook se armó de paciencia.

—No luce como una chica. —resaltó con paciencia. Lo último que quería hacer era pelearse con su padre en esas circunstancias. La noche había tenido suficiente drama en sí misma. —Él se viste de manera extravagante, es algo freak, en el buen sentido. Y me gusta. En serio que sí, yo quiero...

Su discurso fue cortado.

—No necesito saber más —Su padre negó, sonriéndole con los ojos incluidos. —Sé que me he comportado como un padre horrible en el último tiempo, pero solo me tomaste con la guardia baja. Tienes que perdonarme. Soy un hombre anticuado, y siempre has sido tan masculino que no podía congeniar tu imagen con las de un chico gay.

—Es que no hay ninguna imagen. —La mandíbula de Jungkook tembló. —Papá...

Su viejo lo arrastró para un abrazo como ningún otro que recordase. Le molió los huesos y lo armó de nuevo con sentimiento puro.

Flores en el cabello Donde viven las historias. Descúbrelo ahora