VII

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Los separaron en diferentes celdas, las chicas fueron llevadas juntas a la más lejana. Se negaron a separarse y el oficial las dejó hacer con tal de que cerraran la boca y dejaran de asediarlo con reclamos innecesarios. Él de hecho, se había visto al borde de meterles un calcetín entre los labios con tal de que dejaran de chillar.

A Taehyung y Jimin los empujaron en la siguiente, Tae canturreó hasta que se cansó solo por hacer que la vena en la frente del policía se abultara un poco más. Su tono de voz era agudo, horrible, empeoraba cuanto más fuerte cantaba y peor cuando se empezó a quedar sin canciones buenas en su repertorio.

Jimin se apoyó en la reja y se deslizó hasta el piso, donde polvo ensució sus pantalones rajados. Y Kook fue dejado solo. Se afirmó de los barrotes y suspiró, cerrando los ojos cuando Tae empezó a aullar a la luna que se veía por la pequeña ventana horizontal que estaba en un lado de la celda, casi llegando al techo.

Nada era como en las películas. No le dejaron hacer una llamada a sus familiares, no había tipos con navajas y rostros con cicatrices que le hiciesen compañía. No había mujeres de dudosa reputación fumando en los banquillos y no hubo dos policías que se acercaran para tomarles declaración de lo que sea que hubiesen hecho.

—Tenemos sus identificaciones y los datos en el registro, —El oficial Min informó para todos. —se les llamará cuando alguien se acerque a pagar la fianza correspondiente.

Y con eso, les dejó solos.

—Esto no es para nada lo que pensé que sería —se calmó Tae al ver que no tenía éxito en molestar a nadie. —Decepcionante, ¿no?

Kook le miró por encima del hombro.

—Bueno, esto no era para nada lo que tenía pensado para esta noche, así que si quieres hablar de decepciones...

—Lo siento —Jimin llamó su atención. Se veía extrañamente sin brillo tendido en el piso, su espalda pegada a los barrotes. Era como si la luz se hubiese apagado en él. Una hermosa hada caída en desgracia.

—No es tu culpa. Yo toqué a un policía haciendo su trabajo, hijo. —Kook hizo intento de imitar la voz del oficial bobo que los había llevado a tal situación. Se acercó a Jimin, imitando su postura, sentándose del otro lado, casi podía decirse que estaban espalda contra espalda. —El tipo es como Jackie Chang, quién lo diría.

Por un largo intervalo de tiempo, los ruidos de la ciudad que les llegaban amortiguados por las gruesas murallas fueron sus únicos compañeros. Las chicas se acurrucaron juntas, murmurando entre ellas; se rieron ocasionalmente, pero jamás compartieron el chisme con los chicos.

Kook y Jimin mantuvieron su postura, los puntos donde sus cuerpos se tocaban le proporcionaban calor al otro y cierta calma que debería ser alarmante, aquel bálsamo con certeza de que todo estaría bien, para nada lógico en una situación como la suya, se filtró en ellos mientras vieron a Tae pasearse arriba y abajo; encontró una piedrecilla bajo el banco que lazó y atrapó en su mano un par de veces, hasta que se cansó de ello y fue a la banca nuevamente, para sentarse y esconder su cabeza entre el refugio de sus manos. Cuando habrían jurado que el sueño lo reclamaba, lanzó un quejido lloroso.

—Es peor que un niño con hiperactividad al que le ofreciste una galleta —Jimin comentó mirándolo. —Apuesto a que se está arrepintiendo de haber venido con nosotros —Sintió a Kook removerse, por lo que se acomodó para mirarlo. —Tú tampoco debiste venir, fue una locura.

—¿Hubieses preferido estar solo? —Kook también se ladeó para conversar mirándose a los ojos.

—Por supuesto que no, me siento mejor contigo aquí. —Los rostros de ambos estaban muy juntos. Jimin reparó en cada una de las facciones de Kook. Tenía un aire a Shreck, un encanto por debajo de su tez verde. —¿Puedo decirte una frase cursi?

Flores en el cabello Donde viven las historias. Descúbrelo ahora