Tratando con Drama

Capítulo 53: Reinados romanos: Parte 1

AN: Descargo de responsabilidad. Nunca he visto WWE, ni quiero hacerlo. Solo sé que hay un luchador con este nombre, y no pude encontrar una mejor aliteración para este capítulo, así que ... sí. Tratar con eso. No habrá referencias de WWE en absoluto.

Hora: al día siguiente

"Sí, solo dame un segundo", habló Percy, inclinándose para masajear un poco los músculos de la pantorrilla, estirándose y calentándose para el emocionante larguero que lo esperaba.

Maldición, ¿cuántas veces ya había entrenado con Reyna? La romana había jurado que no dejaría de pelear con él hasta que finalmente hubiera logrado someterlo.

El día fue ... caluroso. Demasiado caliente, de hecho, para salir. Incluso el Calypso normalmente activo, acostumbrado al calor, o Asteria, que era el maldito sol, se negó a abandonar la comodidad de sus habitaciones oscuras con aire acondicionado, que bordeaba los innumerables pasillos elegantes de la mansión.

El cielo azul claro parecía una piscina de agua fresca en primavera, todo azul, sin una nube a la vista. No hay nubes de vientre oscuro que anunciaron la lluvia, aliviadas del intolerable calor tropical. El sol era un láser mortal, sus rayos dorados intensos y castigadores, que expulsaban todos los signos de vida del medio ambiente. Demasiado brillante para mirar sin sufrir daños ópticos permanentes, uno solo podía sentir su calor sin fin picando y quemando la piel roja, asando animales vivos. Los únicos animales que se podían percibir eran el albatros ocasional, solo una mota de blanco en el verde marino plano del océano sin fin que se extendía hasta donde alcanzaba la vista en todas las direcciones. Las ardientes arenas calientes de la playa, lo suficientemente calientes como para freír un huevo dentro de su jodida cáscara, parecían oro fundido, una extensión interminable de oro que bordeaba la playa.

El viento había caído, un tiempo tan impecable, también, para que la fresca y normalmente perpetua mareze desapareciera abruptamente, haciendo que Percy maldijera y se preguntara si las deidades del viento le estaban engañando. Ni una hoja se movió sobre los innumerables árboles de la isla, el follaje esmeralda normalmente vibrante que caía del calor, opaco y descolorido gracias al polvo y la arena que los cubría. Las palmeras danzantes se quedaron quietas, apáticas en el calor sofocante de septiembre, y su sombra ofrecía poca protección del sol. La piscina se sentía como una sartén estúpida, el agua reluciente como el aceite caliente y hirviendo, reflejando el sol en sus ligeras ondas y olas. Fuera de la sartén y hacia el fuego, de hecho, para el mármol que bordeaba la piscina se sentían como estufas ardientes. El comedor donde podrían haber comido helado juntos, también estaba desierto, para alguien, en todo su brillo,se había olvidado de cerrar las persianas, dejando entrar el sol por la puerta de vidrio que atravesaba toda la pared.

Artemis estaba demasiado cansada para golpear a Asteria en la cara por hacerlos sufrir, ayudada por la constante tristeza de la diosa del sol sobre lo estúpida que era, y cómo debería haber atenuado el calor varios grados. Pero lo que se hizo se hizo, y el carro de matanza y matanza de Asteria en piloto automático solo se pudo controlar cuando la diosa volvió a ponerse.

Mercurio como cuentas de sudor salpicaba la frente de Percy, y aún no había comenzado el mástil.

"Realmente necesitamos hacer esto?" Percy le preguntó al ex pretor romano, pero sus ojos estaban fijos en su culo sexy, sus dedos con picazón para tocar su trasero firme a través de la delgada tela negra de sus pantalones de yoga.

"Sí, Jackson. Y deja de quejarte." Reyna le gritó al infantil dios oscuro, con la ceja temblando de molestia mientras sentía que sus ojos nunca la dejaban atrás.

Reyna sabía que tenía calor. Loco, lo suficiente como para hacer que la mayoría de los hombres en Camp Jupiter intenten golpearla, coquetear con ella, usar líneas de recogida inútiles, e intenta ser un caballero para meterse en sus pantalones. A pesar de la cantidad de bolas que había pateado, cada día más aparecía en su puerta para tratar de cortejarla.