🩸𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖚𝖓𝖔🩸
𝐄𝐋 𝐄𝐒𝐓𝐔𝐃𝐈𝐀𝐍𝐓𝐄 𝐍𝐔𝐄𝐕𝐎.
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Porchay fue consiente de que algo cambio cuando Kimhan Theerapanyakul traspasó las puertas del internado esa tarde de octubre. El frío inhóspito de los Alpes se le coló en sus huesos y el desagrado de una chispa de nerviosismo nadó entre las vértebras de su columna erizando la piel de su espalda. El diluvio solo asedia su llegada, las paredes firmes de la arquitectura gótica del internado incluso flaquearon... parecían hermosos vitrales de la plaza suiza al lado de la oscuridad que el nuevo estudiante emanaba por cada poro de su translucida piel.
Lo observó desde la ventana de su habitación caminar por debajo de su flamante paraguas negro, observó las botas bien lustradas esquivar los charcos de agua, su gabardina negra y pesada caer hasta cubrir sus rodillas mientras se dirigía a la entrada del primer edificio con un andar firme, seguro y decidido, detrás de él venían dos sirvientes cargando sus lujosos baúles adoquinados con joyería roja. ¿De dónde provenía ese joven? la bruma que se extendía desde el bosque alcanzó los niveles bajos del internado, rozando con gentileza las suelas de sus zapatos en medio de la brisa. Kimhan se había detenido antes de entrar al edificio, tiro con elegancia y suavidad el paraguas hacia atrás y elevó su mirada.
Los ojos avellanas de Porchay se encontraron con unas esferas de color carbon, viciosas, profundas, empapadas de lobreguez y penumbra, una que le heló la sangre, unas horripilantes nauseas se avecinaron hacia su garganta y lo más traumático de todo era que no podía evitar verlo, él no parpadeó pero si achiquitó con recelo sus ojos rasgados... idénticos a los de él. Después de lo que pareció una eternidad, el joven retomó su camino y entró al edifico de una buena vez por todas.
Le había visto la cara aunque estaba concentrado en lo fosco de sus ojos... pero cuando se aproximó al espejo de cuerpo entero que reposaba detrás de la puerta, a su cabeza vino la imagen acendrada del hombre. Labios rosados, no tan delgados como para pasar desapercibidos, piel nívea con algunas sombras... tan pulcra como una concha de mar, luminosa e incluso vital a pesar de la oscuridad que cernía sobre él, pómulos y facciones finas, casi delicadas pero con un aspecto integro varonil, fuertes y firmes, cejas y cabello oscuro, nariz recta. Elegante y sobrio, tal y como su carruaje costoso lo presumía... pudo haber visto mal por la lluvia, pero estaba seguro que no.
Algo innegable, el joven provenía de algún lugar en Asia, quizá... a juzgar por sus facciones, no habían muchos estudiantes asiáticos en el internado, Porchay era de los pocos que asistían desde tan lejos y eso solo aumentaba su escalofrío, compartir con él alguna clase de parecido.
Su compañero de cuarto llegó hablando maravillas del nuevo joven después de la cena a la que Porchay no asistió por un remoto daño estomacal, y postrado en medio de las cobijas justo al lado del pequeño ventanal por donde había visto al joven entrar, Elias no dejaba de balbucear sobre lo entrañable que era el nuevo estudiante.
– ¿Al menos lo viste, Elias? – preguntó después de tanta palabrería incesable de su compañero.
– Bueno... no, pero ya todos hablan de él – comentó metiéndose en su cama después de haberse cambiado el uniforme por un pijama de rayas azules – Cenó en sus aposentos, seguro está cansado por el viaje tan fatigante.
Porchay no lo miró mientras hablaba, estaba concentrado en las espesas nubes que se juntaban encima de la arquitectura del internado avisando una muy segura tormenta durante la noche.
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VAMPIRE - KIMCHAY
RomanceEl 31 de octubre de 1880, Kimhan Theerapanyakul arribó al famoso internado Saint-Montreaux en los Alpes Suizos ... y desde entonces, Porchay Kittisawats supo que su sosiego en las noches sería perpetuamente consumido por él.