Capitulo 4

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Cuando el avión aterriza en el aeropuerto de Patagonia, ya me he acordado de porque no visito a menudo a mi madre. Tener que volar 9, 223.15 kilómetros atravesando el país durante 11 horas y media no es algo que llame mi atención.

Bajo del avión y hago todo el proceso para obtener mi maleta. Mi familia vive en Patagonia y de aquí hasta el hogar en el que crecí, hay media hora en carro.

Cuando recibo mi maleta me dispongo a buscar con la mirada a mi primo, no lo encontraba por ningún lado. Quince minutos después ya me estaba haciendo a la idea de que se le había olvidado.

Saque mi celular y llame a mi mamá pero en el segundo timbre siento como me arrancan el celular de mi mano.

Preparada para insultar al idiota que tiene mi celular me doy media vuelta, pero mis palabras quedan atrapadas en la garganta cuando veo a Peter .

— Hola primita querida ¿Me extrañaste?

Mis palabras seguían sin aparecer, mi cerebro estaba fundido. Una cosa era imaginarme que tanto había cambiado desde la última vez que nos vimos y otra cosa es tenerlo en frente.

Él estaba vestido con unos vaqueros apretados, una camisa blanca por debajo de su chaqueta negra y sus botas negras. Su pelo más claro de lo que lo recordaba pero siempre con ese estilo tan desordenado que le quedaba endemoniadamente bien, sus ojos verdes que parecían estar examinándome y sus labios que invitaban a besar...

« No te vayas por esos pensamientos o vas a empezar mal. »

Me regaña mi vocecita y decido tomarle la palabra. Sacudo un poco la cabeza para despejarme.

— Si no estuviera tan acostumbrado al efecto que causo en las mujeres, estaría sumamente preocupado por tu palidez y falta de palabras Lali.

Aun así empieza a ser incomodo, Y tal como lo recordaba, igual de engreído.

— Hola... — Mi voz sale débil así que carraspeo un poco. — ¿Cómo estás?

— Bien y ¿Tú? Debo decir que luces muy bien. Déjame ayudarte con esto.

Él toma mi maleta y con una mano me indica que lo siga hasta la puerta de salida. Tomo este momento para serenarme y volver a tomar el control de todo mi cuerpo. Me repito una y otra vez que debo ser fuerte. Peter me lleva hasta el que parece su auto, un BMW negro, claro cómo no.

Mete mi maleta y luego abre la puerta del copiloto, lo veo dar la vuelta hasta que entra por la puerta del conductor, él enciende el auto y sube la calefacción, estamos en octubre y las frías brisas de otoño me calan hasta los huesos.

Suspiro y ya estoy preparada para seguir con cualquier conversación.

— Entonces... — él dice primero después de emprender el camino a casa.  — ¿Llegaste al orgasmo después de que colgué el teléfono?

Okey, tal vez no con cualquier conversación. Mis mejillas se tornan rojas y yo lo fulmino con la mirada.

— Peter por favor, no empieces. — digo en advertencia.

— Yo empecé, lo que no hice fue terminar. — dice burlón. Gruño indignada y enojada.

— Sabes perfectamente a lo que me refiero. Peter solo quiero pasar esta semana en paz ¿Vale?

Sus ojos verde se oscurecen por un momento y su rostro se endurece.

— Sabes querida, pensé que en todo este tiempo en el que hemos estado alejados te había servido para entender que es lo que realmente quieres, veo que me equivoque. Pero no te preocupes, eso hace de todo esto más interesante.

Los juegos de mi primo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora