Día 2: Mi pueblo es fantasma.

16 2 1
                                    

Día 2: Mi pueblo es fantasma.

Hay quienes dicen que uno vuelve al lugar donde es feliz, pero nadie te asegura si ese lugar seguirá allí. Quería compartirles esa felicidad a mis hijos y a mi esposo; mostrarles en esas calles y plazas lo que me hacía ser yo, que vieran de donde venían mi escencia y mis colores. Les conté que en los últimos meses del año la quema de caña perfumaba nuestro respiro sin importar donde se percibía la sutil seducción ya que es un estado algo pequeño. También les platiqué sobre la amabilidad y esos modismos que hacían identificables a los míos; los tacos acorazados, la cecina y la carne enchilada que nos gusta presumir como pasaporte bajo nubes de bugambilias y tabachines que duermen hasta llegar la primavera.

Al fin llegó diciembre y fuimos a mi pueblo tan amado: las bugambilias estaban en flor y los tabachines hacían la siesta. Llegamos al barrio donde crecí y mis primos me recibieron con ese amor intacto. El seseo de la carne enchilada y la cecina nos susurraba la bienvenida, pero había algo que no me era familiar, el sabor del queso y la crema que volvía a transportarte a la ciudad capital.

- Oigan... -les dije- si no es mucha indiscreción: ¿Qué fue de Don Celso que nos vendía quesos de sus vaquitas?

- No te lo hemos dicho - dijo mi primo Joaquín, el mayor. -Como ya no seguía vendiendo como antes, tuvo que vender su terreno y sus ganado. Todo porque la constructora y el gobierno dieron permiso a quedarse con las tierras de "El carrizal" y construyeron un centro vacacional. Desalojaron a todos los que estaban ahí, los que se quedaron intentaron sobrevivir pero todo subió de precio y no alcanzaba para pagar.
Igual ha de haber sido por la pandemia pero desde que llegó puro extranjero a vivir, empezaron a cerrar... para que vean que sí es cierto, vamos a dar una vuelta de paso que nuestros sobrinos conozcan el lugar.

Estábamos cerca del centro, así que no nos fue difícil caminar. Podíamos ver el puestecito de nieves de Don Artemio, las calles más tranquilas que cuando era niña... nada había cambiado pero esa es la apariencia de un cadáver bien preservado. El olor a caña quemada se perdió y ahora hiede a descuido aun cuando los servicios municipales recogen la basura tres veces al día, y cómo no iban a trabajar así si esta se acumulaba en las calles como hojas otoñales. Las fondas y puestos de antojitos se convirtieron en cafeterías y bistros, eso sin olvidar el minisuper multinacional con la fachada que hacía juego con el lugar. El lenguaje había cambiado; no solo por los otros idiomas ajenos al nahuatl y al español, sino porque el eco ya no replica ese "Buenos días, buenas tardes" o "buenas noches" que mis padres y abuelos me enseñaron...

- Y eso no es todo- nos dijo- ya no hemos hecho nuestras fiestas con los otros barrios porque los extranjeros no quieren convivir con nosotros y somos muy orgullosos para dejar que nos consideren poca cosa... -suspiró- nuestros vecinos se han ido, y muy pronto nos tocará a nosotros.

Ya no reconozco este pueblo, solo las calles conservan su nombre pero me es muy difícil reconocer un cuerpo con solo ver sus huesos. Coincido y discrepo con Joaquín, pues es cierto que lo mejor es no volver... pero tampoco hay que ser cómplices de su decadencia y deceso.

Existen varias formas de matar a un pueblo: de carencia, de inseguridad o por un desastre natural... no pienso callarme esta amarga experiencia incluso si algunos quieran argumentar que padezco síntomas de miedo y nostalgia.

Que esto sirva de advertencia para que no lo aprendan por las malas ni lo vivan de la peor manera.

*Tabachin: es el árbol de framboyán. En los lugares más cálidos de México hay muchos árboles de framboyan que se han logrado adaptar al suelo y clima del país.

Reto escritubre 2023: Grandes autores, breves lecciones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora