Este no es un poemario, sino más bien un grito silencioso, un lamento tejido con hilos de dolor. Lo escribí en las noches solitarias, cuando el mundo parecía un lugar extraño y hostil. No esperes encontrar grandes prosas aquí, ni metáforas elaborada...
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Durante la noche, en medio del llanto, mis palabras fluyen como un río oscuro. Le grito a la nada, implorando que el viento lleve mi mensaje hacia ti. Porque quiero tocarte una última vez, sentir la textura de tu piel como un recuerdo que se desvanece. Decirte lo mucho que te quiero, como si cada sílaba fuera un pétalo de rosa que cae al abismo de la noche.
Susúrrame en la oscuridad, déjame escuchar el eco de tus suspiros, aunque sea por un segundo. Porque de lo contrario, mis pensamientos se enredan en espirales de locura. Mi inteligencia no basta para afrontar la realidad, soy un náufrago en un mar de incertidumbre. Susúrrame, y seré tu confidente en la penumbra, me conformo con eso...
En la quietud de la noche, mis palabras se convierten en estrellas fugaces, trazando destellos de amor y añoranza. La luna escucha mi lamento, y las sombras danzan al ritmo de mi deseo. Susúrrame en la oscuridad, como un secreto compartido entre amores cósmicos. Aunque sea un segundo, permíteme sentirte cerca, como un suspiro que se desvanece en el viento.
Y si la locura amenaza con envolverme, tejeré un manto de versos para proteger mi cordura. Susúrrame en la oscuridad, como un conjuro que desafía la realidad, y yo seré tu eco, tu refugio. Porque en este abismo de emociones, nuestros susurros son las alas que nos elevan hacia la eternidad.
Así que, en la penumbra, donde los sueños se entrelazan con la realidad, seguiré buscando tu voz. Susúrrame, y seré el eco que nunca se desvanece, el latido constante en el silencio de la noche. Me conformo con eso...
