La taberna de Lluvia no tenía otro nombre más que ese, el de su dueña. Famoso hasta en los rincones menos pensados, dentro y fuera del reino. Era un alborotado lugar, bastante iluminado para ser taberna, con quince mesas giratorias de madera de abeto, cada una con una base de barril y anchos troncos trabajados para que pudieran sentarse cómodos Lores, bardos, estelares, soldados o viajeros por igual. Al entrar, una barra repleta de licores de todo tipo daba la bienvenida, y en el piso superior, diez habitaciones con amplias ventanas, sábanas de algodón limpias y bañeras con agua caliente. Sin embargo, su fama no se debía a sus mesas giratorias, ni a bañeras ni a licores, ni tampoco a que Lores y estelares frecuentasen con regularidad aquel lugar. Era famosa porque aquellos que hacían una parada en este modesto pero bullicioso rincón sabían que allí podrían comerciar con la moneda que gobernaba el mundo: información.
—Sírvame un trago —dijo Thulani, el hombre que se había sentado frente a la barra.
—¿El de siempre? —preguntó Lluvia, que esa noche estaba sirviendo a los pocos clientes que tenía la taberna.
—Sí, pero esta vez sin leche —respondió Thulani con voz seca.
—¿Qué tienes para mí? —preguntó Lluvia mientras sacaba una botella de Akarden de cincuenta años.
—Noticias. Tan malas como valiosas.
—¿Cuánto quieres por ellas? —preguntó Lluvia y le entregó el trago al hombre.
—No pido mucho, solo lo suficiente para salir de este país.
—Además de mañoso, saliste bromista. Si tuviera el dinero suficiente para irme a vivir a otra nación, ya lo hubiera hecho hace tiempo.
Thulani dio vueltas a su vaso y observó cómo el licor formaba un pequeño remolino. Luego se lo bebió de un solo trago y colocó el vaso en la barra con suficiente fuerza como para atraer la atención de algunos curiosos.
—Ha sido un gusto hablar con usted, señora Lluvia.
—¡Ponte serio, hombre! No es momento para hacerse el importante —dijo Lluvia mientras lustraba la barra.
—Nunca había estado más serio, mi señora. Con su permiso.
—Espera. —Lluvia suspiró y dejó de limpiar—. Tengo un mal presentimiento. Si no sé a qué atenerme, no podré dormir. Vamos a negociar.
—Pasado mañana las cosas se pondrán muy feas, eso es seguro, y antes de que termine el año, le pasará lo mismo al país. No importa lo que tenga que hacer, el fin de año no me sorprenderá aquí.
—¿Por qué no continuamos la conversación en mi cuarto? Allí te podré dar algo que sobrepasará el valor de lo que estás solicitando.
—Dos años, Lluvia, por dos años he querido que respondas a mis afectos. Y ahora lo harás por interés. ¿Crees que voy a aceptar así de fácil?
—Sí, y la oferta expira pronto —dijo Lluvia, tajante.
—Eres de lo peor, toda una experta en cambiar las tornas. —Thulani se llevó la mano a la cabeza y esbozó una sonrisa—. Qué más da, tal vez esta sea la última oportunidad que tenga para estar contigo, y tal vez, la última vez que podremos reír. Está bien, presta atención a lo que te diré. —Thulani se inclinó hacia Lluvia—. En 48 horas, después de la ceremonia de proclamación, todas las personas de esta ciudad, sin importar raza, sexo o religión, van a morir.
—¿De qué estás hablando?
—Lo que has escuchado.
—Hombre, ya, deja de jugar, lo que dices no tiene sentido. La creación del templo ha sido para poder restaurar las cosechas y darle a las personas un mejor futuro. ¿Por qué Kol permitiría...
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CICLOS ARCANOS - En los Templos del Caos - Libro 1
FantasiaAl mundo le quedan solo 50 años antes de su destrucción. Las damas de cristal lo han predicho. Ari, un joven inventor, se une a su padre en un peligroso viaje para desentrañar los secretos ocultos de lo que se llegará a conocer como: Los Templos del...