la doble cara del recuerdo y del olvido

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Si alguien supiera

Si alguien supiera lo condenada que me siento al cargar con mi propio peso y todo lo que quiero dejar de ser. Estoy desesperada, mi piel se vuelve cenizas si alguien me abraza, mi corazón se agrieta como el concreto mientras sigo bordando, hilo por hilo. Es un proceso lento, que mi alma guarda con calma y me dice que vaya despacio, que no hay prisa. Le escucho gritarme cada día que me queda toda la vida, pero no me dice cuánto tiempo durará mi vida así.

No tengo nada y nada me tiene, Solo vengo del silencio y caminó despacio en el ahora, sabiendo que es el único lugar donde puedo apoyar mis pies en el suelo con seguridad.

Se sabe que el cambio es constante, que nos atraviesa, que se siente como el viento y nos mueve más que solo los cabellos. Estoy lista para pararme en la montaña que he creado en mi mente y alzarme con mi propia voz, poner en evidencia lo que soy, aceptando que mis heridas son profundas y que requieren más que unas puntadas. Que mi bordar y andar por la vida no es suficiente, que necesito ejercer ese cambio que mis entrañas me han estado pidiendo y que yo no he sabido darles; es un cambio en el que si lo consigo, se lo puedo ofrecer a la personas que más amo, dárselos sin importar lo que me ofrezcan. Sé que lo voy a conseguir, porque por muy poco que parezca lo que hago, me esfuerzo como si de subir unas escaleras cansada se tratara.

El amor me mueve. Ese amor me mantiene viva, esperanzada y enamorada. Una de las cosas que más puras encuentro es el amar siendo libre y vulnerable; me encanta ser habitada por la ternura. Amar la vida, amar el amor, amar la naturaleza y correr mientras el amor es infinito por mi cuerpo.

Este es mi proceso, no hay nada más que pueda decir. 

Solo que sucedió y seguirá sucediendo.