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Tres días han pasado.

Eren me ha dejado en mi casa para que guarde reposo, no lo he vuelto a ver desde antier en la noche, quería estar a primera hora en el hospital para la operación de su madre. Un transplante de corazón es sumamente delicado, no me imagino los nervios que debe estar sintiendo ahora ya que es una operación larga, pero a estas horas espero que la madre de Eren ya esté estable.

"—No quiero dejarte sola, debes ser supervisada durante unos días más.— Habló el ojiverde. —Pero de verdad tengo que irme...—

—Tranquilo, estaré bien.— Sonreí levemente. —Hasta ya me siento mejor.—

—Hange vendrá a verte cuando tenga cambio de guardia en el hospital, pero si pasa algo o sientes malestar puedes llamarla de inmediato, ¿okay?—

—Mmjm.— Besó mi frente. —Oh, y Eren...—

—¿Sí?—

—Todo saldrá bien en la operación.—"

Ya no me da miedo estar sola en mi propia casa, además, puedo sobrevivir caminando a la cocina aún con la incomodidad y picazón de las punzadas en mi piel. Todo el asunto de LUC sigue dando vueltas es mi cabeza, mi teoría es que Porco es Judas ya que intentó apuñalar a Eren, el mejor boxeador del lugar. Si yo fuera Jesús no estaría contento en que un rubio terco tuviera la intención de asesinar a mi mejor mercancía, tiene sentido. Me acomodo mejor en mi cama tratando de dormir, pero escucho que alguien toca la puerta de entrada insistentemente.

—Agh, carajo...— Suelto un quejido cuando me siento sobre la cama.

Debe ser Hange esperando a que le abra, seguro es su hora libre de comer y vino a verme. Camino despacio hacia la entrada apoyando parte de mi peso en la muleta, dejando que mi pantorrilla lastimada descance. Abro la puerta topándome con Armin, se me olvidó que cuando no voy a la universidad se pone paranoico.

Mi sangre se congela cuando
lo veo.

—¡Mía! estás bie...— Su mirada cae rápidamente sobre la muleta y de nuevo a mi rostro. —¿Qué diablos te pasó?—

—A-armin.— Trago saliva en seco. —Puedo explicarlo.—

No puedo contarle a Armin todo lo que pasó en LUC la última vez, le estaría dando la razón en que es un lugar peligroso y que no debí involucrarme, además odiará con más intensidad a Eren. Su mirada vuelve a bajar, pero ahora hacia la zona lastimada, apreciando las puntadas en mi piel.

—Mierda.— Susurra preocupado y se acerca más a mí tras cerrar la puerta de entrada, queriendo inspeccionar más.

—Estoy bien.— Murmuro apenada. —Puedes estar tranquilo.—

—¿Tranquilo?— Frunce las cejas con molestia. —¡Estás usando una maldita muleta! ¿qué carajo pasó? ¿¡ah!?— Cierro los ojos unos segundos ante sus gritos. —Tuvo que ver algo ese maldito de Eren, ¿verdad?— Masculla con rabia.

—¡N-no! no no, no tiene nada que ver.— Trato de calmarlo. —A mí me...me intentaron a-asaltar, Eren está fuera de esto.— Miento.

—No intentes verme la cara de imbécil, Mía.—

—Te lo ju...¡auch!— Me quejo cuando sujeta mi tobillo, analizando mi herida.

—Esto no puede ser producto de un asalto.— Alza la cabeza para verme. —Mía, dime la verdad.—

—Me corté con un fierro viejo cuando escapaba, es todo.— Sigo mintiendo. —Fue a unas cuadras de aquí.—

—¡Mía ya basta!— Se levanta colocando sus manos sobre mis hombros. —Eres mala mintiendo.—

el menú de dios | eren jaegerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora