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—Creo que ya estamos a salvo.— Murmura Eren viendo el retrovisor. —Puedes relajarte.—

—¿Relajarme?— Suelto una risita nerviosa e irónica. —Aún sigo con los pelos de punta, dios...—

Creo que han pasado fácilmente unos quince o veinte minutos desde que recé mentalente para no morir esta noche, de tanto que clavé mis uñas en el asiento seguro quedaron marcadas, al igual que mi jodido trasero intentando mantenerse en el asiento y no salir volando por el parabrisas.

—Lamento eso también.— Comenta manejando a una velocidad más tranquila. —Se supone que las rivalidades se quedan en LUC, pero Porco sigue sin entenderlo.—

—¿Entonces ha estado tras tu cabeza desde antes?— Asiente. —No jodas.—

—Oye yo no sabía que iba a aparecer de la nada hoy ¿bien?, no quise ponerte en peligro.— Mi respiración comienza a calmarse. —Lo siento, ¿estás herida?—

—No, no...— Lo escaneo con la mirada hasta llegar a sus brazos. —Pero tú sí.—

—¿Ah?— Mira de reojo hacia abajo por unos segundos, notando la sangre deslizándose por su piel. —No es nada, ni siquiera lo había notado.—

—Tienes pedazos de vidrio incrustados en el brazo, claro que es algo.—

—Sólo un poco.—

—Necesitas quitártelos y desinfectar.— Digo preocupada. —Ya estamos cerca de mi casa, lleguemos ahí y yo te curaré.—

—Mía no es necesario.— Insiste. —Además sólo son cortadas pequeñas, he tenido peores heridas.—

—Tú haz cuidado de mí muchas veces, déjame devolverte el favor.—

Me mira de reojo y después suelta un suspiro, resignado. Si algo sabe Eren de mí a estas alturas es que soy bastante terca, entonces no le queda otro remedio más que hacerme caso. Minutos después llegamos a mi casa y bajamos del auto, está raspado por el lado del conductor, además de estar hecha mierda la ventanilla.

—Deberías reportar a Porco con la policía o no sé, fue demasiado lo que hizo.— Comento abriendo la puerta de entrada.

—Bromeas.— Volteo a verlo seria. —¿Verdad?—

—Eren, casi destroza tu auto y nos mata.— Digo mientras ambos entramos a la casa. —¿Te parece que estoy bromeando?—

—Parece que no haz entendido como funcionan nuestras vidas y LUC.— Cierra la puerta tras nosotros. —La policía jamás es una opción, aún cuando sucedan cosas atroces allá dentro. Y los problemas se arreglan a puñetazos en LUC, no fuera.—

—Pues a Porco le hace falta una buena sacudida de cerebro para que le quede claro eso último.—

A Eren se le escapa una carcajada sin querer, lo sé porque casi de inmediato intenta cubrir su boca para ya no reír. Yo también sonrío sin pensarlo y siento mis mejillas calientes, pero debo concentrarme para curar sus cortadas.

—Espera aquí.— Murmuro dejándolo en el sofá y yo me dirijo al baño.

Es de madrugada, acabo de tragar una dosis grande de adrenalina y otra vez tengo a un chico en mi casa tan tarde, definitivamente está afectando mi cordura. Del mueble tras el espejo saco una botella de alcohol etílico, gasas y una pinza de cejas que desinfecté para poder sacarle los vidrios más pequeños, no puedo creer que Eren actúe tan normal después de lo que pasó, yo estaría vuelta loca si supiera que alguien está tras mi cabeza. Regreso a la sala con los utensilios en mis manos—previamente lavadas—y me siento a su lado.

—Bien, umh...— Intento empezar, pero la posición no es la mejor. —Extiende tu brazo hacia mí.—

Hace lo que le pido, pero para mi sorpresa no sólo lo estira, sino que lo recarga sobre mis muslos. Me pongo tensa inconscientemente, claro que no está tocandome con otro propósito, sin embargo y por alguna extraña razón, estoy pensando en cosas que no debería pensar cuando Eren está cerca.

el menú de dios | eren jaegerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora