Capítulo 3 - Mantis

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Me tomó del cuello con fuerzas mientras me miraba poseído por algún tipo de fiera, escupió dentro de mi boca y empujó mi cabeza hacia su verga. Abrí mi boca desesperado por ese trozo grueso y venoso, pero inmediatamente me obligó a lamerle los huevos peludos mientras él gemía de placer. Me forzó a hacerlo durante unos minutos y me interrumpía solo para atragantarme con su miembro, lastimando mi garganta y lubricándola con el líquido que brotaba de su falo. Mi obsesión por la eyaculación descomunal de Rafael me había hecho investigar porque su verga expulsaba tanta leche casi sin control. Se llama hiperespermia y logra que el volumen de semen sea mucho más importante de lo normal, incluyendo el líquido que viene de la glándula prostática "líquido pre seminal". Haber leído sobre eso, solo había aumentado mi sed de verga y soñaba con ver cualquier pene babeándose por mi culo, mi cuerpo, mi piel. Deseaba tener el control de cualquier hombre con una mirada, un gesto, mis nalgas. Y ahí estaba, haciéndole creer a ese trozo de carne, que yo era su puta sumisa y que le haría caso en lo que sea mientras saboreaba su prepucio con mi lengua mojada.

La curiosidad me había llevado a observar el comportamiento de cada hombre y chico que se paseaba en el "vapor para hombres". Existía una especie de lenguaje secreto a través de roces sutiles, una caricia, una mirada o un movimiento de la cabeza que te invitaba a hundirte en los genitales de alguien más. Y contrario a lo que sucedía en las calles de la ciudad, mi cuerpo fibroso o mi apariencia musculosa, solo era un pedazo de carne más. La libertad que existía para elegir la verga que quisieras comerte, era infinita. Seguí en sigilo y silencio los pasos de un par de jóvenes que parecían hienas en búsqueda de semen. Se paseaban como fieras frente a un hombre adulto, que permanecía sentado y sin apuro, dejando ver su figura fornida, era bastante grandote, con algo de barriga y cubierto de pelos hasta el cerebro. Un ligero movimiento de su cuerpo, dejó ver entre las sombras la verga gorda y pesada que colgaba entre sus piernas. En ese momento mi culo entendió porque ese montón de felinos cazadores merodeaban al macho de la manada y si yo quería el premio mayor necesitaba una mejor estrategia que la de desfilar como un carroñero insignificante. Me apoyé sobre una pared justo en frente de él, sin siquiera mirarlo. Me importaba una mierda llamar su atención con algo tan insulso como mi apariencia, después de todo, había entendido con el violador de Miguel, que el morbo es más fuerte que la belleza. Escupí mi mano, cerré mis ojos, y comencé a masturbarme lentamente en una danza de apareamiento en medio de la selva. Tocaba mis pectorales peludos con un gemido grave y sutil. La erección entre mis piernas resultó descomunal. Sentía las venas latiendo al tacto de mis manos y la cabeza explotar. El sudor comenzó a pasearse por mi frente, solté mi falo para secarme la transpiración y bañar mis tetillas con ella y en ese preciso instante, una sensación húmeda comenzó a ahogar mi pene y un gemido de sorpresa hizo eco en mis entrañas y en el lugar. Abrí los ojos, un joven delgado estaba mamándomela desesperadamente y cuatro chicos estaban arrodillados esperando su turno para chupármela al mismo tiempo que estiraban sus manos para poder tocar un poco de mi cuerpo. En un instante, me vi rodeado por todo tipo de hombres. Uno lamiéndome la tetilla, otro susurrándome al oído irnos a un "privado", alguien pidiéndome que, por favor, lo cogiera y un par de dedos mojados introduciéndose en mi ano dilatado. Miré fijamente al hombre que permanecía sentado con su entrepierna olvidada, le sonreí y me fui. Dejé un desastre de humanos desnudos desesperados y calientes que me seguían hipnotizados como si fuera el "flautista de Hemelin", solo que mi flauta resultaba ser mi verga, la melodía eran mis propios gemidos y el reino era un sauna. Una mano me tomó con fuerzas del hombro y me arrastró a un cuarto privado. Era aquel hombre que había caído en mi trampa como un imbécil. En pocos segundos me tenía arrodillado lamiendo sus huevos y atragantándome con su verga, pero las cosas habían cambiado. Él alfa de ese vapor había cambiado de personaje. Me paré con seguridad y lo miré durante unos segundos mientras sostenía su cuello como si estuviera a punto de estrangularlo.

Mantis - Relatos Eróticos GaysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora