Capítulo 5 - Sumisión

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- Pero... pero ¿Qué mierda es todo esto?

Un montón de fotos del cadáver envuelto en mi alfombra en mi propia casa, se encontraban tiradas en su cama, junto a una pollera tableada roja, una tanga con encaje y mi bóxer lleno de semen. Jovier cerró la puerta de su casa con llave y se la guardó en uno de sus bolsillos.

- Pareces sorprendido de las fotos de un simple cadáver cuando fuiste tú mismo el que acabó con su vida. Aun así, me pregunto ¿Dónde dejaste sus ojos? Cuando lo encontré el pobre estaba muerto, sin sus globos oculares, con el rostro lleno de sangre y tu semen en todo su pecho y abdomen.

¡Carajo! Nuevamente una paliza de memorias invadió mi mente y me hicieron ver un recuerdo, tal vez, escondido en mi perturbada mente. Pude saborear en mi lengua como me había comido los ojos de ese malnacido.

- ¿Qué es lo que quieres? – le pregunté.

- Vi cada detalle de cómo te cogías a ese tipo, como te rompió el culo, como terminaste sangrando y excitándote hasta cabalgarlo medio muerto y acabaste encima de él. Vengo juntando mucha leche durante el día pensando en ti. No quería tocarme hasta que regresaras, así que imaginarás el olor a verga, meo y líquido pre seminal que cargo – dijo Jovier mientras se tocaba la entrepierna y se generaba una erección bestial. - Quiero que te desnudes y solo quedes con esa pollera tableada roja, esa tanga y vengas a olerme los huevos como la putita que eres. Casi, casi que me quedo con las ganas, pero pude deshacerme del cuerpo antes de que te descubran. No dejaría que nada te pase sin poder cogerte antes y hacerte mi nena obediente. No deseo tener que castigarte y hacer llegar todo esto a la policía. Así que no intentes nada estúpido, si algo me sucede, todo se sabrá.

Me desnudé mientras Jovier se masturbaba sentado en un sillón y su glande lubricaba a chorros. Me puse la pollera tableada y la tanga con encaje; y me lo quedé mirando con ganas de arrancarle la carótida y saborearla con la furia que me consumía en ese momento.

- Ven de rodillas a olerme las pelotas – me ordenó.

Llegué hasta donde estaba como una pantera en celo, con el culo parado, la tanga enterrada en mi ojete y comencé a oler la entrepierna de Jovier. Me causaba repulsión y no podía respirar, pero a él le importó una mierda, me empujó con fuerzas de la cabeza y me la enterró entre sus bolas peludas. Un gemido delicado se escapó de mi garganta y comencé a lamer cada centímetro de su miembro. Solo paraba para oler con detenimiento su falo. Jovier comenzó a gemir y mojarse por completo con un líquido preciado que me tomaba con placer. Comenzaron a estimularse mis sentidos, mi piel y mi hambre voraz por leche. Me excitaba las gónadas la idea de poder acabar también con su vida como la de otro abusador que se atravesaba en mi camino. Me antojaba con desesperación de que me preñara y en ese momento poder degustar a ese idiota comiéndome un pedazo de su cabeza, de poder fusionar con goce el sabor de la sangre y del semen en mis papilas gustativas.

- ¡Que hermosa nenita! – me dijo mientras me atragantaba con la cabeza de su verga y estiraba una de sus manos para meterme un par de dedos por el ano. – Quiero que te pongas bien loquita para chupármela. Pásale la lengua a mi lubricación suavemente, lame mis huevos, mi verga, mis pelos – me ordenó y yo hice caso como una simple presa, aunque en mi cabeza yo era el cazador seduciendo a mi víctima, justo como una Mantis.

Una fuerte nalgada me estremeció por completo. Él se levantó y comenzó a mamarme el culo como si estuviera haciéndole un oral a Dios.

- ¡Qué rica mujercita! – me decía. – Expulsa todo lo q haya adentro de ese ojete – me ordenó.

Yo comencé a relajar y contraer mi culo; y Jovier se deleitaba con lo que sea que saboreaba venido directamente de mis entrañas. Puso su verga en mi pecho y comenzó a masturbarse en él como si fueran un par de tetas. El tamaño de su miembro rosado, venoso y grueso, rozando mi piel me ponía a gemir como a un salvaje. Me escupió la boca y después de darme una bofetada, comenzó a apoyar su pito duro en mi orto. No podía parar de sentir placer. Deseaba intensamente que ese trastornado me cogiera y me llenara de su leche para finalmente sentir algo más placentero que su semen: su sangre en mi boca. Levantó mi pollerita y acarició mis nalgas con suavidad y me erizó por completo, me corrió delicadamente el hilo de la tanga y empezó a enterrarme su miembro suave y despacio. Él gozaba como se abrían las paredes de mi culo, hasta que por fin penetró mi culazo invitándome a gritar de placer aunque una parte de mí deseaba matarlo.

Mantis - Relatos Eróticos GaysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora