CAPÍTULO II

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Un calor intenso y el crepitar de las llamas me despertaron de mi letargo. Caminé hasta la ventana desde donde podía vislumbrar las llamas de un fuego intenso que lo abrasaba todo a su paso. Alguien golpeaba fuertemente la puerta de mi habitación, la voz de Phavy sonaba desesperada e  inmediatamente desperté por completo. Cuando abrí, su cara asustada me recibió.

— Señorita Nashla, venga conmigo, deprisa, la hacienda está siendo atacada, vuestro padre me ha ordenado que venga a por usted y os lleve al sótano.

Dicho esto envolvió los dedos alrededor de mi muñeca y aún entre los vestigios del sueño comprendí que debíamos salir de ahí lo más rápido posible.

Que mi casa fuera atacada no era nada extraordinario. Puesto que éramos de las cuatro familias principales del continente de Verlex Ulai, junto con los McKenzie, los McKennan y los McDonne. Pero los asaltos no habían pasado más allá de un par de joyas robadas y en todos y cada uno de los casos, los guardias y lacayos siempre lograban atrapar al ladrón. Por lo que me resultaba completamente increíble que todos estuvieran tan alarmados por un robo.

— Phavy, ¿Dónde están mi madre y mi hermana? — Inquirí, puesto que estaba preocupada por ellas, Phavy me había dicho que mi padre me esperaba en el sótano, al menos sabía que él estaba bien.

— Ellas están bien señorita. Están esperando por usted en el sótano con el señor. — El aire de mis pulmones que no sabía que estaba reteniendo, al fin fue exhalado.

Corrimos por los extensos pasillos de mi casa, corríamos sin descanso, hasta que llegamos a una puerta de madera oscura con una M de oro enorme en el medio. Phavy la abrió rápidamente con una llave de su manojo y nos tiró dentro.

Descendimos las escaleras rápidamente con cuidado de no caer.
Abajo nos esperaban mis padres y mi hermana junto con dos lacayos y la sirvienta personal de Nahla, Themis. Uno de los lacayos aguantaba firmemente una antorcha.

— Me alegro de que estés bien, mi niña. — Dice mi padre, aún vestido con las ropas de dormir. De hecho, todos, exceptuando a los sirvientes estábamos vestidos con ropas de dormir.

— Si, padre, me alegro de que estéis bien. — Me acerco a mi hermana y la abrazo por encima de los hombros de manera protectora.

— Venid, por aquí, no es momento de entretenimientos. — Señala papá, lo seguimos hasta lo que parecía una pequeña y apartada puerta en el fondo de la pared, en realidad parecía un conducto de ventilación.

— Entrad por ahí, vamos.

Primero entró Phavy, con una pequeña lámpara con una vela prendida dentro, para guiar, seguida de mi, después Themis con otra lámpara, Nahla, mamá, papá y por último los dos lacayos con una lámpara cada uno.

A cuatro patas, caminamos lo que me pareció alrededor de una hora. Estaba cansada, tenía sueño y mis palmas y rodillas estaban adoloridas. Phavy dobló un par de veces a la izquierda y otra a la derecha, no sabía en qué dirección íbamos, solo sé que salimos de los conductos, hacia lo que parecía un túnel donde, gracias a Dios, podíamos caminar normal.

— Estamos bajo Elexel, en los desagües del pueblo. — Informó la tranquila voz de Phavy.

— ¡Dios mío! — Esa fue la voz sorprendida de Nahla.

— ¿Padre, por qué tenemos que salir de casa? —Pregunté. — No entiendo. No es el primer asalto que sufrimos.

— Mi niña, — dijo mi madre y me sorprendí tanto de las palabras como de la suavidad de su voz. — No es un asalto cualquiera. Eran unas horribles criaturas las que entraron en casa.

Entre Dimensiones [Hijos del Universo #★1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora