CAPÍTULO V

26 17 5
                                    

Caminé sin rumbo por los interminables pasillos de aquel enorme lugar. No tenía ni idea de por dónde iba, y para mí mala suerte no me encontraba a nadie. Caminé un poco más, tratando de recordar el camino, cuando sentí pisadas ligeras.

De una esquina salió una chica bajita, con el cabello tan negro como el ónice, y los ojos verdes brillante, vestía ropas parecidas a las que yo llevaba, solo que de color índigo,su cabello estaba sujeto en una alta y larga coleta, su tez era pálida casi translúcida, era de rasgos finos y delicados.

— Hola. — Su saludo me supo fuera de lugar, normalmente me decían «Buenos días, tardes o noches», solo con mi hermana me saludaba de manera jovial.

— Buenos días. — Traté de ser educada y amigable al mismo tiempo.

— Así que tú eres la chica que mi hermano rescató en el bosque Tura. — Se acercó a mí y me inspeccionó de arriba a abajo.

Estaba tan concentrada en el escrutinio al que estaba siendo sometida que no había reparado en lo que había dicho.

— Perdona mi indiscreción, pero ¿Podría preguntar quién es tu hermano? — Dió un paso atrás y me miró directamente a los ojos.

— Creía que venías de verle. Mi hermano es Hiram ColdMand. — Me sorprendió mucho su respuesta, dado que no tenían ningún parecido físico, y si mal no recuerdo, el señor ColMand me había dicho que los primeros sujetos de prueba no tenían familiares.

— Ya sé lo que estás pensando. Estoy segura de que mi hermano ya te contó todo, y te preguntas cómo podemos ser hermanos si los primeros sujetos de pruebas no tenían familia, pues te responderé a eso. Somos hermanos porque así nos queremos, así lo sentimos, él me ha ayudado en mis momentos más difíciles y yo a él, siempre nos hemos apoyado mutuamente, nos queremos como hermanos de verdad. Además, la sangre no crea los lazos.

— Entiendo. Así que son hermanos de corazón. — Dije totalmente conmovida. El destino los hizo conocerse, pero la vida los hizo hermanos.

— Ahora pasemos a las presentaciones. — Sonrió. — Me llamo Ethel Allister, ¿Tú eres? — Alzó la mano hacia mí.

— Mi nombre es Nashla McCloud. Encantada de conocerle señorita Allister.

— Por favor, no me trates de usted, no soy vieja aún. — Soltó un par de carcajadas. — Dime Ethel.

— En ese caso, puede llamarme Nashla.

— Dime Nashla, ¿A dónde te diriges?

— La verdad no tengo idea. El señor ColdMand me ha dicho que vaya a la habitación en la que me alojó, pero no recuerdo cómo llegar. — Admití con un poco de vergüenza.

— Tranquila. ¿Quieres dar un paseo? Me gustaría conocerte más.

Acepté y se puso a mi lado, juntas empezamos a caminar hasta llegar a una gigantesca terraza, desde donde se podía apreciar el sol del mediodía. No sabía que ya era mediodía, la conversación con el señor ColdMand había tomado toda la mañana. Pensar en el señor ColdMand me traía vergonzosos pensamientos e imágenes a la cabeza.

— ¿Por qué te sonrojas? — Una aguda voz se abrió paso entre mis divagaciones y me hizo reaccionar. Ethel estaba frente a mí con su ceño fruncido, mirándome con visible curiosidad.
Iba a hablar, pero un ruido proveniente de mí me hizo recordar que no había comido nada aún. Necesito llenar el estómago.

Salvada por la campana. O más bien por el estómago.

«Vaya, tienes hambre. Ven, vamos a la cocina. — Ethel agarró mi muñeca y comenzamos a caminar por más pasillos interminables, hasta llegar a una puerta de madera oscura. Abrimos y el olor a comida me dió de bruces, mientras mi estómago reclamaba algo para ser saciado.

Entre Dimensiones [Hijos del Universo #★1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora