Solo era necesario tener dieciséis años para que Zoro ya sea más independiente que muchos adolescentes de su salón.
Mihawk se preocupaba por su hijo, sin embargo, Zoro no era del tipo que le gustaba pasar en casa y Mihawk no era del tipo que interfería en las decisiones del menor, cada vez que Zoro cometía un error, él estaba ahí para recordarle lo malo y lo bueno, le funcionaria como lección de vida porque sentía que, si no lo dejaba caer para levantarse, simplemente advertirle de las cosas haría que tuviera cierto resentimiento.
Lo que no sabía era que Zoro en esa corta edad estaba haciendo cosas que le dejarían una marca a largo plazo peor de lo que se imaginaba.
El club de Kendo era algo que lo mantenía entretenido, se esforzaba por cada vez ser más fuerte y sobresalir, aun así, cuando acababa sus entrenamientos, le gustaba holgazanear un poco, era joven y necesitaba ver el mundo.
Según las chicas de la escuela, Zoro era muy atractivo y muy difícil de conseguir, según los chicos, él era un tipo muy rudo y con buena personalidad.
Siempre estaba con esa mirada fría, como si acechara a alguien, siempre callado y atento a cualquier cosa, como si no viera nada, pero analizara todo.
—¿Quieres ir por algo para beber?
Aun así, su personalidad fría no le impidió tener su grupo de amigos. Bueno, no eran del todo amigos, solo compañeros del club, compañeros con los que siempre después de entrenar, iba a cualquier lado a pasar el tiempo, a veces a hacer bullicio al parque cercano, otros días a entrenar demás, y en ese momento sus planes eran ir a beber.
—¿Crees que te van a vender algo? —Zoro bufó. —Tienes cara de niño de jardín.
Su compañero gruñó enojado, ya acostumbrado a aquellos comentarios sarcásticos y a veces odiosos de su amigo, aunque conociera aquella personalidad, era chocante de vez en cuando escuchar esas palabras con tal tono de arrogancia.
Apenas eran tres niños de su misma edad. Era imposible que pudieran comprar bebidas alcohólicas.
—Yo me veré muy niño, pero tú te vez viejo. Así que tú lo harás.
—¿Ah? —Apretó el mango de su catana mientras la guardaba en su estuche. —Ni siquiera tengo dinero.
—Mi papá me dio cien berrys de regalo, podemos comprar cualquier cosa.
Eran niños muy curiosos. Casi todas sus reuniones eran de charlas cuestionables, hablando de mujeres y de sus grandes apetitos por sentir cosas nuevas.
Zoro casi siempre solo escuchaba, de hecho, solo salía con ellos porque no le gustaba ir a casa temprano. No quería encontrarse con su padre porque el aire de incomodidad y falta de ideas de conversación era lo peor que podía pasar cuando estaban cerca.
Después de una conversación entre bromas e insultos, los niños tenían sus bebidas, casi siempre tenían razón, Zoro se veía muy adulto, quizás por su rostro nunca le pedían identificación, y además de eso el entrenamiento lo hacía ver muy grande y con buena forma.
Pasaron la tarde bebiendo, hablando, riendo y después de cuatro botellas, el ambiente era más célebre.
Incluso hablando cosas de más.
Las tardes empezaron a ser así. Ahora era un hábito incluso ir a fiestas de universitarios, podían colarse dónde sea, a nadie le importaba. Zoro llegaba tan tarde a casa que su padre nunca lo veía en su mal estado.
En la mañana salía temprano para ir al colegio y así pasaba en un bucle.
Cuando Zoro cumplió dieciocho años, ya estaba a punto de graduarse, aún mantenía al grupo de compañeros con los que salía. Incluso conoció más gente, gente fuera y dentro del colegio.
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Cigarros (Zosan)
FanfictionSanji va a comprar cigarrillos como es de costumbre, pero un molesto adulto se puso en su camino. No pensaba que aquel sujeto iba a ser alguien de su día a día. Créditos al arte de la portada: @NagaVvV (En Twitter)