13. Los malos hábitos no desaparecen

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Durante el fin de semana Zoro no respondió, luchó contra su propia voluntad para no ver el celular durante el transcurso en el que hacía su trabajo. Con suerte acabó sus oficios para el lunes al medio día.

Las clases eran tan aburridas desde que Sanji se había retirado, si lo dijera en voz alta sonaría ofensivo para el grupo del sombrero de paja, quien siempre lo invitaban a comer y se mostraban muy amigables. Después de mucho tiempo, Zoro no se sentía incómodo en el ambiente, aun así, prefería que Sanji estuviese ahí.

Había notado como el grupo siempre nombraba al rubio en sus conversaciones, sea citándolo, recordando eventos o simplemente agregándole a sus planes a futuros que seguramente no harían porque tenían demasiadas cosas en que pensar, o al menos, no lo harían porque Luffy proponía una cosa diferente en cada minuto.

Esa tarde se apresuró a ir a la casa lo más rápido posible, incluso no se perdió en el camino. Su necesidad de llegar era solo para poder revisar finalmente su celular. Después de todo, Mihawk ya no lo podría regañar porque ya había acabado su trabajo a tiempo y ahora estaba llegando a casa un lunes en la tarde, cosa que, comparado a las ultimas semanas, era una acción que no se podía creer. Decidió pasar por el bar un poco más tarde, debía mostrar algún tipo de cambio para no alarmar a su padre así que debía esperarlo para al menos saludarlo.

Cuando sus ojos vieron la pantalla del aparato, no evitó sonreír. Sanji no había dejado un solo mensaje, había dejado tres.

Una carita, una pregunta y una invitación a salir.

Parecía un sueño, quizás una broma, no podía creer que el rubio haya respondido después de casi cien mensajes ignorados. Quería salir en ese mismo instante corriendo para ir al bar, pero su padre interrumpió su emoción.

—¿Estás en casa solo para contentarme?

Zoro quiso responder con obviedad, parecía que Mihawk estaba dentro de su cabeza o es que Zoro era muy predecible.

—Deberías hacerlo por ti mismo y no para satisfacerme. —Dejó su maletín en el sofá más cercano y empezó a zafar su corbata, parecía cansado y sin ánimos de discutir más con su hijo, ya que solo dijo esas palabras y no miró más a Zoro.

Supo que no podía irse en ese momento. Debía estar en casa al menos unas horas más y Mihawk tenía razón, entonces pensó en hacer lo que su padre le dijera porque así se debían hacer las cosas, pero empezó a sentirse mal por sentir resentimiento en ese momento.

—Papá no estoy haciendo nada malo, ¿Puedes confiar un poco?

Mihawk se detuvo justo en la entrada de la cocina. Había estado durmiendo mal durante el fin de semana, había estado pensando mucho.

—Solo... —Regresó su mirada finalmente para ver a Zoro a los ojos. —No me gustaría verte nuevamente mal. —Aunque su tono de voz nunca cambiaba, esas palabras hicieron que Zoro se sintiera el peor hijo del mundo.

Estuvo tres horas en casa, se encontró con Perona llegando del colegio y estuvo hablando sobre su trabajo con su padre. Logró de alguna forma contenerse y estar tranquilo sin pensar demasiado en Sanji.

Cuando dieron las seis de la tarde no aguantó más, tomó su abrigo y salió de casa.

Sanji estaba enojado, solo se había ganado un leído y no una respuesta, había intentado mostrar un poco de humanidad y Zoro lo ignoró, además de eso, no vio al marimo llegar a la hora en la que siempre lo hacía. No pudo evitar pensar en que quizás el mayor se dio cuenta de que era una especie de etapa todo lo que sentía.

Pasó la tarde barriendo una cinco veces el lugar, lavando vasos, limpiando el polvo e incluso Makima tuvo que detenerlo y obligarlo a que tome su descanso. Quizás estaba exagerando, pero realmente estaba enojado y ansioso.

Cigarros (Zosan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora