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—¿Y la tomaste? —Preguntó Mendu.

—Sí —contestó Denji mientras resolvía problemas de matemáticas.

—¿Y cómo estuvo?

—No es lo que piensas, yo... Verás, no pedí sexo.

—Realmente eres un gran idiota, Denji —dijo con fastidio—, dan ganas de golpearte.

Denji cerró su cuaderno. No había resuelto ni la mitad de los problemas.

—¿Y vas a querer más?

—Llévame con el tipo que las vende —Denji se imaginaba cómo Chainsaw Man haría pedazos al vendedor y su mercancía—. Tengo más sueños que cumplir.

—Sabía que no te resistirías, pero eso es imposible por ahora —Mendu restregó su cabellera negra—. Se ha marchado, creo que se le terminaron todas y hay gente que, si no recibe lo que quiere, podría matarlo. Son muy cotizadas.

Denji se decepcionó, quería volver a encender su motor y despedazar un par de demonios. Todos querían a Chainsaw Man; veía su rostro por todos lados, en afiches, en comida y en murales. Pero ya había pasado un buen tiempo desde su última aparición, seguridad pública le había advertido que si se transformaba, matarían a Nayuta y lo pondría en una lista de criminales. No quería perder el amor del público y no quería que Nayuta muriera, y por eso aceptó su destino. Vio en esta oportunidad una manera silenciosa de volver a la acción, pero resultó que ya no podía hacer nada.

—No te enojes, Denji. El mismo me dijo que esto era necesario. Y me vendió lo último que le quedaba. Sabes, yo le di la idea de venderlas a un buen precio, por eso me las dejaba casi regaladas.

Cayó en cuenta que el vendedor era un humano y no un demonio.

—Pura mierda.

—Por eso yo también te las voy a dar a un precio todavía menor. Lo hago porque ya he cumplido casi todos los sueños que he tenido, y de esta forma le retribuyo a la vida toda la felicidad que me ha dado.

—Solo tengo diez dólares.

—Eso es suficiente. Un dólar por cada pastilla.

Los días que transcurrían, no eran más que números marcados en un calendario. El tiempo era irreal. Para Denji, el propósito de su existencia se volvía difuso. Cuando habló con Kobeni, lo había encontrado; quería tener mucho sexo. Pero ahora eso sería imposible, no sería capaz de conseguir una novia. Las mujeres le tenían asco, porque apestaba a perro y era tonto. Aunque con el paso de los días trató de cambiar eso, ya no se bañaba junto a los perros y comenzó a usar perfume, le ponía empeño en las clases de matemáticas y pasaba largas horas estudiando en casa para no quedarse atrás en sus estudios académicos. Total, no envejecía, por lo que eventualmente dejaría de ser un tonto y apestoso cuando viviera en un departamento más grande. Podría tardar años, pero eventualmente lo conseguiría.

En la escuela, Denji aprendió muchas cosas que antes desconocía, como los nombres de varios países, los distintos tipos de sangre, qué tipo de animales viven en cada lado del mundo, que la altitud te da mareos, la contaminación que produce el hombre, el avance tecnológico del mundo, la historia del mundo y muchas cosas más. Y con eso también se fue parte de su ingenuidad. Conversar y escuchar las conversaciones de los demás le hicieron aprender más sobre cuál es la manera normal en que las personas se relacionan. A veces, miraba por la ventana e imaginaba que estaba cazando demonios en seguridad pública. Otras veces, recordaba aquel cuchitril donde dormía con Pochita. Parecían tan lejanos esos tiempos como si nunca hubieran ocurrido. Pero, incluso si Denji conseguía agradarle a todas las mujeres, sabía que Nayuta jamás le dejaría tener una novia. Y eso le jodía mucho, quería tener una chica junto a él como algunos de sus compañeros.

Conflicto de intereses NayutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora