El silencio que llenaba la habitación se interrumpió por un leve golpe en la puerta. Era el español, que había estado escuchando parte de la conversación, sintiéndose intruso pero también ansioso por entender el vínculo que existía entre madre e hijo. Decidió entrar, con una sonrisa nerviosa en el rostro, aunque sintió un ligero nudo en el estómago
—¿Puedo interrumpir? —preguntó, intentando sonar amable
La mujer asintió, y el joven miró al español con desconfianza, aún reacio a aceptarlo. El español, sintiendo la tensión, se acercó al niño y se arrodilló a su altura
—Quiero que sepas que no estoy aquí para causar más dolor a tu pueblo ni a tu madre, mi intención es construir un futuro juntos, no sólo como familia, sino como una comunidad unida —dijo, mirando directamente a los ojos del niño
El joven peruano se cruzó de brazos, aún reacio a aceptar las palabras de aquel ser que ocasionó tanto sufrimiento a su pueblo
—¿Y qué sabes tú de lo que mi gente ha pasado? —preguntó, su voz firme— ¿Cómo puedes prometer que serás diferente a los demás? ¿¡Acaso sabes que por culpa de tu gente me separe de mis hermanos?!
A pesar de que aquel niño peruano hablaba en su idioma natal, aquel príncipe español logró entender parte de su frustración por el tono de su voz y por ciertas palabras que había aprendido junto a gobernante incaica
—Sé que mis promesas son vacías para ti... pero para demostrarte mi valía, me asegurare de buscar a tus hermanos—propuso el español con cierta postura llena de determinación, la cual casi flaquea al ver la esperanza que había depositado no solo en aquel príncipe inca, sino también, en la mujer que amaba
Madre e hijo se vieron entre sí, tratando de procesar las palabras de aquel gobernante, aun con cierta desconfianza, decidieron darle una oportunidad. Fue cuestión de pocos días, para que se iniciaran los preparativos de aquella "gran boda", el encargado de todo fue el futuro monarca español, mientras que Tahuantinsuyo, a pedido de ella, se quedo a cuidado de su querido hijo, el mexicano y el chileno, a fin de cuentas, las madres de aquellos fueron queridas amigas suyas. La gran boda llego, se llevó a cabo en un espléndido altar al aire libre, situado en una de las colinas del que fue el imperio incaico. El sol brillaba intensamente, proyectando destellos dorados sobre los opulentos adornos que decoraban el lugar. Las flores nativas, de vivos colores, estaban dispuestas en arreglos elaborados, creando un ambiente festivo que contrastaba con la atmósfera tensa que reinaba entre los asistentes.
Como era de esperarse, aquello fue una ceremonia religiosa, algo del desagrado de parte del pueblo indígena que estaban presentes en la boda, aunque lo estaban como esclavos, aquellos seres veían con desdicha a su reina caminar al altar, la orgullosa monarca del imperio del sol, estaba ahí, vistiendo un vestido hecho por manos españolas, finas sedas vestían su piel, el único reflejo de sus orígenes eran los detalles hechos por hilos dorados en finos patrones florales, aun así, la forma del vestido la hacían ver como parte de la nobleza española, algo que atraía la aceptación de dicho pueblo, mas que, para los pobladores del antiguo imperio del sol, era la imagen del sacrificio de su amada reina...Un sacerdote, inicio y oficializo aquella unión, ambos gobernantes sellaron su unión con un sencillo roce de sus labios, para uno significo el inicio de su felicidad anhelada mas que para el otro fue el inicio de un trato por el bienestar de sus seres queridos. Tras la celebración, el peruano, el mexicano y chileno, que fueron obligados a vestir trajes formales, ni bien fueron llevados nuevamente a aquella horrible habitación, rasgaron las mangas y se quitaron los sacos en busca de su comodidad
—Tanto dio por hacer su unión en grande, pero sigue tratando al hijo de su esposa como un prisionero—escupió con frialdad el chileno mientras se rascaba el mentón debido a la incomodidad que sentía por aun llevar un bozal
—calla Chile, seguro solo esta ocupado... o se olvido de nosotros—dijo perdiendo los ánimos el mexicano, que por un segundo se detuvo a mirar a su compañero peruano
Aquel niño de cabellos rojizos, no pronunció ninguna palabra, se quedo en silencio, mirando a través de la única ventana que había en aquella habitación, sus pensamientos estaban centrados en una sola cosa...sus hermanos, no sabia nada de ellos, ni si era verdad que el español los estaba buscando, lo único que salieron de sus labios fue un suspiro lleno de desdén
En las profundidades de Sudamérica, la risa estruendosa de un hombre hacia eco en los arboles
—No puedo creerlo! el prodigioso hijo del imperio español se lio con la gobernante del imperio del sol! vaya situación mas cómica, seguramente ese rey quisquilloso ha de estar ardiendo por dentro al tener de nuera a la gobernante de la gente que desprecia— esa ruidosa voz iba acompañada de unas risas fanfarronas
—señor... podria tener más respeto, los hijos de aquella gobernante, siguen presentes..
El hombre finalmente se quedo en silencio al volver a ver a los cinco niños que hace apenas unas horas había rescatado junto con un grupo pequeño de incas, Ecuador que se encontraba ayudando a su pequeño hermano Bolivia a entregar provisiones a su gente, habían estado escuchando las palabras de aquel hombre, con fuerza de voluntad evitaron llorar para no verse débiles ante su gente ni ante los pequeños El Salvador, Honduras y Guatemala que habían quedado a sus cuidados. Poco se sabia en donde estaban, solo con el conocimiento de estar a salvo les bastaba, ya que se habían topado con el que podría ser su luz a final del túnel
—Ahora que seguramente el imperio español este de fiesta por aquella festividad, seria buen momento para darles una pequeña visita y poder plantear el terreno...—Su voz pasó de un tono burlón a uno frio acompañado de una mirada llena de un fuego vengativo
—Usted solo de la orden...señor Rio de Plata...
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Tiempo sin actualizar :'D, ya iba a dar muerta esta historia, pero, como me dio el golpe de inspiración y eh aqui :v
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~Por azar del destino~
Hayran KurguDespués de sufrir la esclavitud y muerte innecesaria de mi gente... se podría decir que no volvería a sonreír o tener algún anhelo de esperanza... o al menos eso pensaba, pero por un 𝗮𝘇𝗮𝗿 𝗱𝗲𝗹 𝗱𝗲𝘀𝘁𝗶𝗻𝗼 te conoci a ti... mi libertador y s...