CAPÍTULO 2

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ZOE

¡Dios mío! No puedo creer que haya dejado que me toque...

Pero es tan... Ahhhhhh...

Revuelvo mi cabello con desesperación, cuando Elsa me habló de él, nunca imaginé un hombre tan perfecto...

Alto, cuerpo fornido y trabajado, cabello negro y rebelde, cara perfecta... Sus ojos, color miel, me hechizaron al momento, transmitían dulzura y ternura, a pesar de su aspecto de tipo duro...

No puedo negar que me ha gustado... Demasiado...

Se suponía que sería una cita, nunca imaginé que pudiera tocarme así... Si no recuerdo mal, Elsa mencionó que, rara vez, llega a más, es demasiado exigente... Entonces... ¿Por qué lo había hecho?

Si la llamada de Leo, no nos hubiera interrumpido, habría cometido una locura...

¡Mierda! Leo, debo llamarlo o se preocupará...

Solo tiene 9 años, pero se comporta como el hombre de la casa. Cuando se pone así, me recuerda a su padre en nuestros comienzos, cuando todo iba bien... Si no fuera por él, sentiría que había perdido 12 años de mi vida...

Raúl, era el novio perfecto. En cuanto terminó la carrera, nos casamos... Poco a poco, su trabajo se convirtió en el centro de su vida. Al principio, pensaba que con la llegada de Leo cambiaría, pero fue a peor...

Éramos 2 extraños, conviviendo juntos, así que, tras pensarlo mucho, tomé la decisión. Tanto Leo como yo, necesitábamos cambiar de aires, la distancia nos vendría bien y tampoco es que le importara.

Nos mudamos a Cártama, un pueblo de Málaga, bastante tranquilo y acogedor. Gracias a mis estudios, conseguí trabajo como recepcionista en una clínica privada. Allí conocí a Elsa, una de las enfermeras y mi única amiga, aparte de Jaime, que además de vecino y amigo, es profesor de Leo.

Leo, físicamente, se parece mucho a su padre... Moreno, alto, complexión delgada, guapo... Se diferencian en el color de sus ojos, los tiene verdes como yo y no negros.

Nunca se entendieron, mientras que, con Jaime, al que conoce de hace poco, tienen una relación envidiable y no puedo culparlo, Raúl, nunca nos prestó atención, su trabajo lo era todo para él. Ni siquiera se sorprendió cuando le pedí el divorcio o la patria y potestad de nuestro hijo.

Desde que dejamos la casa familiar, hace casi un año, no hemos vuelto a verlo, solo lo ha llamado 4 o 5 veces y tengo que obligarlo a ponerse, porque no quiere hablar con él...

-Mamá... ¿Vas a tardar mucho?

-No, cariño...

-Es muy tarde...- sonrío, me gusta que se preocupe por mí.

-Ya voy para allá.

-La próxima vez, pueden quedar de día, así puedo acompañarlas.

-Jaime ¿ya se fue?

-Si...

-Cariño, es tarde, duérmete. Estaré en casa, en menos de 20 minutos.

- ¿Tanto? ¿Dónde estáis?

-En la capital.

-No deberías conducir de noche...- sonrío de nuevo, es un amor.

-Tienes razón...- suspiro, mientras me subo al coche- Te dejo, voy a conducir.

-Bien, no tardes...- cuelgo, pongo música y arranco.

La autovía, está vacía y llego enseguida. Como preveía, está esperándome en el salón, más dormido que despierto.

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