Capítulo IV

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–Has tenido que ser tú–Acusó Sergio a Lewis.
Él había ido a la ferreteria y había llevado aparte a su ex marido para que su jefe, Fernando Alonso, no los oyese.

Lewis estaba indignado. No parecía culpable, pero había sido el último en salir de la chocolatería la noche anterior ¿Quién iba a querer y poder causar el daño si no él?

–¿Y por qué iba a hacerlo?–Preguntó él levantando la voz–¡Ayer estuve tres horas allí intentando ayudarte!
Fernando los miró desde la caja registradora y Sergio se ruborizo. Cuando llego por primera vez a Dundee, causó un gran escándalo por el mero hecho de ser "El otro"

Como Mick era del pueblo, la gente lo había protegido y habían juzgado a Sergio sin conocerlo, como si él hubiera destruido a sabiendas el matrimonio de Mick. Y como Sergio ya empezaba a sentirse a gusto en aquel pueblo, no quería volver a llamar la atención.

–No grites ¿De acuerdo?
–Estás acusandome de algo que no he hecho–Le espetó Lewis.
–¿Quién si no podría hacerlo?
–¡Cualquiera!–Exclamó–Yuki se puso a jugar con la llave que me diste del local y la perdió. Anoche no pude cerrar.
–¿Cómo? ¿Y por qué no me llamaste?
–Por que no quería despertarte. No me pareció tan importante, el lugar ni siquiera está acondicionado todavía.
–Pagué una pequeña fortuna por el material de construcción que hay allí guardado–Le dijo Sergio.

–¿Y qué? Esto es Dundee ¿Quién iba a querer robarlo?
Sergio se acomodo un mechon de pelo que le cayó en la frente. Si Lewis no había causado el destrozo ¿Se trataba de algún acto de venganza? ¿Tal vez de alguien que lo culpara de haber arruinado el primer matrimonio de Mick?

Sergio no podía imaginar que nadie le tuviera rencor por eso. Y menos cuando él no lo había hecho a propósito y además Mick estaba tan enamorado de Patricio.
–Tú familia no haría algo así ¿Verdad?–Preguntó Sergio entrecerrando los ojos–Nunca les he gustado. Incluso ahora que me ayudan con los niños, apenas me hablan.
–Todavía están luchando por aceptar lo que sucedió. No puedes culparlos por eso.

Cierto no podía culparlos. Lo que había sucedido era culpa solamente de Lewis, por eso, él nunca podría reconciliarse con Lewis.
–Quizá ha sido Kelly Piquet–Señaló Lewis.
Sergio se mordió el labio inferior. Kelly y él habían hablado alguna vez, pero no se conocían.
–Ella no llegaría tan lejos.
–¿Por qué no? Sabes que le molesta que vayas a abrir una tienda de chocolates al lado de su tienda de dulces.

–¡Cuando alquilé el local, ella no vendía dulces sólo regalos!
–Por eso lo digo, está verde de envidia. Además salio un artículo sobre tu futura tienda en el periódico local y ella no ha conseguido ni que la citen. Y por lo que parece, no le va tan bien en el negocio como quiere aparentar. Ella también se lo ha jugado todo. Dejó su empleo en el bufete de abogados, es madre soltera, su ex marido es muy raro...

–¿Estas de broma? Ella todavía vive con sus padres, que la ayudan con su hija y se aseguran de cubrir todas sus necesidades. Es el dinero de ellos el que Kelly invirtió en esa tienda, no el suyo propio ¿Por qué no se va ella de casa e intenta salir adelante por si misma como todo nosotros?

A causa de su madrastra, Sergio se había escapado de casa con diecisiete años y no había regresado nunca. Había terminado el instituto mientras vivía en casa de una amiga y los fines de semana visitaba a Patricio en la universidad.

–No lo sé–Dijó Lewis–Sólo digo que, si tienes problemas en la tienda, Kelly podría estar detrás. Pero no te preocupes, yo pagaré al fontanero para que lo arregle ¿De acuerdo? Quizá así te creas que yo no he sido quien ha arrancado el lavabo.

Sergio no podía permitirle a Lewis que lo hiciera. Se sentía fatal por haberlo acudado sin tener pruebas. Lo que sucedía era que estaba asustado, en esa tienda estaba invirtiendo todo lo que tenía: su dinero, sus esperanzas y sus sueños.

El otro hombre.   ❉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora