Capítulo VII

804 134 40
                                    

Max se mostró distante después de que Mick se hubiera marchado, pero Sergio no intento hacerlo hablar. Lo que había pasado entre ambos era suficientemente osado, que casi asustaba. Había surgido de repente y había brillado durante un instante, como una cerilla encendida.

Sergio nunca había reaccionado tan fuerte a casi un completo extraño, pero no quería pensar demasiado en ello o tendría que admitir que seguía derretido por dentro y que además la idea de no esperar y no tener ninguna obligación, le resultaba más atractivia de lo que hubiera creido.

Quería experimentar lo que llevaba tanto tiempo hechando de menos, quería creer que seguía siendo la misma persona plena y capaz de vibrar. No quería volver a sentirse como el segundo plato de nadie.

Sergio se imaginó, que con su padre en el pueblo, quizá un poco de fantasía lo ayudaría a escapar. Observó a Max disimuladamente mientrás él vertia pintura en su bandej y se imagino cómo sería el tacto de aquel pelo corto y abundante de sus manos..

–Cómo sigas mirandome así, no me va a dar tiempo de ir a la farmacia–Le advirtió Max sin mirarlo.
Avergonzado por su transparencia, el primer impulso de Sergio fue sonrojarse y centrarse en su trabajo.

Pero Max no seguía las reglas del juego y eso significaba que el no tenía que seguirlas. Elevó la barbilla y esbozó una sonrisa desafiante.

–Hay una al final de la calle.
Max lo miró fijamente, dejo su brocha sobre la bandeja y se acercó a él hasta que estuvo a meros centímetros.
–No digas algo tan provocativo a menos que vaya en serio–Advirtió Max.

Sergio iba enserio, al menos una parte de él, podía imaginar lo bueno que debería ser Max con las manos. pero una parte de Sergio no podía evadir la realidad: tenía más de treinta años, estaba divorciado y era madre de dos hijos.

Solo se había acostado contres hombres en su vida: su novio del instituto, Lewis y George. Debía estar loco sí tenía una relación íntima con prácticamente un extraño.

–Lo siento–Dijo, Sergio por fin, al menos por el momento decidiendo no arriesgarse.
Max clavó la mirada en su boca, como preuntandose como reaccionaria si lo besara. Sergio deseo que lo hiciera, necesitaba una minima excusa para derribar la cautela que lo estaba conteniendo.

Sospechó que Max comprendió la situación, pero no lo utilizo. Vio que escribío algo en un papel.
–Avísame cuando estes preparado–Dijo él y regresó a su lado de la habitación.

Después de ese encuentro tan explosivo, Sergio no se atrevía a mirarlo. Era tremendamente consiente de cada uno de sus movimientos, de lo que decía sin palabras, pero también tuvo mucho cuidado de no provocarlo a cruzar la fina línea que había entre ellos.

Cuando Sergio se dio cuenta de lo rápido que estaban completando un trabajo que le había parecido imposible hasta entonces, no pudo evitar darle las gracias a Max. Habían terminado la fachada y estaban con la cocina y la despensa.

–Te agradezco que estes ayudandome–Dijo Sergio.
–No es ningun problema–Respondio Max secamente.
Sergio no se perdio desmoralizarse. La tienda empezaba a parecerse a lo que él había imaginado.

–Eres bueno con esto del bricolaje ¿Crees que alguna vez volverás a contruir casas?
–No.
Así, sin más. ninguna explicación, ninguna referencia asu conversación anterior.Nada del deseo contenido que llenaba el aire.

Sergio miró su reloj: eran las dos y media y estaba hambriento, Max también debería de estarlo, llevaba trabajando sin descanso desde que había llegado.

–¿Te apuntas a comer?–Preguntó Sergio.
–En unos momentos.
Él era de los que se proponian tareas y las cumplían sin excusas. A Sergio le resultó algo muy atractivo, Lewis había dicho que él haría las reformas, pero la noche anterior había sido la primera que se había pasado por la tienda.
Siempre encontraba excusas para no ir.

El otro hombre.   ❉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora