Capítulo 8

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Jeno reprimió una sonrisa durante todo el camino fuera de la ciudad. A su lado, Renjun estaba echando humo, con los brazos cruzados, sus mejillas rojas y la mandíbula alzada. Joder, era tan sexy. Cada vez que Jeno echaba un vistazo a esa jodida boca, su pene se ponía un poco más duro. Quería hacerles cosas sucias a esos labios. Quería a Renjun de rodillas para él, dándole un buen uso a sus labios afelpados. Quería ver las lágrimas corriendo por sus mejillas mientras lo ahogaba con su polla, haciendo contacto visual mientras la deslizaba por su garganta.

Jeno respiró hondo y lo dejó salir, ganándose otra furiosa mirada de reojo por parte de Renjun. Sí, Jeno tenía que parar sus pensamientos o pararía el auto y probaría los límites del decoro de ambos, y todo esto era culpa de su padre.

Una parte de él quería perder los estribos solo para que Johnny pudiera ver el resultado de su intromisión. Entonces, así se daría cuenta de las consecuencias de sus acciones y él le diría: "Esto es lo que pasa cuando me apartas de mi hermano". Su padre seguramente le respondería que el hecho de que Jaeno no estuviera allí, no tenía nada que ver con los actos atroces que Jeno había terminado cometiendo, pero eso no era cierto. Ni siquiera llevaba un día apartado de su gemelo y Jeno quería hacerle cosas a Renjun que probablemente violarían la convención de Ginebra.

Echaba de menos a Jaeno, y ese dolor metafísico solo se profundizaría convirtiéndose en una astilla podrida debajo de su piel. No había forma de saber cuán malo sería el día de mañana. Pero ese era un problema para el Jeno de mañana. O el problema del Jeno de más tarde. Renjun necesitaba dormir. Sus ojos estaban vidriosos, y el moretón en donde su rostro se había golpeado contra el suelo de Jeno, estaba adquiriendo un color negro purpureo. A este ritmo tendría que llevarlo en brazos. El pensamiento era ciertamente atractivo.

—¿Cómo es que sabes tanto sobre estadísticas de suicidio? —Preguntó Jeno finalmente, todo para evitar ponerse a fantasear con profanar cada parte del cuerpo de su pasajero.

La cabeza de Renjun giró hacia él tan rápido que Jeno se sorprendió de no escuchar el chasquido de su cuello. Las razones de Renjun eran claramente personales. El dolor y la frustración que sangraban en su mirada lo hicieron evidente. Había perdido a alguien que se había suicidado, y estaba enojado con quien lo había llevado a eso, pero también estaba furioso con Jeno por mencionarlo.

Renjun era un hombre complicado.

Jeno no debería encontrar eso tan atractivo. Pero la mayoría de la gente lo aburría. Cuando uno se criaba en un hogar lleno de psicópatas, estar rodeado de personas que la sociedad consideraba normales a menudo era un dolor de cabeza. Los psicópatas no tenían tiempo para tonterías y trivialidades. Claro, jugaban un papel para ocultar sus secretos, pero no había tal cosa como conversaciones triviales durante la cena en casa de los Seo. Se pasaban las papas mientras hablaban de cabezas cercenadas y técnicas de tortura. Comparados con el mundo exterior, eran la maldita familia Addams. Demonios, eran la familia Manson.

¿Qué pensaría Renjun de los verdaderos Seo? ¿Lo horrorizarían? Jeno no lo creía. A pesar de todo el aferramiento a sus perlas, Renjun había estado de rodillas a un pie de distancia de un cadáver y ni siquiera se había estremecido. No era aprensivo con la muerte, solo con los asesinos. Y a juzgar por lo suave y confuso que se puso su rostro cuando Jeno lo hizo inclinarse frente a ese espejo hacía unos minutos, incluso el hecho de que Jeno fuera un asesino no parecía molestar particularmente la polla de Renjun.

—¿Quién fue? —preguntó Jeno.

—¿Quién fue quién? —dijo Renjun con voz apagada, girándose para mirar por la ventana.

—¿Quién fue la persona que se suicidó? Claramente era alguien importante para ti.

Renjun volvió a mirar hacia adelante y Jeno vio cómo su manzana de Adán se balanceaba mientras tragaba saliva.

✾𝖕  𝖊  𝖗  𝖙  𝖚  𝖗  𝖇  𝖆  𝖉  𝖔✾  ||ɴᴏʀᴇɴ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora