Capítulo Extra

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Jeno se quitó el abrigo en cuanto cruzó la puerta del apartamento y se sacudió el frío antes de seguir el sonido de las voces hasta el salón. Se detuvo en seco ante la escena que tenía delante, asimilándolo todo. Injun estaba sentado en el sofá, con los pies metidos debajo de él, y su siempre presente cárdigan cayéndole del hombro. Jaeno estaba vestido con unos pantalones de pijama a cuadros y nada más. Renjun estaba sentado entre ellos, con la cabeza apoyada en el hombro de Jaeno.

Jeno parpadeó durante treinta segundos.

—Te das cuenta de que no soy yo, ¿Verdad? —bromeó.

Por lo general, su sarcasmo era recibido con una respuesta igualmente concisa, pero, esta vez, Renjun volvió los ojos apagados hacia Jeno.

—No estabas aquí.

Jeno frunció el ceño. Los ojos de Renjun estaban hinchados y abotagados, su expresión era miserable. Y solo una cosa hacía que Renjun estuviera así de abatido. Fei.

Miró a Jaeno y a Injun como si fueran personalmente responsables del estado en que se encontraba su marido.

—¿Cómo llegó a él? —Preguntó Jeno—. La tenemos bloqueada por todas partes.

Injun se encogió de hombros con delicadeza, subiéndose el suéter por encima del hombro sólo para que se deslizara de nuevo hacia abajo.

—Es un virus. Solo cuando creemos que ha sido erradicada, la perra muta.

Renjun asintió miserablemente, dejando caer la cabeza desde el hombro de Jaeno hasta el de Injun, que le rodeó con un brazo protector.

—¿Alguien va a decirme qué hizo? ¿O lo que dijo? —preguntó finalmente Jeno.

Jaeno se inclinó hacia delante y hojeó el periódico que había sobre la mesita. Era el periódico sensacionalista donde Renjun había trabajado una vez. Una foto de la cara llorosa de Fei aparecía en una esquina junto a una foto mucho más grande de Jeno y Renjun vestidos con sus trajes de boda. El titular era solo una palabra en mayúsculas.

VETADA.

Debajo, en letra mucho más pequeña, había un subtítulo: Huang Fei desterrada de la lujosa boda de su hijo con Seo Jeno.

Esa perra. Jeno debería haberla matado y hacer que pareciera un accidente. Era un puto lastre. Siguió ojeando el artículo, poniendo los ojos en blanco ante cosas como "hijo muerto" y "cruel e inhumano". Injun tenía razón. La mujer era un virus. El peor tipo de virus, de largo alcance, rápido e insidioso.

Sacudió la cabeza, subiéndose a la mesa de café y tomando la mano de Renjun, tirando de él para que se pusiera de pie.

—Muy bien, al dormitorio. Sé justo lo que necesitas.

Injun se rio.

—Seguro que tu polla no lo cura todo.

Jeno puso los ojos en blanco.

—Ese dormitorio no. La habitación de invitados. Ya saben lo que hay que hacer. Asalten la nevera y el bar. Vamos.

Jeno ayudó a Renjun a pasar por encima de la mesa y luego lo rodeó con sus brazos por detrás, levantándolo y haciéndolo caminar para que sus pies se elevaran a penas del suelo antes de depositarlo en la cama grande de la habitación al final del pasillo.

Renjun se dejó caer en la cama de forma dramática.

—No quiero jugar.

Jeno puso los ojos en blanco.

—Dices eso siempre.

—Y lo digo en serio siempre —replicó Renjun.

Jeno sonrió.

✾𝖕  𝖊  𝖗  𝖙  𝖚  𝖗  𝖇  𝖆  𝖉  𝖔✾  ||ɴᴏʀᴇɴ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora