No. 6. Hijo amado I

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Mikha: déjenme decirles que esto es muy viejo y me gusto mucho. Es también el capítulo más largo hasta ahora. Disfrútenlo y denme su opinión.

Este es uno de mis hijos pródigos.

Kim Rok Soo es un príncipe desfavorecido. Es un hijo ilegítimo, su madre era la hija del ministro de asuntos exteriores. El rey de Qirmeh se enamoró de su belleza y la tomó como concubina. Cuando se aburrió de ella y aún cuando le dio un niño, la mandó lejos.

Rok Soo es un sobreviviente, hará lo que sea necesario para vivir. Aún si sobrevive más de lo que vive.













][

Rechinido. El cuidadoso crujido de la madera vieja bajo su frágil peso. Hoy en día, todo en ella era frágil, incluso las desesperadas respiraciones de sus pulmones frágiles.

Se tambaleó, golpeándose con el marco de la puerta, su hombro latio con un dolor que para ella era tan suave, que se rió, recargando la cabeza en la madera vieja, sus decadentes manos temblorosas tocaron la madera y ella lloró, abrumada, lentamente se deslizó por el marco hasta el suelo.

Lloraba entre dolorosos jadeos, mientras se ahogaba con su propio aliento. Sus ojos, como hermosas gemas de rubí, estaba apagadas, como si el polvo hubiese cubierto una gema inerte que no ha sido cuidada.

Levántate, levántate, levántate, levántate, se exigió, apretando con fuerza sus huesudos puños. D-Debes preparar el desayuno, es su cumpleaños, tienes que levantarte antes de que él te vea así, prometiste hacer su comida hoy, lo prometiste, lo prometiste, lo prometiste, lo prometiste. Encorvada, buscaba desesperadamente el recuerdo en su memoria de como respirar de nuevo. ¡De pie! ¡De pie! ¡De pie! ¡De pie! ¡De pie! ¡De pie! ¡De pie! ¡De pie! ¡De pie! ¡De pie! ¡De pie!

"Shhh", susurró una voz suave, acompañada de una mano cálida que se recargó en su espalda. "Lento, mamá, respiraciones lentas, recuerdas", la persona, demasiado pequeña para ser otra cosa que un infante, un niño, su hijo, tomó su mano fría y la acercó a su pequeño pecho. "Sigue mi respiración, mamá, adentro, afuera, adentro, afuera".

Las lágrimas en sus ojos cayeron al escuchar su voz, él la había visto. Inclinó la cabeza, cubriendo su rostro con el cabello, ocultando su vergüenza mientras intentaba respirar de nuevo.

Adentro. Afuera. Adentro. Afuera.

Y ella pudo respirar de nuevo.

Soy un fracaso. Soy un fracaso. Soy un fracaso, sollozaba en la privacidad de su mente, su futura tumba. Ni siquiera puedo hacerle la comida.

Soy un fracaso.

Desplomada contra la pared, toda la energía que había logrado reunir, se escapó como arena entre sus dedos, ni siquiera podría levantarse ahora. Ella alzó la cabeza lentamente y le dió una brillante sonrisa a su hijo, con ojos cerrados y mostrando sus pálidos dientes. "Perdona, Rok Soo, mamá es torpe", se rió, ladeando la cabeza.

Rok Soo, de mejillas sonrosadas y regordetas, de ojos brillantes y curiosos, veía a su madre con tranquilidad, vestido con un suave pijama abrigado porque había empezado a hacer frío por las noches.

Ella se soltó del agarre de Rok Soo, llevó la mano temblorosa a la mejilla de su hijo y elevó la esquina de su pequeña boca. "Vamos, sonríe, hoy eres un niño grande de ocho años".

Rok Soo no dijo nada, tomó esa mano frágil entre las suyas y la llevó a su pecho de nuevo. "Gracias por levantarte de la cama hoy", apretó suavemente las manos de su madre, con cuidado, amorosamente. "Gracias por ducharte hoy, tu cabello está lindo".

El niño bueno de mamá.

Un sollozo, ahogado, como un quejido reprimido. Su sonrisa tembló, como una capa de escarcha en una ventana, ella se mordió la lengua con tal de mantener esa sonrisa.

"L-Lo que sea por ti, pequeño amor".

Un escalofrío recorrió su columna, sus ojos ardieron como hogueras cuando Rok Soo soltó su agarre y fue alzado lejos de ella, relajándose cuando vio a su esposo cargarlo con el mismo cuidado que Rok Soo teníq cuando la sostenía a ella.

Joseph beso ruidosamente la mejilla de Rok Soo, "Feliz cumpleaños", le dijo, con una sonrisa suave.





][



Tras llevar a su hijo a la cama, Joseph volvió a su dormitorio, observó a su esposa, demacrada, marchita.

Eres tan hermosa como las estrellas, pensó con los ojos ardiendo, un nudo instalándose en su garganta.

"¿Se durmió?", preguntó ella al notarlo en la habitación.

Joseph cerró la puerta con llave, caminó hacia la cama y se sentó en ella, apartó la manta y tomó en su regazo, el pie de su mujer, ella suspiró con fuerza, adolorida. Empezó a masajear sus dedos hasta su talón, la piel áspera contra sus propias manos magulladas.

"Ophelia".

Adormilado, intento darle una sonrisa. "¿Mmm?".

"Anoche tuve un sueño", confesó Joseph, sin mirarla. "En realidad, llevo teniéndolo por mucho tiempo, siempre el mismo sueño".

"¿Un sueño? ¿Sobre qué?".

Se detuvo, apretando suavemente su pie. "En él, te suicidas", confesó, enfrentandola, con la mirada tan rota que le estremeció el corazón.

"Joseph...", es solo un sueño.

Un sollozo, roto y tembloroso, los ojos del hombre estaban nublados con lágrimas. "Ayer encontré las pastillas, Ophelia".

Las propias lagrimas de Ophelia se deslizaron por su rostro demacrado, ella las ocultó tras su brazo, pero su cuerpo, sacudiéndose con débiles espasmos, no pudo ocultar su dolor.

"Estoy cansada", murmuró con un quejido sollozante. "E-Estoy cansada de tener dolor todo el t-tiempo".

Joseph se encorvó, apretando los labios con fuerza, ahogando sus sollozos, debía ser fuerte, su pequeña familia lo necesitaba fuerte.

"Y-Ya ni siquiera...p-puedo ir al baño sola", sollozó. "No puedo abrazar a mi hijo...porque apesto tanto que lo ensucio, ¡NI SIQUIERA PUEDO ABRAZAR A MI BEBÉ!", ella se retorció, intentando callar sus gritos. "¡NO ES JUSTO! ¡ESTO NO ES JUSTO, JOSEPH!", y ella se derrumbó, en un tumulto sollozante.

Pero eso estaba siendo tan, tan difícil.

No grites, quiso decirle, Rok Soo te escuchará.

Pero que derecho tenía a decirle eso, ¿Que derecho tenía...?

Toma mucho tiempo que los dos recuperen la compostura, aún está oscuro afuera, pero los gallos ya empiezan a cantarle, el mundo sigue moviéndose sin darles tiempo a suturar sus heridas con hilos endebles y fe.

Ya no tienen fe.

"No me habría suicidado", susurra Ophelia, agotada, mirando el techo reparado de la casa. "No les haría eso", necesito que lo sepas. "Puedo aguantar, aguantaré, Joseph, aguantaré por ustedes".

Joseph, creyendo que no le quedaban lágrimas, sollozó.

"L-Lo siento, perdón", murmuró entre quejidos lastimeros, encorvado sobre sí mismo en algo patético y miserable. "Perdóname por hacerte esto", sollozó.

Ophelia se incorporó lentamente, se arrastró por la cama, y abrazó la cabeza de su esposo tan fuerte como pudo, oriente, con los ojos secos.

"N-No voy a dejarte solo porque las cosas están poniéndose difíciles".






1000 años aún es poco tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora