No. 9. Perdí mi fe

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Habían sido atormentados por tanto tiempo que, cuando el hombre de negro llegó, tuvieron miedo de su amabilidad.

Porque la bondad, su bondad, era algo nuevo, aterrador y tan extraño que quisieron huir desesperadamente de su presencia cálida...pero, hubo esa pequeña parte anhelante, hambrienta y ansiosa que deseaba aferrarse a él y someterlo, desgarrar su piel, abrir los músculos, romper las costillas para ver si su corazón tenía realmente una forma distinta al de ellos; debía ser así, si, por supuesto, quizás era más grande, más suave, más cálido y hermoso.

El corazón del hombre vestido de noche debía ser diferente al suyo. Con esta idea, vinieron crueles pensamientos, oscuros deseos de realmente unirse y abrirlo, querían ver que hacía al hombre amable tan diferente.

Pero el miedo evitó que esos deseos se volvieran tangibles.

Este hombre, este ángel de carne apareció una tarde de primavera, solo llevaba una bolsa y viajaba con un pequeño gato negro.

El ángel se detuvo en la casa del jefe de su Aldea, llamó por él y fue difícil no prestarle atención.

"¿Q-Que deseas?".

Ni siquiera el jefe que era el más valiente y duro entre ellos, pudo evitar sentir miedo del hombre de negro.

No fue porque se viera amenazador, hablara demasiado fuerte o porque actuara con violencia.

Fueron sus ojos.

Esos ojos amables.

"Quiero un lugar para pasar la noche", incluso su voz era distinta, tenía un acento desconocido que sonaba bellamente. "Pagaré el tiempo que me quede".

Habla de nuevo, pensaron.

Mírame con esos hermosos ojos de rubí, con un segundo me basta.

"Miau", incluso el gato que viajaba con el era extraño y hermoso. Tenía una mirada inteligente que parecía despreciar al mundo.

Y el jefe le dio posada en su casa a cambio de algunas monedas de oro. El ángel se quedó por algunos días, parecía estar buscando algo, nadie sabía que era lo que buscaba o porque era tan importante, solo aumentó el misterio del hombre vestido de negro.

Al segundo día, pareció resignarse y empezó a vagar por la Aldea, los niños que aún no conocían el miedo, lo seguían; jugaban con él; le hacían preguntas con tal de mantenerlo hablando, les gustaba su voz pero no se atrevían a decirlo. Sus padres decían que era descortés y el hombre de negro dejaría de hablarles, por lo que siguieron preguntando y jugando, respetuosamente le llamaron hyung-nim.





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Al sexto día, el ser que los atormentaba regresó.

Pero ya no tenían nada que darle y lloraron en silencio con miedo.

La comida se había acabado.

Las gemas preciosas que el ogro amaba también se habían acabado.

Incluso sus reservas de vino se habían secado.

Todos los campesinos se reunieron en las puertas de la Aldea, donde el ogro ya los esperaba, debían hacerlo cada vez, para mostrarle respeto.

El jefe de la Aldea ofreció con la cabeza inclinada y las manos temblorosas, el oro que Rok Soo le había dado para quedarse en su casa.

El ogro lo miró con fría indignación, con una palmada tiró las monedas al suelo. "¿Te burlas de mi?", preguntó con disgusto.

Sudando de miedo, el jefe negó con la cabeza. "¡No me atrevería!", gritó.

1000 años aún es poco tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora