No. 15. Sociopata altamente funcional

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Los días de Kim Rok Soo como médico internista en el hospital Moon Seok-ji.



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Se desplomó en el viejo sofá de su oficina, con los músculos tensos y los ojos ardiendo, cuestionando nuevamente esa vena masoquista en su cuerpo que lo trajo a este momento. Maldita sea, suspiró, masajeando sus sienes irritadamente, tan cansado que sus dedos temblaban de la fatiga excesiva.

¡Beep!

¡Beep!

¡Beep!

¡Joder!, casi sollozó ante el agudo sonido de la alarma. Brevemente contempló la idea de arrojar su celular por la ventana y seguir durmiendo, aún si solo lograría diez minutos de paz ininterrumpida. Kim Rok Soo respiró profundamente y leyó el mensaje.

"Otra vez...¿por qué este bastardo otra vez?".

Se levantó con pesadez, como un anciano dolido que ha experimentado demasiadas batallas. Se cuestionó brevemente, si alguien notaría si escapaba de su turno. Encorvado y con las manos en los bolsillos de su bata, decidió que entre más rápido fuera, al menos podría tener una pequeña siesta.

"Maldita rata albina", musitó abriendo la puerta de su oficina.





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"Por favor, baja eso".

La enfermera mostró sus manos, su expresión era tranquila pero su cuerpo estaba tan tenso que era doloroso. Estaba empezando a cansarse de este mocoso altivo.

"¡Aléjate o me cortaré el cuello!", Clopeh no dudó en hacer un pequeño corte, porque sus amanezas no eran vacías. La sangre se deslizó mojando su pijama con rapidez, su sonrisa se volvió más grande al ver a la mujer palidecer. "¡Trae al doctor Kim! ¡Quiero al doctor Kim!".

Guardó silencio ante el rechinido de la puerta, una sonrisa más suave, un poco más tranquila, hizo más cálida la expresión en la cara de Clopeh, mientras sostenía el cuchillo de fruta contra su cuello. La sangre se deslizaba por el cuello blanco en una grotesca imagen.

"Doctor Kim", suspiró encantado. Ofreciendo una sonrisa más suave al médico.

A veces odio mi trabajo.

Rok Soo respiró hondo, observando a este joven amenazar su propia vida con tanta tranquilidad. Repugnante. Le causaba náuseas, ese desprecio tan descarado por su propia existencia, era tan repugnante. Rok Soo giró para ver a la enfermera, la mujer se había acercado a su lado ofreciendo el alcohol para desinfectar sus manos y un par de guantes esterilizados.

"Tardaste hoy", Clopeh quiere que lo mire, que esos cálidos ojos se queden en él. "Creí que no vendrías a verme".

Rok Soo se colocó los guantes y tomó la gasa, acercándose a Clopeh. "Baja eso", había aprendido que el joven era más obediente cuando era firme con él, pero no demasiado, di era muy duro, se rompía.

Clopeh colocó el pequeño cuchillo salpicado de rojo en la mesita de noche, miró al doctor Kim con una sonrisa vacilante, esperando un elogio por su obediencia. Rok Soo se acercó.

"Aparta el cabello", su voz plana no logró marchitar el ánimo de Clopeh.

Clopeh apartó su cabello y desnudo su garganta que aún sangraba. Cuando el doctor Kim hizo contacto con su piel, se estremeció y un suspiro escapó de su boca, era tan agradable, a esta distancia incluso podía oler la colonia del doctor Kim debajo de todo ese desinfectante. Si se inclinaba un poco más, solo un poco más, podría rozar esa garganta con su nariz, rozar sus dientes en esa piel fragante y sentir el pulso con su lengua, podría dejar sus marcas ahí y escuchar como suena el frío doctor Kim cuando alguien lo complace.

Clopeh tragó saliva, un poco temblroso.

Inclinado sobre el joven y con toda la atención centrada en él empezó a hablarle. "Si vuelves a asustar al personal, te remitiré al ala de psiquiatría en contra de tu voluntad", susurró Kim Rok Soo limpiando cuidadosamente la sangre coagulada. "Ni siquiera tu padre te sacará de ahí".

Clopeh se enfrentó a esos ojos rojizos. "Si dejas de atenderme, voy a suicidarme", murmuró con una gran sonrisa. "Dejaré una nota dedicada a la belleza de Kim-hyung", se emocionaba ante tal fantasía. El médico nunca podría olvidarlo, lo haría grande, muy grandioso, para que siempre estuviese en su mente.

Distraído, comentó. "No me llames hyung", Rok Soo no pareció ser conmovido por tan clara amenaza infantil; colocó la gasa que se humedeció rápidamente, tomó la mano de Clopeh, el hombre soltó un jadeo que Rok Soo ignoró. "Presiona la gasa", le dijo y se alejó hacia los cajones en la habitación.

La enfermera Mariane se ajustó las gafas, preguntándose qué clase de palabras habían intercambiado esos niños.

Sintiendo la humedad en su mano, Clopeh hizo una mueca. "¿Llamaste a mi padre?".

"El señor Sekka fue informado, dij-".

"¡No te he preguntado a ti!", gritó Clopeh, mirándola con ira. ¿Como se atrevía ella a interrumpir su tiempo de calidad con el doctor Kim? ¿Acaso no sabía lo poco que el doctor Kim iba a verlo? ¿Estaba intentando entrometerse entre ellos? Imprudente, imprudente.

La mujer volvió a acomodar sus lentes, inmutable. "El señor Sekka vendrá dentro de 20 minutos", informó con tono plano, acostumbrada a este tipo de actitud infantil en los pacientes. Los años la habían templado, acostumbrandola a este tipo de arranques repentinos.

Clopeh bufó, volvió su atención al doctor Kim. Su cuerpo completo se sacudió cuando esos ojos lo miraron con desagrado. Sabiendo que lo había molestado, Clopeh bajó la cabeza sumisamente y se disculpó con la enfermera. "He sido grosero, mis más sinceras disculpas".

"Esta bien", respondió ella, desinteresada.

Rok Soo volvió a buscar en la gaveta, ignorándolos de nuevo. "No hay diazepam", dijo, mirando a la enfermera.

La mujer volvió a acomodarse los lentes. Pero fue Clopeh quien contestó. "Soy alérgico, doctor Kim", lo miró, en busca de elogio.

Dio un suspiro, se quitó los guantes y los guardó en su bolsillo. "Alprazolam, ponga un vendaje en su cuello", ordenó y se dirigió a la puerta. "Comportate".

"¡Esperaré tu próxima visita, Kim-hyung!".

Ignorando la insistencia del lunático, Rok Soo caminó por el pasillo hasta un bote de basura, tiró los guantes contaminados.

«Dr. Kim, a quirófano. Dr. Kim, a quirófano».

Cerró los ojos y masajes sus párpados.

"Debí haber seguido el plan, estudiar leyes, retirarme a los 40 y ser un vago...o trabajar en la tienda de platanitos de Jung Soo", se lamentó, sintiendo lástima por sí mismo. Recordando al mocoso en la habitación 115, suspiró. "Gente viciosa...".







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Opiniones aquí.

1000 años aún es poco tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora