Donde GeonHak es vendedor de medio tiempo en un kiosco y un cliente no para de ir a comprar dulces...
"¿Otra vez vas a comprar chupetines?¿No se te pudren los dientes?"
"B-bueno, si tiene algo que pueda tener más de una hora en la boca y que no teng...
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- Hey, suéltenla -grité desde mi lugar. Tenía que levantarme, aunque mis sentidos seguían un poco turbados. Logré recuperar el equilibrio y me acerqué. La chica se veía asustada, apenas lograba sostener su ropa. Los seis asquerosos seguían con sus manos encima, así que envolví su cintura y tiré de ella contra mí-. ¿La quieren matar? Sigan tomando, mejor.
- Ehhhh, volvé a tu rincón, nosotros la vimos primero -dijo uno de ellos, totalmente alcoholizado. Mi cuerpo todavía estaba algo ablandado, por el efecto del opio, pero una patada poco precisa fue suficiente para dejar al borracho en el suelo, y llevarse a varios de sus amigos con él en el impacto. Tan desagradables.
- Me importa una mierda, me la llevo -sentencié, la chica seguía aferrada a mi hombro, así que salí con ella de la licorería tan rápido como pude.
- Gracias, caballero. Nunca me imaginé que un adicto al opio me salvaría así. ¿Cómo puedo agradecerte?
- Dejando de meterte con esos tipos asquerosos. No me importa si es tu forma de ganarte la vida, pero tené un poco más de cuidado.
- Tenés razón, se me fue un poco de las manos esta vez. Por suerte me rescataste...
- ¿Tenés a dónde ir? -pregunté, quería dejarla en algún lugar, ni siquiera tenía a dónde ir yo mismo, tenía que preocuparme por eso, no por salvar a una puta.
- Tengo una habitación en una posada, está cerca. ¿Me llevarías? -pidió ella con su cara insinuante, definitivamente era lo único que sabía hacer.
- No tengo a dónde ir, así que me da igual a dónde vaya -admití con una risotada, puede que demasiado exagerada, todavía no me controlaba bien a mí mismo-. Seguro me puedo pedir un cuarto ahí, me sirve.
- Ah, puedo ofrecerte el mío, no me gusta dormir sola -siguió ella, siendo tan insistente. Comenzaba a arrepentirme de haberla rescatado.
- No tengo dudas de eso, pero no me interesa -insistí, mientras comenzaba a caminar en dirección a mi caballo.
- Al menos solo sos uno, puedo con eso -dijo ella, y corrió detrás de mí hasta tomarme por el brazo de nuevo.
- Callate, no tengo con qué pagarte, ¿sabés? No insistas, no soy un cliente -continué exasperado-. Si querés te dejo acá y te buscás a alguien...
- Oh, no. Disculpame, es que yo... No estoy acostumbrada a que me ayuden sin interés. Menos un hombre.
- Bueno, acostumbrate. No me gustan las putas -solté sin pensar, había parado a fumar y despejarme, no a pelear con seis borrachos y lidiar con una puta-. Chocolate, ¿estás listo, amigo?
- ¿Chocolate? -preguntó ella, aparentemente sorprendida por el nombre de mi caballo. Yo la levanté en mis brazos y la subí a la silla.
- Es un dulce que se hace con una semilla del nuevo continente.
