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Su corazón revoloteó cuando vio a Samantha sentarse a su lado

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Su corazón revoloteó cuando vio a Samantha sentarse a su lado. Se veía espectacular ese día, una sonrisa deslumbraba en su cara, y sus ojos brillaban.

La imagen de aquello fue tal para que Abril se enamorara un poco más de Samantha.

¿Pero quién no?

Sabía dibujar, además de bailar, y cantar, hace reír a cualquiera, es alta, su voz es hermosa, es hermosa; por dios, quién no caería ante los encantos de Samantha Rivera.

—Estoy tan feliz, Ari— se recostó en su asiento, viendo hacia el techo.

—Puedo verlo— tenía una pequeña idea de lo que sería, pero aún así preguntó—, ¿qué pasó?

—Ayer, dios, Abril, fue la mejor tarde de toda mi vida— sus ojos cayeron en Abril, quien al escuchar aquello, se confundió.

—... Ajá, pero, ¿qué pasó?

Samantha la miró mal—. Tuve una cita con-

Abril la calló, antes de que pronunciara aquel nombre—. Sí, sí, ya recordé.

Su vista pasó de Samantha a su cuaderno, tratando de apartar su vista y que Samantha no notara su tristeza, y un poco de envidia.

Pero claramente la mayor no pasaría desapercibido, notó el bajón de su mejor amiga.

Aun así, no pudo decir mucho, pues su profesor había llegado.

—Sí, te veo en casa. Adiós.

Abril hablaba con su prima, diciéndole que llegaría tarde ya que Samantha le había invitado a su casa a pasar la tarde.

Pero que no se preocupara, de todos modos llegaría a dormir, y no llegaría tarde.

A la mayor no le gustaba cuando la chica estaba fuera de su casa a la noche.

—¿Qué dijo?— preguntó comenzando a caminar a su casa.

—Que no me preocupara, que está bien— sonrió a lo último—. ¿Por qué es que voy para tu casa?

—Porque quiero pasar tiempo contigo.

De no haber sido porque sus pies estaban tocando el suelo, podría haber jurado sentirse flotar en las nubes.

Ella y Samantha pasaban juntas los siete días de la semana, básicamente, e ir a sus casas no era nada fuera de lo común.

Lo que lo hacía diferente, es que cuando iban a la casa de Abril —que prácticamente era el punto de reunión—, siempre estaba su prima.

Pero en las pocas ocasiones que Abril iba a la casa de Samantha, quedaban solas.

Y a la menor se le venían a la cabeza tantas cosas que no podía hacer, que incluso llegaba a sentirse culpable.

Aunque el concepto de Samantha de "pasar tiempo contigo", era comer, jugar videojuegos y más que todo, hablar.

Sus zapatos quedaron en la entrada de su casa, y el perrito de Samantha llegó a recibirlas, ese animalito amaba a Abril.

—¿Tienes hambre?— preguntó la mayor cuando Abril se tiró en el sillón.

—No— aunque...—. Sabes, sí tengo hambre, ¿pedimos de comer?

Subiendo las escaleras, Samantha le respondió—. El teléfono está en la cocina, pide lo que quieras.

Caminar hasta la cocina, ¿y si mejor esperaba que Samantha bajara?

Por favor, su nivel de pereza no podía convencerla cada que podía, entonces se levantó hasta la cocina.

Vio los diferentes números de restaurantes en comida que había en la biblioteca telefónica del teléfono de su casa.

Y entonces el teléfono de Samantha sonó, dejando ver un mensaje en su pantalla de bloqueo.

>>Lix<33

>>Rivers, olvidé devolverte tu hoodie. ¿Me lo puedo quedar?

Abril rodó sus ojos y suspiró.

De pronto se le quitó el hambre.

De verdad no soportaba a ese chico, y no es porque fuera básica y posiblemente el  futuro novio de su mejor amiga. Bueno, un poco sí.

Pero principalmente era porque tenía un leve y mal presentimiento del pelinegro, algo no le cuadraba de él.

Se devolvió hasta la sala, caminando con el celular en su mano para querer desviar su atención, pero en el transcurso, las pisadas en la escalera la hicieron voltear a Samantha.

La mayor le extendió una de sus camisas a Abril, y la otra casi se va de espaldas.

—Toma, cámbiate ese aburrido uniforme.

Y ni siquiera pudo decir nada.

Samantha colgó la camisa en su hombro y se dirigió a tomar su teléfono.

Abril la siguió con la mirada, viendo que cuando lo encendió, una sonrisa rápida apareció en los labios de Samantha.

Había visto el mensaje del chico.

Y fue ahí que despertó y caminó a cambiarse la parte de arriba de su uniforme.

La camisa de Samantha se le veía tan bien, por obvias razones de altura, le quedaban una o dos tallas más grandes, y la hacía sentirse cómoda, y además, tenía el perfume de Samantha.

Quizá se la llevaría puesta y le escribiría luego diciéndole —bebé, me llevé tu camisa, ¿me la puedo quedar?—, pero no, era ridículo.

Salió y vio a Samantha aún en el teléfono, pero lo dejó cuando se dio cuenta de la presencia de la menor.

—¿Pediste comida?— le preguntó dirigiéndose hasta ella. La otra negó.

—Se me quitó el hambre.

Samantha frunció su ceño, extrañada, pero igualmente ella tampoco tenía tanta hambre.

—¿Control blanco o negro?— preguntó encendiendo la pantalla de la sala—. No, ni respondas, amas el blanco.

Abril sonrió, su mejor amiga la conocía tan bien.

Abril sonrió, su mejor amiga la conocía tan bien

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𝙸 𝚠𝚒𝚜𝚑 𝙸 | ᴿᴵⱽᴬᴿᴵDonde viven las historias. Descúbrelo ahora