➸ ❝ 08 ❞

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Abril no estaba en el asiento junto a Samantha la mañana del lunes, como de costumbre lo hacía

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Abril no estaba en el asiento junto a Samantha la mañana del lunes, como de costumbre lo hacía.

El asiento estaba completamente vacío, y la mejor amiga presente no dejaba de verla; no había pasado ni una hora y ya la extrañaba.

Trataba de no tomarle mucha atención al asunto. Seguro sólo se sentía mal y no pudo asistir, o quizá se le hizo tarde y ya iría, o bien venía por la entrada del recinto.

Habían tantas posibilidades y Samantha jamás había pensado tanto sobre eso, hasta ahora.

—Rivers— la llamó Millaray. Cuando ésta tuvo su atención, la observó, aunque sin mayor relevancia—. Me llegó un mensaje de Molly, dice que vayas al gimnasio.

Sin preguntar la razón, Samantha pidió permiso para ir al baño, lugar al que claramente no iría, pero era necesario y corrió lo más rápido para encontrarse con Molly.

La localizó a lo lejos en su pantaloneta de educación física, respirando agitada y bastante sudada.

Molly le hizo señas de que se acercara por detrás de la gradería, a lo que obedeció y fue, pero sola.

Si alguna vez se sintió usada, triste y con enojo o rabia al mismo tiempo, pues ahora lo sentía el triple.

El pelinegro estaba casi que comiéndose la boca con el chico al que llamaba ser su primo, Osvaldo.

No parecían estar forzando nada, tampoco que alguno se negara, así que sólo le dejó en claro a Samantha, que Félix sólo estaba jugando con ella.

Que Victoria, Amairani, Millaray y Molly tenían razón con respecto a él.

Y sobre todo, que nunca debió dejar de lado a su mejor amiga por alguien más.

Sin decir mucho, simplemente se dio la vuelta y se fue, agradeciendo a Molly.

La mayor le dio una palmadita en la espalda para tratar de reconfortarla, si podía decírsele así.

Caminó de vuelta a su aula, donde se sentó con los ánimos por el suelo.

Pero no estaba triste porque el chico que decía gustarle, únicamente haya jugado con ella, no, de hecho eso podría ser lo último para ella.

Lo que más le dolía era que su mejor amiga no estaba ahí para ella, para darle un abrazo y decirle que ella estaba junto a ella y que todo saldría bien.

La extrañó como nunca.

Abril metió otra palomita a su boca mientras continuaba viendo su programa favorito

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Abril metió otra palomita a su boca mientras continuaba viendo su programa favorito. Llevaba ya cuatro días sin salir de su casa.

Ese día no asistió al instituto porque no sintió que tuviese el valor para mirar a Samantha nuevamente.

En realidad no había ido porque se pasó todo el fin de semana ahogando sus penas en lágrimas, dramas tras dramas, helado y música que la hacía sentir peor.

Y de tanto que lloró, aún tenía su carita levemente hinchada, y no quería que alguien —alguien más que Rocío—, la viera así.

Mientras, su prima cuidaba de ella y su estabilidad emocional.

Sabía que el tema de Samantha ponía muy sensible a Abril, entonces tenía que cuidar de ella un poco mejor de lo que ya hacía, así que la mantuvo ocupada en un programa y comiendo cosas.

Quizá eso ayudaría, pero es que ya no sabía qué hacer.

—Chioo — llamó la menor. Rápidamente el llamado corrió donde estaba ella y se sentó junto a ésta, esperando a que le dijera lo que necesita—. Quédate aquí conmigo, por favor.

Rocío se quedó ahí, y empezó a ver el programa junto a su primita.

Pronto, sintió como la cabeza de la menor se recostaba en su hombro y seguida de ella, llanto, nuevamente.

No sabía que hacer, más que abrazarla y dejarla soltar las lágrimas. Abril ahora estaba abrazada a su prima mientras soltaba las lágrimas y sollozos ahogados.

Se sentía del asco.

Rocío estaba acumulando el odio que no tenía por Samantha, pero que ahora estaba creciendo.

Odiaba ver a su prima en aquel estado, no lo merecía. Aunque tampoco la culpaba, ella ni siquiera sabía que Abril estaba enamorada de ella.

Se sentía también en parte culpable por ese pequeño odio que comenzaba a crecer, y comenzaba a creer que era únicamente por saber que era ella —Samantha— quien estaba provocando esas lágrimas sin tener idea.

El sonido de unos nudillos en la puerta hicieron a Abril despertar rápidamente.

Se limpió en un dos por tres los ojos, quedando aún rojos, pero tratando de disimularlo, al aire.

Se notaba que había estado llorando y era imposible esconderlo o negarlo.

Rocío abrió la puerta. No dijo nada y solo suspiró dejándola pasar.

—Estaré en mi cuarto, Ari— dijo su prima, pero la menor quedó confundida. —Si algo sucede, grita.

—¿Por qu-?

La castaña se detuvo al ver a la rubia entrar por la puerta y Rocío pasar por ahí algo extraña—. Rivers.

—Ari.

—Ari

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𝙸 𝚠𝚒𝚜𝚑 𝙸 | ᴿᴵⱽᴬᴿᴵDonde viven las historias. Descúbrelo ahora