III; ¿No entiendes? ¿Eres idiota?

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—¿Dices que puede estar cerca?

—Así es. Según nuestros espías, el rastro ha seguido su camino hasta el castillo de Altaras —Menciona el guardia real—. Sospechamos que puede ser parte de las dos estrellas.

—Encuéntrenlo. Hablen con Sage, díganle que van de mi parte, y si les niega el paso, infíltrense si es necesario.

La voz del hombre era grave y su pelo rapado, blanco como la nieve de las montañas lejanas de Haelius, dejaba notar algunas cicatrices, junto con la del brazo izquierdo que le llegaba hasta el hombro. Tomaba su vaso de Whiskey tal como si se tratara de un vaso de agua, mientras una carta a medio abrir se posaba en la mesa.

—Como ordene, Majestad.







El suave e inconfundible brillo de la luna decoraba el extenso lago que se escondía en los jardines del castillo en el que Nikos había estado viviendo los últimos tres días. Mientras el rubio miraba fijamente la máscara que llevaba portando cada noche de jueves desde los últimos cinco años, se preguntaba si sería buena idea continuar con sus antiguos hábitos en este nuevo reino, pero al final se decantó que una vez no pasaría nada.

Buscó la taberna más lejana y se adentró en ella con su rostro cubierto. El ambiente era pesado, cómo solía ser en este tipo de lugares. El omega ya había aprendido a manejar a las personas aquí para obtener lo que le interesaba en verdad; información.

—¿Que te pongo? —preguntó el hombre detrás de la barra.

Lo pensó por un momento antes de replicar.

—Una botella de Ignis.

Cuando se giró a buscar el pedido sin mucho decir, Nikos escuchó una leve risa a su lado derecho, donde un chico, también enmascarado, se encontraba.

No era extraño que en las tabernas mucha gente se ocultara entre antifaces, pues aquí venía todo tipo de gente, gente de muchas clases sociales, muchos conocidos. Gente que puede ser reconocida y que no quiere precisamente eso o que, por lo contrario, no son reconocidos y quieren permanecer así.

—¿Algún problema? —pregunta Nikos.

El muchacho se giró. Detrás de ese trozo de tela color azul oscuro, se encontraban unos chocantes ojos verdes, ojos que devolvían la mirada con inminente curiosidad y diversión.

—¿Debería tenerlo?

Bebe un sorbo de su copa con desdén. Sus manos enguantadas tocan la mesa y casi que parecen estar acariciándola. Nikos se dispuso a ignorar al individuo mientras llegaba su bebida, tampoco tenía por qué ponerle ni una pizca de atención.

—No eres de por aquí —Dedujo el ojiverde, mientras se acercaba al omega con un movimiento cauteloso.

—¿Y eso lo sabes porque...?

—Oh, la bebida que pediste es comúnmente rebuscada por extranjeros. "El manjar de Altaras", dicen por ahí. Aunque eso solo sea una broma pesada que los civiles les hacen a los turistas, ese trago es horrible.

Justo en ese instante llega el Ignis, que tenía un color grisáceo y una textura densa y espesa. Con el afán de descubrir las palabras detrás de aquella máscara, introdujo el liquido en su garganta y un ardor abrumador lo recibió tan rápido como desapareció, pero aún así sentía una especie de señuelo en su boca, casi como si el sabor permaneciera intacto en esta. Su cara tuvo que decir todo antes que sus propias palabras, pues el chico no pudo evitar reírse.

Nikos no tenía nada qué hacer ahí, al menos no con ese sujeto. Sacó unas cuantas monedas de plata y las dejó en la mesa del bar mientras se apresuraba a salir con su saco de aquel sitio. No parecía ser un chico común y corriente; su aura emanaba la palabra "peligro". El rubio no podía arriesgarse a que el personaje fuese un guardia real y lo metiera en lios con la ley si lo ve haciendo un intercambio de información sospechoso.

La Corona del Príncipe;; Omegaverse BL. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora