Capítulo 39

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Camille

—Los platos van allá —indicó mi mamá a mi papá quien salió de la cocina con una pila de platos de cerámica en las manos.

—¿A qué hora vendrán todos? —pregunté y mi madre movió el dedo en el aire.

—A las nueve. Vendrán tus tíos, tus abuelos y tus primos.

—Todos, básicamente —concluí.

—Si, ¿me pasas la sal?

Había pisado la casa de mis padres tres horas antes de la hora acordada para que llegaran todos y no lo había hecho "por accidente". Una parte de esa decisión fue sentir que sería bueno pasar por su casa antes y conversar después de tanto tiempo, y otra fue Mark convenciéndome de que fuera.

Él, al igual que Anya, conocía perfectamente mi relación con mis padres y era él quien mayormente se comunicaba con ellos cuando algo me pasaba o preocupaba ya que yo no tenía intenciones de mantener contacto.

Pero en parte tenía razón. Era navidad, no podía dejar que el tema de la escritura arruinara esta festividad. Así que decidí fingir demencia y disfrutar de una noche tranquila.

—¿Y cómo están yendo las cosas en París, cariño? —preguntó mi mamá, otra vez.

—Lo que dije antes —dije mientras guardaba la sal en su lugar —, todo va bien.

—Mark me contó —empezó a decir y ya supe a dónde iba la cosa. Tendría que hablar seriamente con Mark sobre que decirle a mis padres y que no —que estás viviendo con alguien.

—Es parte de mi trabajo —me adelanté —, lo estoy ayudando.

—Si... Bueno, cariño, Mark me dijo que ese alguien a quien "ayudas" es una persona conocida y con quién te estás llevando muy bien.

—Si, nos llevamos bien.

Mi madre guardó la comida en la heladera y se giró hacia mí.

—¿Y cómo te sientes?

—Bien, mamá, me siento bien —Se mordió el labio.

Ay, cariño, me pone muy feliz que hayas venido, pero si no te sientes cómoda lo entiendo.

—Está bien, no estoy incómoda. Solo que nunca tuvimos este tipo de conversaciones antes.

—Hija, perdoname —Levanté la vista hacia ella —, por todo. Mark habló con nosotros y nos explicó la situación...

—Le dije que no dijera nada, tendré que hablar con él...

—No lo hizo de malo —me frenó —. Se preocupa por ti y en cierto modo agradezco que nos contara. Pero quiero que nos hables, que nos cuentes sobre ti, sobre tu nueva vida, lo que te pasa.

—Mi vida es la escritura y no tiene relación con las finanzas, mamá.

Agachó la cabeza.

—Hablé con tu padre y creemos que fuimos muy duros contigo. ¿Podemos hablar? Los tres.

Tragué saliva y sentí el corazón latir a gran velocidad ¿qué le había dicho Mark a mis padres para que de un momento a otro se interesen en saber de mí?

Asentí con una pequeña sonrisa en el rostro. Mi madre llamó a mi papá y nos sentamos los tres en la mesa para hablar.

—Bien, cariño, te escuchamos —dijo.

Me relamí el labio.

—Mamá, papá, tengo veintiún años, no soy una adolescente y sé que tengo la edad suficiente para decidir sobre lo que quiero en mi vida —comencé y ellos escucharon sin interrumpirme —. Voy a dedicarme a la escritura, cueste lo que cueste. Es mi sueño y voy a lograrlo. Actualmente estoy teniendo un par de complicaciones, pero estoy buscando la forma de resolverlo y... —Me detuve para respirar —. Y soy consciente de que las cosas no se me van a servir en una bandeja de plata y que el éxito no me va a caer del cielo, pero hay gente que me apoya en esto y creo que voy por buen camino. Solo que me gustaría que mis propios padres también festejen mis logros en lugar de desear que falle y seguir con el legado familiar cuando eso no me haría nada feliz.

Te Encontré en París [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora